El primer macrosondeo de SocioMétrica de 2018 constituye una radiografía desalentadora sobre el estado de ánimo de nuestro país. Si el balance que los ciudadanos hacen de 2017 demuestra que el pesimismo se instaló en la sociedad el pasado ejercicio -un 42% mantiene que España ha ido a peor frente a un 22% que opina lo contrario-, las perspectivas políticas y económicas de cara al año que ha comenzado revelan una falta de confianza en el futuro llamativa y preocupante. Sobre todo porque se produce en un país que supuestamente transita la senda de la recuperación.

La letra pequeña de la encuesta demuestra que la situación política es, con creces, el principal baldón moral de los ciudadanos. El 58% de los españoles cree que la situación política empeorará, mientras que sólo un 5% piensa que mejorará. La comparación con los datos de 2016 confirma, además, hasta qué punto la desmoralización se ha extendido, puesto que el porcentaje de los pesimistas se ha disparado en 20 puntos.

Pesimismo sobre la economía

Esta frustración sin matices en lo político acaba afectando a las perspectivas sobre la evolución de la economía. Así, aunque la indiferencia es la tónica -el 44% cree que la economía seguirá igual-, el bando de los pesimistas ha crecido mientras que el de los optimistas ha decrecido.

La desesperanza en lo político y en lo económico se retroalimentan y constituyen las dos caras de un pesimismo cada vez más asentado. El inmovilismo del Gobierno y la crisis catalana sólo pueden contribuir al desánimo mayoritario. Además, la desconfianza en los políticos, el hartazgo por la corrupción y las dificultades de las nuevas formaciones políticas para regenerar el sistema ante el boicot permanente de los viejos partidos agravan la frustración.

Contrasta con Rajoy

No se puede descartar que cada vez más españoles sucumban al desencanto ante la perspectiva de que, con Rajoy al frente del Gobierno, nada vaya a cambiar. De hecho, este sondeo de SocioMétrica contrasta con la visión idílica que vendió el presidente en su balance de legislatura, cuando se refirió a 2017 como un “año positivo”.

España encara 2018 lastrada por una crisis territorial, política y moral evidentes. Un adelanto electoral podría ser un revulsivo para encarar los problemas en términos de solución. Arriesgarse a que la frustración empeore la situación no puede ser una opción. Y resignarse, tampoco.