El día después ha deparado a Cataluña y a España en su conjunto el embotamiento de una resaca. El triunfo electoral de Ciudadanos no se ha traducido en una mayoría parlamentaria del constitucionalismo y a los partidos comprometidos con la legalidad no les salen los números. Por ello, los dirigentes y referentes políticos del separatismo están envalentonados pese a que su horizonte procesal no sea precisamente halagüeño.

De hecho, la Fiscalía -que sigue trabajando sin tener en cuenta los tiempos de la política- acaba de pedir al juez Llarena que impute por rebelión a Trapero, Artur Mas, Marta Rovira y Anna Gabriel. Con este panorama es fácil prever que la tensión, lejos de aminorar, va a ir en aumento.

A peor con Rajoy

La rueda de prensa que este viernes protagonizó Rajoy para valorar el resultado del 21-D resultó tan absurda y exenta de crítica que sólo agrava la certidumbre de que la actual crisis de Estado seguirá empeorando con él al frente del Gobierno. Lejos de admitir que su apuesta por un 155 blando, con el único propósito de convocar elecciones exprés, ha sido un fiasco, Rajoy defendió su actuación y la de su Gobierno y presentó la victoria en escaños del soberanismo como un contratiempo menor.

El presidente del Gobierno se desentendió del batacazo del PP en Cataluña, restó importancia al crecimiento de Cs y eludió el órdago de Puigdemont, que lo ha emplazado a reunirse mientras se mofa del Estado: tiene “un pollo de cojones”, dijo. Rajoy ha descartado además convocar elecciones generales anticipadas para que los partidos propongan soluciones y los ciudadanos elijan a un Gobierno capaz de reconducir la crisis nacional. “En este momento, con lo que ya está pasando en España, es lo que nos faltaba”, enfatizó.

Autoindulgente y cínico

El argumento del presidente demuestra que su cinismo está a la altura de su autoindulgencia. En primer lugar, porque lo que está pasando en España es achacable a su incapacidad y a su negligencia. Pero también porque es incongruente que la convocatoria de elecciones que impuso en Cataluña tras la proclamación unilateral de independencia y que aún defiende no sirva ahora para el conjunto del país, cuando la evolución de la crisis se ha enquistado.

Rajoy se aferra al cargo, impide que nadie en su partido cuestione su liderazgo y se niega a dar la voz a los españoles. Su intención es agotar la legislatura, pero va a ser muy difícil presidiendo un Gobierno tan débil y ante un desafío tan grande. En lugar de refugiarse en “lo que nos falta” para eludir su responsabilidad, Rajoy debe permitir a los ciudadanos que decidan en las urnas qué es lo que nos sobra.