Radicales violentos revientan la última etapa de La Vuelta.

Radicales violentos revientan la última etapa de La Vuelta. Alejandro Ernesto

Columnas SIN SOLTAR AMARRAS

Sánchez ha reventado La Vuelta, pero sólo ha ganado unas horas de tiempo

Las noticias de hoy envolverán el pescado de mañana y el dinosaurio particular del presidente del Gobierno seguirá estando ahí esta semana para recordarle que las va a pasar canutas.

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Estábamos delante del Ayuntamiento de Madrid, en la Cibeles, esperando el final de La Vuelta. Faltaban cincuenta kilómetros para la llegada del pelotón y ya sabíamos que la etapa final iba a suspenderse.

Grupúsculos descontrolados de los que Pedro Sánchez había dicho sentirse orgulloso arrancaban las vallas protectoras e invadían la calzada sin mucha oposición.

Cerca, perplejas, miles de personas, muchas de ellas chavales con la familia, padres y madres que habían cedido al capricho del crío para ir a ver la llegada de La Vuelta, empezaban a asustarse.

Supongo que suspender fue la forma de evitar males mayores, pero la muerte de la etapa la había anunciado el mismísimo presidente del Gobierno unas horas antes diciendo que admiraba a los que salían a la calle para protestar contra un acontecimiento deportivo.

Así que tras escuchar las palabras mágicas, los chulos se pusieron más chulos, los timoratos se envalentonaron y los descontrolados entendieron que había patente de corso para hacer lo que les viniera en gana.

Me pregunto si es normal que en la capital de un país civilizado pueda pasar lo que ha pasado aquí. Si de verdad el Ministerio del Interior no puede garantizar la celebración de un evento deportivo, ¿dónde deja esto a España?

¿En qué suerte de país fallido lo convierte, que no es capaz de controlar a un puñado de exaltados?

Vingegaard, tras la cancelación de la última etapa de La Vuelta 2025.

Vingegaard, tras la cancelación de la última etapa de La Vuelta 2025. EFE

Supongo que la pregunta circuló por la Moncloa, pero alguien debió de decir que tal y como está el pescado, les merece la pena.

Así que Marlaska y su vasallo, el delegado del Gobierno, se convirtieron en los monos de Gibraltar, y dejaron hacer a varios centenares de descontrolados.

Porque, ojo, los violentos no eran muchos más, y me niego a mezclar a manifestantes pacíficos con los cernícalos que arrancaban vallas y montaban barricadas en el Paseo del Prado.

Pedro Sánchez ya tiene el oxígeno que buscaba. Hoy no se habla de la crisis de la vivienda, de la ausencia de Presupuestos, de las concesiones al independentismo, de las sobrinas de Ábalos, de Begoña, del hermano músico.

Estamos todos pensando en el bochorno vivido. Algunos con una absurda sensación de victoria. Otros preocupados por lo que viene después de esta demostración de debilidad.

El más tranquilo, me temo, es el presidente del Gobierno, que ha encontrado alpiste para su canario. Tengo para mí que al presidente no le importa Gaza más de lo que le importan Yemen o el Congo, pero ha visto en los desmanes de Netanyahu una oportunidad para crear una cortina de humo que tape su gobierno en descomposición.

Se agarra a los escombros de Gaza como se agarró Rose a la tabla providencial en el naufragio del Titanic, sabiendo además que sólo iba a salvarse ella. Los excesos de Netanyahu con la población son la bala de plata que le queda al jefe del Ejecutivo.

Los gazatíes no son un fin: son un medio.

Al regresar a casa, con el disgusto y la vergüenza en lo alto, empecé a encontrarme con escenas de cada domingo: las parejas haciéndose fotos en la Puerta de Alcalá, los paseantes por el Retiro, los grupos en las terrazas con la última caña del fin de semana.

La vida sigue, a pesar de todo, y el numerazo de este domingo no borra el resto de las cosas.

Y me di cuenta de que esta semana, satisfecho tras haber conseguido reventar la Vuelta, su horizonte seguirá siendo oscuro.

Su mujer y su hermano continuarán bajo el punto de mira de la Justicia.

Su fiscal general no dejará de estar acusado de delitos gravísimos.

Su antiguo lugarteniente seguirá en prisión preventiva y Ábalos, el hombre que sabe demasiado, andará aún rumiando la venganza.

Qué duda cabe que el jefe del Ejecutivo ha ganado unas horas en las que la atención se ha dispersado.

Pero las noticias de hoy envolverán el pescado de mañana y el dinosaurio particular del presidente del Gobierno seguirá estando ahí para recordarle que las va a pasar canutas.

Que se consuelen, como hago yo, todos aquellos que hoy están avergonzados, desanimados y tristes.