La firma del acuerdo de divorcio entre la UE y Reino Unido que permite avanzar hacia la separación definitiva, se ha cerrado más en los términos que proponía Bruselas que en los que planteaba Londres. Aunque no hay nada que festejar en esta ruptura, desde el punto de vista de la defensa de los intereses, puede afirmarse que Europa sale ganando.

Pese a que Londres, por ejemplo, se negaba hasta hace poco a resarcir a la UE con una cuantía superior a los 20.000 millones de euros, al final ha acabado aceptando 45.000, y después de haber puesto en cuestión los derechos de los más de cuatro millones de europeos residentes en las islas, ahora se compromete a garantizarlos. 

Una lección de unidad  

De todas formas, a este episodio traumático aún le quedan páginas por escribir, las más complicadas. Entre otras cuestiones, falta por negociar el futuro acuerdo comercial y, en el caso de España, determinar el estatus de Gibraltar. Aunque Reino Unido no dejará definitivamente la UE hasta marzo de 2019, el tiempo apremia, pues todas estas negociaciones deberán estar cerradas dentro de diez meses.

Si de algo pueden presumir hoy los Veintisiete es de haber mantenido una posición negociadora firme y unida que contrasta con el gallinero en que se ha convertido el Gobierno de Theresa May, donde conviven los partidarios de un brexit suave con los que apuestan por romper con todas las consecuencias.

Una mala noticia para Europa

Aunque transcurrido año y medio desde el referéndum del brexit volver sobre él sólo puede producir melancolía, no nos cansaremos de denunciar el error histórico que supone. Es el ejemplo de que la historia no siempre camina hacia adelante y de que no estamos a salvo de los saltos hacia atrás. Pero además, demuestra el daño que pueden causar el nacionalismo y el populismo.   

Es muy probable que esta ruptura acabe pasando una factura mayor a los británicos: son 65 millones frente a los 440 millones que suman los Veintisite, y serán ellos los que tendrán que rehacer decenas de tratados con terceros países en los que la UE no deberá mover ni una coma. Pero una Europa sin Reino Unido siempre será menos Europa.