Que la sociedad española necesita seguir haciendo progresos en materia de educación, de socialización y de tolerancia lo demuestran episodios como el de la violación de una joven madrileña cometida por cinco hombres en los Sanfermines. Lo que hace particularmente horrendo este suceso que ha conmocionado a la opinión pública es tanto el abuso en grupo como que ninguno de los participantes tuviera un rasgo de lucidez y tratara de hacer entrar en razón al resto. Y el colmo es que dos de ellos son servidores públicos: uno militar y el otro guardia civil.

Pese a los indudables avances que a todos los niveles ha experimentado España en las últimas décadas sigue existiendo una cierta permisividad hacia la mala educación, hacia la violencia incluso, de la misma forma que pervive en las nuevas generaciones un machismo ciertamente preocupante.

Uno de los encarcelados por la salvaje violación es José Ángel Prenda, miembro de la peña radical sevillista Biris, para quien su abogado ha pedido la excarcelación argumentado que no hubo violación sino relaciones "consentidas". Un gran tatuaje en el vientre con su apellido ha servido para que la víctima lo identificase. Prenda, que hace honor a la acepción más vulgar de su apellido, es la imagen de esa España atrasada moralmente que se alimenta de múltiples factores, ya sea de entornos desestructurados, de la sensación general de impunidad producto de una tolerancia mal entendida, de la pérdida de modelos de virtud, de unas televisiones que se regodean en la zafiedad... Esa España que tanto recuerda la que caricaturiza Santiago Segura en Torrente, y que sigue estando ahí, es la que debemos combatir.