La convocatoria del pleno de investidura debería ser un automatismo inherente a la aceptación del encargo del rey de intentar formar gobierno, pero Mariano Rajoy pretende convertir este trámite en un elemento de presión para allanar su reelección. Es inadmisible que, con la complicidad irresponsable de la presidenta del Congreso, que es a quien corresponde convocar la sesión, Rajoy mantenga parado el reloj democrático.

La estrategia del presidente en funciones es burda. Rajoy quiere trasladar a los demás partidos, y muy en concreto al PSOE, la responsabilidad de que la legislatura ni se ponga en marcha ni concluya formalmente. Lo cierto es que mientras él no cumpla con el articulo 99.2 de la Constitución y no acuda al Congreso a "solicitar la confianza de la Cámara" ni se podrá formar Gobierno, ni el rey podrá designar otro posible candidato, ni se podrán repetir las elecciones. Es decir, sólo al presidente cabe culpar del bloqueo.

El órdago de C's

Albert Rivera tasó la semana pasada su apoyo favorable a Rajoy en la convocatoria urgente del pleno de investidura y en la aceptación de seis condiciones de regeneración democrática que deberían ser de obligado cumplimiento para cualquier partido. Pero ni siquiera el órdago de Ciudadanos sirvió para sacar a Rajoy de la parálisis.

El presidente pidió más tiempo y postergó su respuesta a Rivera a la reunión de este miércoles del comité ejecutivo del PP, donde supuestamente se votarán las propuestas contra la corrupción de Ciudadanos. También hoy se reúne la cúpula del PSOE para reiterar su oposición a Rajoy y a cualquier candidato del PP.

Hace ya 20 días desde que Rajoy aceptó el encargo de Felipe VI. Todo un récord en inmovilismo sin ningún indicio de que la gran incógnita vaya a resolverse. Más aún, mientras Ciudadanos hace lo posible por arrastrar a Rajoy a una investidura fallida entre el 5 y el 9 de septiembre, el PP no descarta retrasarla hasta después de las elecciones autonómicas vascas y gallegas del 25 de septiembre.

Los escaños

Postergar durante más tiempo la votación a Rajoy no puede ser una opción. Un escenario de campaña electoral sólo puede dificultar más la salida de la actual crisis política e institucional. Con un eventual voto favorable de Ciudadanos más el de la diputada de Coalición Canaria, Rajoy acudiría al Congreso con 170 escaños asegurados, a tan sólo seis de los necesarios para salir reelegido y formar Gobierno. Los pactos son a la política lo que la capacidad de persuasión al parlamentarismo, pero el presidente sólo reclama un cheque en blanco.

Rajoy no puede pretender lograr de antemano la abstención del PSOE y que Ciudadanos le guarde un voto favorable si ni siquiera es capaz de aceptar la premisa más elemental para sentarse a negociar. Si no pone fecha y hora a su investidura, Ciudadanos debe retirarle su apoyo, sin esperar un día más, y él debe retirarse y dejar abierta la puerta a otras opciones. Hasta el impensable escenario de unas terceras elecciones tendría más sentido que perpetuar por más tiempo el bloqueo.