Fidel y Fraga en 1992.

Fidel y Fraga en 1992.

las preguntas de la semana

La triple F: Fidel, Franco y Fraga ¿y los pastorcillos de Fátima?

27 noviembre, 2016 02:23

Sí. ¿Qué se parece más que dos gallegos? Tres gallegos. ¿Quién se parece más a Fidel Castro que Francisco Franco? Seguramente Manuel Fraga. Aunque, a decir verdad, el orden de factores no altera, tampoco en este caso, el valor de la equivalencia. Salvando las diferencias, claro, porque Castro pasará a la Historia como un líder mundial, pese a la minúscula dimensión del país que controló con mano de hierro, y mal que les pese a los cubanos en general. El general Franco, por mucho que sometió a España a su ferrol control (de férreo y de Ferrol del Caudillo), no llegó a la suela de las botas del Comandante; ni en lo malo ni en lo bueno. Y Manuel Fraga, el pobre, el más preparado de los tres, no pasó de ministro de la Gobernación y de arrancar teléfonos de la pared cuando se enfadaba, actitud más inocua y aséptica que fusilar a gente, como hicieron los dos primeros.

Salvo en Galicia, seguramente no existe en una autonomía española un caso parecido con tres personajes políticos tan relevantes surgidos en un mismo siglo. Fidel Castro, aunque nació en Cuba, sentía Galicia como su segunda cuna. De sus pocos viajes al extranjero (estaba vetado por la comunidad internacional), uno de ellos lo hizo al pueblo de su padre, Láncara, en Lugo, en julio de 1992. Con este viaje a la España Olímpica, Fraga se puso una medalla haciendo los honores en Galicia al dictador cubano. Un año antes, el presidente de la Xunta había sido recibido en La Habana. Se cuenta que en esta visita, Fraga llevó tantas empanadas y queimada a la isla que los cubanos pensaron que ese señor orondo y bamboleante era Papa Nöel imberbe.

Franco, Fidel y Fraga se tenían un sincero afecto. Eran la Santísima Trinidad gallega que unía Galicia con Cuba, de Finisterre a La Habana, a través del Atlántico. Fidel fue el único comunista al que Franco no llamaba así con desprecio. Se refería a él como El galleguito. “Déjenme en paz al galleguito”, decía el general a sus ministros. Durante años, las niñas cubanas pudieran tener muñecas en Navidad gracias a los envíos de España, endulzados con turrón.

A decir verdad, no se sabe si Franco y Castro se sentían más unidos por la sangre gallega o por una manera de entender el régimen de la vida: el control del pueblo a través del partido único, del aislamiento internacional y de la autarquía económica. En el caso del padre fundador de Alianza Popular/Partido Popular, la compenetración afectiva con el líder cubano se asentaba en la figura del padre. Los progenitores del uno y del otro habían emigrado desde Lugo a Cuba casi a la vez y ambos se dedicaron a la explotación agraria. Castro padre, con más éxito: llegó a poseer más de 11.000 hectáreas, con cientos de empleados.

Manuel Fraga falleció el 15 de enero de 2012.

Manuel Fraga falleció el 15 de enero de 2012. Efe

“Haga como yo, no se meta en política”, aconsejó Franco, el muy cínico, a un colaborador. Es lo que hizo a partir del 8 de enero de 1959 Fidel Castro cuando se dirigió a los cubanos en La Habana, tras tomar el poder para el resto de su vida. La intervención del Comandante ante cientos de miles de congregados es digna de ser leída este domingo, con detenimiento, si no tiene usted nada más que hacer durante toda la mañana. Porque le llevará medio día.

Castro comenzó a hablar a primera hora de la noche y a las 1.30 de la madrugada continuaba. Sus palabras constituyen todo un modelo de falta compromiso político: dijo todo lo que no hizo e hizo todo lo que negó. También muy parecido, en eso, a Franco.

El monarca del comunismo fue el líder insuperable de la dialéctica populista. Hugo Chávez, su porquero Maduro, o el epígono Pablo Iglesias, que nunca ha ocultado su procedencia comunista, son parvularios comparados con Fidel Castro.

Estas son unas líneas extraídas de aquella intervención de enero de 1959: “El pueblo es invencible”. “La tiranía ha sido derrotada”. “Al pueblo le interesa mucho si nosotros vamos a hacer bien hecha esta revolución”. “Tiene hoy el pueblo una paz como quería, una paz sin dictadura, una paz sin crimen, una paz sin censura, una paz sin persecución”. (Sí, precisamente). “Porque soy un hombre que sabe renunciar” (Lo demostró). “Los hombres tienen que igualarse primero en méritos”. “Prefiero al pueblo a todas las columnas armadas juntas”. “Les digo que si el pueblo quiere aquí no vuelve a sonar más un tiro en este país”. “En la época de la dictadura la opinión pública no es nada, pero en la época de la libertad la opinión pública lo es todo”. “Nos acostumbraremos a la libertad”. “Si supieran que cuando me reúno con el pueblo se me quita el sueño, el hambre, se me quita todo”...

¡Pueblo, cuántas mentiras y asesinatos se cometen en tu nombre! Fidel Castro, como Franco y como Fraga, eran tres personas muy preocupadas por la muerte. Es casi seguro que Castro no habrá muerto con una reliquia de san Froilán, patrón de Lugo, como Franco lo hizo con el brazo de Santa Teresa de Jesús. La muerte estuvo presente en el primer discurso de Fidel Castro en La Habana, citado más arriba, y en el último, pronunciado en abril de 2016. En 1959 cerró con estas palabras su intervención de madrugada: “Sé, además, que nunca más en nuestras vidas volveremos a presenciar una muchedumbre semejante, excepto el día que muramos, porque nosotros, cuando nos tengan que llevar a la tumba, ese día se volverá a reunir tanta gente como hoy, porque nosotros jamás defraudaremos a nuestros pueblo”. Ese día es hoy.

Una mujer por las calles de La Habana este sábado.

Una mujer por las calles de La Habana este sábado. Reuters

En el pleno del último Congreso del Partido Comunista de Cuba, celebrado el 19 de abril de 2016, Castro adelantó: “Seré yo como los demás. A todos nos llegará nuestro turno. Tal vez sea de las últimas veces que hable en esta sala”. Y cerró con un ¡Fin! Fin de Finesterre, de donde su padre partió más de un siglo antes hacia Cuba.

Franco, Fraga y Fidel, los tres pastorcillos galaicos de la política. Fidel, como si se tratara del tercer secreto (una guerra nuclear) revelado por la Virgen de Fátima a los tres pastorcillos portugueses en 1917, se refirió en su último mitin a un peligro que, leído ahora, suena más inquietante aún, con Trump como presidente de Estados Unidos y Putin en Rusia. Se refirió al mayor peligro para la Tierra hoy: el poder destructivo del armamento moderno. Puso en duda la supervivencia de la humanidad en futuras generaciones, debido también a la escasez de recursos como el agua y la desertización del planeta.

Suena a sarcasmo: el hombre que en 1962 estuvo a punto de provocar una guerra nuclear, al permitir a Kruschev la instalación de misiles soviéticos dirigidos hacia Estados Unidos, preocupado por las armas de destrucción masiva. Justo en el último discurso de la vida. El socio de Kruschev, quien en sus Memorias, escritas a finales de los 60, apartado ya del poder, reflexionó: “La Unión Soviética no puede ser el paraíso comunista, porque no puede haber un paraíso donde se cierran las puertas para que la gente no pueda huir”.

Que es lo que ha sucedido durante la dictadura de Castro, con una Cuba asfixiada por la incapacidad del régimen y por Estados Unidos. También en esto Fidel ganó a los otros dos gallegos: a Franco y, no digamos, a Fraga, un verdadero aperturista comparado con sus paisanos.

Escribió Charles Péguy: “Dichosos los que han muerto por su trozo de tierra”. Si es así, que así sea.

El ocaso del monarca

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Ilustración: Javier Muñoz

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