Resulta muy significativo que la primera reunión que ha mantenido el presidente electo estadounidense con un político europeo haya sido con Nigel Farage, líder del partido eurófobo y ultraconservador UKIP. Se trata de una bofetada a Bruselas y sobre todo al Gobierno británico que, dolido, se ha apresurado a afirmar que Farage no desempeña ninguna función en la diplomacia de su país.

Trump y Farage hablan el mismo idioma, y no nos referimos, obviamente, al inglés. Ambos son contrarios a la inmigración, cuestionan los actuales tratados internacionales de comercio y pretenden levantar barreras para impedir el paso tanto a los productos como a las personas. Los dos caminan en contra de los tiempos y tratan de volver a un estadio que parecía superado: el del aislacionismo, el proteccionismo y la autarquía.

Pátina racista y radical

Aunque Trump empieza a rebajar sus promesas electorales -este domingo ha anunciado tres millones de deportaciones frente a las 11 que aseguró en campaña, y ha hablado de una "valla" en algunos puntos de la frontera con México en lugar del "muro"- sus mensajes siguen teniendo la misma pátina racista y radical. 

Por si fuera poco, además del encuentro con Farage del fin de semana, ha trascendido que su equipo está en comunicación permanente con el Frente Nacional francés. Su líder, Marine Le Pen, que ha asegurado que la victoria de Trump y el brexit son acontecimientos que "entierran el orden antiguo y construyen el del mañana", es partidaria de un referéndum en Francia como el del Reino Unido para abandonar la UE. Y no hay que olvidar que hace dos años, en las elecciones europeas, el Frente Nacional fue el partido con más votos.

Internacional Antiglobalización

Los pasos de Trump vienen a confirmar que busca una alianza con los movimientos más conservadores y retrógrados del planeta, una suerte de paradójica Internacional Antiglobalización con la que dinamitar el modelo de sociedad abierta y de libertad económica que ha caracterizado a Occidente en las últimas décadas. 

Trump trata de volver a levantar los puentes levadizos y construir desde el miedo un mundo de Estados fortaleza. Su propósito, al margen de resultar catastrófico desde el punto de vista económico, supondría moral y culturalmente una vuelta al pasado. Puesto que están en juego los principios y valores que han engendrado hasta ahora la mejor versión del ser humano, habrá que prepararse para combatir a Trump y a sus aliados.