El PSOE ha 'dimitido' a Juan Lobato y nadie sabe explicar por qué. Quien sí lo sabe es Lobato. "Yo no creo en la aniquilación del adversario" ha dicho el socialista. Ahí está todo.
Tienen que leer su carta de dimisión. Es demoledora para Pedro Sánchez. Porque es un retrato realista, casi de Antonio López, del presidente del Gobierno.
Lo que dice Lobato es muy sencillo. Su forma de hacer política no es "compatible" con la de su partido.
Lobato no ha querido renunciar "a la ejemplaridad, la honestidad y la coherencia" para destruir mediante tácticas de guerra sucia (tácticas muy probablemente ilegales) a Isabel Díaz Ayuso, y el resultado ha sido su expulsión del partido.
Porque eso ha sido esto: una expulsión, no una dimisión. El que ocupe el lugar de Lobato, como es obvio, sí estará dispuesto a renunciar "a la ejemplaridad, la honestidad y la coherencia".
El próximo en el cargo será el nuevo capo local de esa guerra sucia de la que no quiso participar Lobato.
"Lobato es el egocentrismo en persona", dicen en el partido liderado por un tal Pedro Sánchez, ese modelo de generosidad, desinterés y largueza.
"Ha traicionado a Pilar Sánchez Acera", dicen en el PSOE, hondamente preocupados por la mujer que le pidió a Lobato que cometiera un delito.
"Ha demostrado falta de lealtad", dice Reyes Maroto contra un compañero cuyo pecado habría sido acudir a un notario para certificar la impecable legalidad de su proceder.
En el PSOE los delincuentes dictan sentencia contra los inocentes y se obliga a renunciar a quien como Lobato, vayan ustedes a saber si con refinado maquiavelismo o con una inocencia digna de mejor causa, ha rechazado ser cómplice de un delito de revelación de secretos.
[Mi teoría: Lobato pactó con los periodistas del ABC la publicación de su visita al notario porque, sabiéndose sentenciado por Pedro Sánchez, decidió morir matando y convertirse en un mártir sacrificado por la máquina del fango sanchista]
Tiene razón Lobato cuando dice que en su partido se está intentando "hacer pasar por malo" a quien "ha hecho las cosas bien".
Por eso su partido sigue sin definir cuál ha sido el pecado de Lobato (¿acudir al notario?) y se limita a acusarle de egocéntrico, de traidor y de desleal.
La pregunta es ¿en qué han consistido el egocentrismo, la traición y la deslealtad de Lobato?
Lobato: "La democracia y la ley están por encima de los partidos políticos y los dirigentes del PSOE".
— Dios (@diostuitero) November 26, 2024
Id rezando una oración por su alma. pic.twitter.com/C2YGKAyU4Z
Juan Lobato ha demostrado egocentrismo al ceder a la tentación de la honradez en un partido en el que la corrupción es la nueva normalidad.
Juan Lobato ha traicionado al PSOE al esquivar el destino penal que podría esperarle a María Jesús Montero, Álvaro García Ortiz, Óscar López, Pilar Sánchez Acera y/o el mismo Pedro Sánchez.
Juan Lobato, finalmente, ha sido desleal al esquivar la trampa que le había preparado la Moncloa. Lo leal habría sido suicidarse públicamente en la Asamblea de Madrid convirtiéndose en el primero en exhibir públicamente la información privada del novio de Ayuso y que había sido obtenida por medios ilegales.
Porque si algo está claro es que la dirección de las filtraciones, como la flecha del tiempo, es unidireccional: de las administraciones y los funcionarios a la prensa, jamás al revés. Y la información privada del novio de Ayuso sólo puede salir de dos fuentes. O el Ministerio de Hacienda. O la Fiscalía General del Estado.
No hay más opciones.
Javier Chicote, uno de los dos periodistas del ABC que junto con Juan Fernández-Miranda reveló la visita de Lobato al notario, lo tiene claro: "El origen de los documentos secretos del novio de Ayuso es la Fiscalía, porque no puede ser otro. Si hipotéticamente aparece un medio entre Fiscalía y Moncloa para trasladar el papel, sólo sería un testaferro. Los medios publicamos, no filtramos al Gobierno".
Quizá, como dice Chicote, el origen de la filtración sea la Fiscalía. Pero lo que parece claro, y eso se demostrará el viernes, es que la decisión de utilizar ilegalmente todos los medios del Estado para aniquilar a una rival política revelando información privada de su pareja sólo puede haberse tomado en la Moncloa.
Pedro Sánchez.
Su jefe de gabinete Óscar López.
Y la jefa de gabinete del jefe de gabinete, Pilar Sánchez.
Esas son todas las opciones posibles.
Descartada la posibilidad absurda de que la tercera haya actuado por libre.
Y descartada la posibilidad también absurda de que el segundo haya hecho lo propio en contra de los deseos de su jefe, sólo queda una opción verosímil.
Pedro Sánchez dio la orden de obtener ilegalmente esa información privada y luego la de utilizarla públicamente matando dos pájaros de un tiro.
El primero, Isabel Díaz Ayuso.
El segundo, Juan Lobato.
La operación 'Matar a Isabel Díaz Ayuso' empezó en la pandemia, cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid liberó a los madrileños de las cadenas impuestas ilegalmente por el Gobierno de Pedro Sánchez.
La operación 'Matar a Lobato', en cambio, empezó hace año y medio. Si Lobato tuviera ocho años diríamos que sus compañeros le han hecho bullying. Porque el líder del PSOE madrileño lleva un año y medio soportando los desprecios, los silencios y la luz de gas de sus compañeros. Cuando preguntas el porqué de ese boicoteo a su propio compañero, en el PSOE dan dos razones. Porque Pedro Sánchez no le traga y porque el PSOE de Madrid no tiene capacidad para enchufar a sus militantes.
La Moncloa y Ferraz, en cambio, sí la tienen.
Lobato, además, se ha desmarcado de la línea oficial de su partido en temas como la ley del sí es sí o la financiación catalana. Suficiente en el Partido Sanchista para ordenar la defenestración de Lobato.
"Si lo que se me dijo desde la Moncloa sobre el origen de la documentación fuera falso sería muy grave" ha dicho Lobato, que es tanto como decir que lo que le dijo la Moncloa era falso, que el origen de la documentación es delictivo y que el Gobierno ha utilizado de forma ilegal todos los medios del Estado para acabar con una rival política.
Los periodistas nos hemos hartado de especular con la posibilidad de que Donald Trump ejerciera la presidencia de su país desde la cárcel.
Era, por supuesto, una fantasía apocalíptica absurda.
Pero no apostaría ni un solo euro a la posibilidad de que Sánchez no abandone la presidencia del país hasta que el Supremo dicte sentencia condenatoria contra él.