Los líderes europeos han encajado la resaca del bréxit entre la estupefacción y el enfado mientras se procedía al recuento de daños de este histórico viernes negro. Los dirigentes de las dos principales potencias, François Hollande y Angela Merkel, y los principales responsables comunitarios se han conjurado contra un posible efecto contagio que acabe mandando al traste 60 años de andadura común. 

Habrá que esperar a la cumbre del próximo martes para ver cómo piensa la UE rescatarse a sí misma de la pérdida de una de sus principales economías -además de contribuyente neto- pero en el horizonte se abre una disyuntiva clara: o Europa convierte la gestión del brexit en una vacuna contra el virus de la eurofobia o se arriesgará a la descomposición.

Los retos

Los retos compartidos son embridar la volatilidad de los mercados, defender el proyecto del euro, gestionar el desenganche de Reino Unido con una respuesta adecuada a la irresponsabilidad de Londres, desactivar el euroescepticismo con la eficacia en la resolución de los problemas comunes y hacer lo posible por insuflar al club de los restantes 27 la confianza necesaria para superar el trauma.

Por lo que respecta a la resaca de la pérdida británica, los mercados empezaron a acusar el resultado del referéndum nada más abrir sus puertas. Al desplome de la libra esterlina y -en menor medida- del euro siguió una caída generalizada de los parqués con especial incidencia en la Bolsa de Madrid, que se despeñó un 12,35%. Si el Ibex 35 ha registrado la mayor caída de su historia es porque los bancos y las grandes empresas españolas, con mucho negocio en Reino Unido, han sido las primeras del continente en acusar el golpe. La rápida reacción del BCE, que se empleó a fondo en la compra de deudas periféricas demuestra que las principales instituciones europeas han preparado planes de emergencia: hay que confiar en que tengan un correlato político.

Responder a Londres

Por lo que refiere a la respuesta que merece Londres, el presidente de la Eurocámara, Martin Schulz, no ha dudado en subrayar que marcharse supondrá "quedar fuera del mercado común". También el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, ha apostado por negociar "cuanto antes" la salida británica.

Permitir que Reino Unido disfrute a partir de ahora de un marco especial de relaciones comerciales con la UE sería tanto como estimular la eurofobia. Más aún cuando en Francia, Holanda e Italia los partidos de extrema derecha han celebrado el bréxit pidiendo referendos, y cuando ni siquiera se puede confiar en que Gran Bretaña sea capaz de contener a los independentistas escoceses e irlandeses.

Circulación de personas

Queda también por despejar las consecuencias del brexit sobre la libre circulación de personas. Lo lógico es que dependa de las relaciones bilaterales entre el Reino Unido y los distintos países en función de sus respectivos intereses y del principio de reciprocidad.

No se trata de actuar con resentimiento, sino de tratar a Reino Unido como lo que es: un líder histórico que ha decidido abandonar la casa común pese a que disponía del mejor dormitorio. Europa está abocada a una revisión en profundidad de su funcionamiento interno y también externo. El único modo de que Europa siga siendo un espacio de prosperidad, paz y seguridad es seguir hacia el federalismo político y económico.