La decisión del último secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, de "renunciar formalmente" a su acta en el Congreso es congruente con su posición política, contraria a permitir la investidura de Mariano Rajoy, y con el compromiso que él mismo adoptó ante el electorado socialista en las últimas dos elecciones. 

También es una prueba de su lealtad hacia una organización partida en dos y muy enfrentada, precisamente, después de que la gestora ordenase abstenerse a todos los diputados socialistas en la sesión de investidura de esta tarde, según la resolución adoptada por el 59% del Comité Federal.

Paso a un lado

Todas las miradas estaban puestas en Pedro Sánchez , que con su "paso a un lado" para "recorrer pueblo a pueblo" las agrupaciones del PSOE -tal y como ha anunciado- inicia de facto su campaña para intentar recuperar el liderazgo en el próximo congreso del partido. Pedro Sanchez, que visiblemente emocionado exigió a la gestora que ponga ya fecha a ese congreso, se convierte así en el máximo referente del "derecho a votar de los militantes" frente a una dirección interina que, según subrayó, dejará de tener sentido una vez que la cámara apruebe la investidura de Mariano Rajoy.

Esta reflexión del ya exdiputado socialista es un auténtico puyazo a la gestora, y por tanto a la mayoría de la vieja guardia del partido y a Susana Díaz en particular, pues vincula la razón de ser de la actual dirección con la colaboración con el PP.

Candidato de las bases

Sánchez trata de presentarse así como el candidato de las bases frente a un aparato condescendiente con los poderes fácticos que respaldan a Rajoy. Y lo hace además libre de hipotecas: sin el lastre que hubiera supuesto protagonizar, enrocado en su escaño, la desobediencia a las directrices del PSOE. Se trata de una decisión ejemplar y sacrificada, pues para un aspirante a la secretaría general del PSOE es más conveniente estar en el Congreso que fuera de él. Pero de esta manera corta de raíz cualquier crítica encaminada a presentarlo como un rebelde o un traidor.

Además, al reclamar explícitamente a la gestora -a modo de última voluntad- que no tome represalias contra los diputados socialistas que decidan votar en contra de la investidura de Rajoy y, en concreto, que "no rompa nuestra alianza con nuestro partido hermano, el PSC", Sánchez da pie a que sus compañeros voten en conciencia y no se sientan obligados a dejar el acta como él ha hecho.

Es más, en cierto modo da alas a la disidencia, pues sería muy difícil para la dirección justificar ante la militancia la expulsión de los diputados que voten 'No' a Rajoy tras el sacrificio voluntario de Sánchez.

Con esta decisión, el exsecretario general disculpa actitudes y decisiones pretéritas suyas mucho menos ejemplares, como su negativa a dimitir tras perder la votación del Comité Federal, su intento de colocar urnas de tapadillo aquel mismo día, o sus maniobras para impedir que la comisión de garantías ejerciera su función de árbitro.

Pedro Sánchez ha dado en suma una hábil lección de urbanidad democrática, con la que se sitúa en una posición óptima para intentar recuperar el timón del PSOE.