Las instrucciones de la Fiscalía Superior de Cataluña a los Mossos d’Esquadra indican que el Gobierno está dispuesto a permitir la celebración de otro 9-N este domingo en Cataluña. El objetivo sería dejar que los separatistas se conformen con un simulacro de votación a cambio de mantener la calma en la calle y evitar problemas de orden público.

El problema de esta opción para Mariano Rajoy es que la imagen de colas de personas yendo a votar supondría, como mínimo, una victoria moral para los separatistas que, a la postre, les reafirmaría en su determinación rupturista.

Mesas en la calle

La Policía Autonómica ha recibido la orden de precintar los puntos electorales a partir del viernes, apercibir a los directores y responsables de los centros e impedir el voto en un radio de cien metros, lo que deja abierta la posibilidad de que la ANC y Òmnium monten mesas electorales fuera de ese perímetro y las imágenes de la jornada sean de multitudes de personas haciendo cola para ir a votar.

Rajoy y sus ministros llevan mucho tiempo diciendo que el 1-O no habrá referéndum en Cataluña. Soraya Sáenz de Santamaría, que ha asumido personalmente la estrategia para evitar esta votación, ha repetido de forma taxativa este mismo mes que el 1-O “no se va a votar” y que la jornada “no será otro 9-N”.

Mariano Rajoy insistió este martes desde Washington -en rueda de prensa con Donald Trump- que el domingo “no habrá referéndum en Cataluña” porque la logística del 1-O ha sido desmantelada. Pero ni la lógica ni la legalidad han arredrado al separatismo.

Una pantomima inasumible

Es verdad que, dado el grado de movilización de los independentistas, el protagonismo de la CUP y la agitación de los último días, el Gobierno está obligado a actuar con máxima prudencia, pero sin olvidar que también se ha comprometido a garantizar el cumplimiento de la ley.

Si después de dar su palabra a los españoles de que en Cataluña no habrá referéndum, éste acaba celebrándose, aunque sea un remedo del 9-N, el Gobierno habrá quedado muy tocado.