Con menos incidencia de la COVID-19, aunque sin haber resuelto la pandemia, los laboratorios vamos rescatando aquellos proyectos detenidos por la urgencia del virus emergente. No es un secreto que el cáncer, y en especial la metástasis, son otras pandemias permanentes que nos preocupan y ocupan.

Sesión de radioterapia estereotáctica en el hospital de San Pedro.

Sesión de radioterapia estereotáctica en el hospital de San Pedro. Yara Nardi Reuters

En ese sentido es gratificante comprobar que poco a poco se van conociendo trabajos dirigidos a identificar la diana a la que debemos apuntar para acabar con ese emperador de todos los males y sus indeseadas derivadas. Mi columna de hoy la dedico a realizar un repaso rápido por algunos hitos que se han producido en los últimos días en este campo.

En la época pre COVID, quizá sea conveniente comenzarla a llamar por algunas siglas, una de las grandes esperanzas para combatir varios tipos de tumores era la llamada inmunoterapia con anticuerpos contra los inmunocheckpoints. Ya sé que estás a punto de cerrar la aplicación y pasar a otro texto con un grado mayor de empatía literaria, mas te pido un mínimo esfuerzo y prometo compensarlo con una explicación bebible.

Cuando un tumor comienza a crecer, los antidisturbios locales, es decir, las células del sistema inmunológico cercanas y otras que acuden desde el torrente sanguíneo, intentan eliminarlo. Sin embargo, la lucha entre nuestras células defensivas y las tumorales puede terminar en una especie de reeducación de las primeras, momento en que dejan de defendernos e incluso colaboraran con el cáncer.

Este proceso de corrupción es el objetivo de estudio de muchos investigadores, entre quienes me cuento. El fascinante mundo de la tumor-inmunología, tándem aparentemente complicado de pronunciar, pero precioso en su interior, escudriña los entresijos de esa extraña relación.

La idea es sencilla: hay que hacer que las defensas eviten el avance de los tumores. Durante un proceso tumoral, una gran cantidad de cánceres logran atraer a sus filas a los policías que vigilan el cuerpo humano. La clave está en evitar o revertir esa corrupción policial.

En la realidad celular y molecular, las células cancerígenas expresan en su exterior unas moléculas que, al interactuar con las defensas, hace que estas últimas dejen de luchar contra el tumor y caigan en un estado de cansancio que les impide actuar como es debido. Al estudiar esta especie de negociación entre los criminales (células del tumor), y los policías (células de la defensa), cada día encontramos nuevos factores que nos ayudarán a bloquear ese cansancio inducido en las defensas humanas y restablecer su lucha.

Los elementos implicados en este fenómeno se llaman immunocheckpoints. Si quisiéramos traducirlo, sería algo así como puntos de control inmunológico. Pero la realidad es que el término anglosajón es más manejable y, sin menospreciar la riqueza de nuestra lengua, en este caso me pliego a usar la palabra concisa que importamos del latín actual, es decir, el inglés. Entre los immunocheckpoints, el más popular actualmente es el PD-1, y las terapias que lo involucran han tenido gran éxito en más de un tipo de tumor. Sin embargo, siempre hemos sospechado que PD-1 no es el único.

Recientemente, algunas investigaciones realizadas en mi equipo apuntan hacia otro immunocheckpoint con posibilidades terapéuticas. Esta vez es una molécula bautizada como SIGLEC-5. Su aparición en tumores de colon y pulmón se correlaciona con la malignidad de este, así como con un peor pronóstico para el paciente. Además, cuando se bloquea con anticuerpos específicos se logra reactivar la respuesta anti-tumoral. ¿Estaremos frente a una nueva inmunoterapia útil en estos tipos de cánceres? Especulamos que así es, pero aún es temprano para afirmarlo. En manos de mi doctoranda Karla Montalbán-Hernández están los experimentos adicionales para demostrar su utilidad clínica. 

En una línea diferente pero también usando el sistema de defensa, unos científicos del Instituto Sloan Kettering, de Nueva York, han descubierto un nuevo tipo de soldado antidisturbios que pertenece a la familia conocida por el nombre de células asesinas, aunque con atributos especiales.

Hasta ahora, las células asesinas que en realidad llamamos NK por sus siglas en inglés, Natural Killers, sabíamos que eran capaces de eliminar los tumores si se daban un número importante de condiciones. Pero, esta nueva subpoblación identificada puede hacerlo sin tantas prerrogativas; además tienen la capacidad de no cansarse cuando aparecen los immunocheckpoints de los que te hablé más arriba.

Usar estas células para dirigirlas hacia tumores de difícil acceso parece ser una opción posible. Por ahora funciona en modelos animales, mas es una puerta que se ha abierto para el tratamiento de tumores sólidos.

Por último, quiero volver a Europa y comentarte que un grupo mixto de investigadores holandeses y españoles ha dado con una estrategia para eliminar las células madre de cáncer de colon sin dañar aquellas que no son malignas.

Eliminar las células madre tumorales es un sueño médico, en la mayoría de los casos son ellas las responsables de la metástasis y, además, son resistentes a los tratamientos estándares. Los experimentos publicados han sido realizados en organoides, es decir, pequeños órganos que se obtienen de biopsias de pacientes que replican con precisión las características reales del órgano original, en este caso el colon.

He aquí un gran avance que, a la espera de más investigación, muestra otro camino para acabar con esa plaga que azota a la humanidad desde sus prolegómenos. Me reitero en lo muchas veces dicho: no es magia, es ciencia.