Que las esquizofeministas de Unidas Podemos tienen un cacao en la cabeza que no se aclaran ni ellas es un hecho y no sorprendo a nadie si lo afirmo aquí y ahora. La última ocurrencia, les cuento, es instar al Gobierno para que impulse la investigación de anticonceptivos hormonales masculinos. Y enarbolan para ello la no discriminación por motivos de sexo, prevista en el artículo 14 de nuestra Constitución. 

Pablo Iglesias e Irene Montero, en el Congreso de los Diputados.

Pablo Iglesias e Irene Montero, en el Congreso de los Diputados.

Lo que en su momento supuso para la mujer una revolución, una conquista feminista, una liberación y el control sobre sus derechos sexuales y reproductivos (la legalización de la píldora anticonceptiva) parece ahora una esclavitud desde el punto de vista de las gafas moradas. Dicen las activistas constantes de lo suyo que el uso de la píldora femenina potencia la brecha de género y es una discriminación sexual pues "deja toda la responsabilidad del proceso reproductivo" en manos de las mujeres.

Sólo cabe pensar, entonces, que en nombre del feminismo correcto debemos delegar nuestra libertad sexual (delegar nuestra libertad, menudo oxímoron), irremediablemente unida a la reproductiva (por mucho que hoy hablar de la mujer desde la biología parezca casi anatema), en el hombre. Eso suponiendo que la decisión no sea consensuada, que el asunto y la decisión no fuera cosa de dos.

No puede a veces una dejar de pensar en qué tipo de relaciones tiene esta gente en la intimidad. Esta necesidad de legislar en lo más privado, preocupa. 

Lo gracioso del tema es que, encima y por si fuera poco, en nuestro país no es la píldora el método anticonceptivo más utilizado. Lo es el preservativo. Que es, se lo explico yo por si no lo saben, masculino. ¿Está el hombre siendo discriminado en lo reproductivo por razón de sexo? ¿Recae sobre él toda la responsabilidad? Así, a bulto, a lo Unidas Podemos, yo diría que sí. Pero aquí los datos, ya saben, no cuentan. 

De todos modos, y teniendo en cuenta que la última gran conquista pendiente del feminismo sería la conciliación, no me parece mala idea que sea la mujer la que decida en mayor medida cuándo ser madre y cuándo no.

Pero claro, estamos hablando de una formación política que considera que la mejor manera para conciliar es poner guarderías gratuitas desde los cero años. Tener la posibilidad de dejar a los críos desde el primer día sin gasto alguno a cargo de otro no es conciliar. Es, en todo caso, facilitar la decisión de continuar con el trabajo si se quiere sin que el motivo sea exclusivamente económico.

Y eso, en realidad, poco tiene que ver con conciliar, que sería la posibilidad de compatibilizar trabajo y vida familiar sin que suponga un lastre por motivos de sexo, que es lo que les viene ocurriendo hasta ahora a muchas mujeres. Pero ve tú y explícale a una gritona furibunda que lo que consigue con eso no es la tan necesaria conciliación, sino empujarnos a masculinizar nuestra manera de trabajar. 

Así las cosas, no acaba una de entender qué pretenden. ¿Que sea el hombre quien se encargue de gestionar nuestra libertad sexual en nuestro nombre? ¿Que lo haga el Estado mejor? ¿No nos creen capaces de hacerlo solitas?

Tanto empeño en meterse en nuestras camas y en lo que ocurre en ellas empieza a ser estomagante. Cualquiera diría que no hay problemas reales de los que hacerse cargo. O, peor, que creen realmente, y no sólo parece que lo crean, que la mujer es, por nacimiento, un ser desvalido digno de tutela, cuidado y especial conmiseración

Este feminismo, de tan feminista el pobre y como le dejemos, va a terminar alcanzando por detrás al propio machismo al que dice combatir. Al tiempo.