La exclusión de Juan Carlos I de los actos conmemorativos del 40º aniversario de las primeras elecciones democráticas es un grave error de Felipe VI. Su padre tiene motivos para sentirse decepcionado y muchos españoles no entenderán una ausencia que no hace justicia con la verdad y con la historia. Una cosa es que Juan Carlos cometiera errores y que los últimos años de su reinado fueran particularmente aciagos, y otra ignorar su papel fundamental para la llegada y consolidación de la democracia en España. 

Si la conmemoración de este miércoles hubiera consistido en un acto académico, podría entenderse la ausencia, pero nunca en un acto solemne en el Congreso, con presencia de los protagonistas de la Transición, desde Landelino Lavilla a Rodolfo Martín Villa, e incluso de familiares de fallecidos, como Santiago Carrillo o Pasionaria.

Voz propia

Sin el impulso de Juan Carlos I, que eligió por su cuenta y riesgo a Adolfo Suárez para que articulase la Ley para la Reforma Política, las elecciones de 1977 no se hubieran podido celebrar. Es innegable que el monarca fue uno de los principales artífices de aquellos comicios e incluso el más decisivo junto al propio Suárez.  

Es comprensible que Felipe VI quiera marcar distancias con su predecesor para proponer su discurso y abanderar formas nuevas. Y hay que decir que el discurso ante el Congreso fue acertado y es el de mayor contenido político desde que llegó al trono. Pero la voz propia no se consigue matando al padre.

Ovación atronadora

Prueba del error cometido es la atronadora ovación que se le tributó a Juan Carlos cuando Ana Pastor glosó su figura. Nadie entendió que el destinatario de semejantes aplausos no estuviera allí para escucharlos. Pero es que además es de pura lógica: no puede haber rey emérito sin méritos, y los principales los cosechó Juan Carlos en los inicios de la Democracia. 

Con todo, lo peor de este episodio es que ya se está hablando más de que la Casa del Rey ha apartado a Juan Carlos I que de la intervención de Felipe VI ante el Parlamento. Sus atinadas palabras sobre Cataluña, con un aviso a los independentistas -“fuera de la ley, nos enseña la historia, solo hay arbitrariedad, imposición, inseguridad y, en último extremo, la negación misma de la libertad”- han quedado en un segundo plano. La ocasión merecía otro broche.