Europa y su aliados contendrán este jueves la respiración hasta conocer, la próxima madrugada, el resultado del referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la UE. Los sondeos son tan ajustados que el 11% de indecisos de 46,5 millones de británicos que se han inscrito para votar decidirán la supervivencia o no del marco político y económico del continente. No parece pues exagerado afirmar que nunca tan pocos iban a determinar el futuro de tantos, pues apenas cinco millones de personas decidirán sobre un conjunto de 508 millones.

Las consecuencias políticas y económicas de un eventual brexit serían de tal magnitud, y el futuro de Europa y la salida de la crisis global tan inciertos, que no es de extrañar que la ONU, la OCDE, el FMI, la propia UE o países de cultura anglosajona como EEUU, Australia y Nueva Zelanda se hayan pronunciado a favor de la permanencia de Reino Unido en el club de los 28.
La implicación directa de dirigentes políticos y celebridades de todos los ámbitos en la campaña a favor del remain da idea de hasta qué punto el referéndum británico tiene una dimensión internacional. También permite entrever la irresponsabilidad histórica en que incurrió el premier David Cameron cuando, para solventar el debate abierto por los euroescépticos de su partido, decidió convocar esta consulta.

Jo Cox

El referéndum ha generado ya una división que trasciende las diferencias habituales entre partidos. Los partidarios de romper amarras lo conforman un batiburrillo de nostálgicos imperialistas, conservadores euroescépticos, eurófobos de extrema derecha y populistas de todo pelaje. Han logrado predicamento entre las clases medias y trabajadoras más castigadas por la crisis y en buena parte del electorado joven mediante una campaña basada en la idealización de la independencia de Bruselas, la absurda culpabilización de Europa y el espantajo de la amenaza de la invasión extranjera. El episodio más trágico fue el asesinato de la parlamentaria laborista Jo Cox, firme defensora del remain, a manos de un demente filonazi.

Los partidarios de la permanencia, incluido Cameron, a rebufo de las mentiras y ensoñaciones de los partidarios del leave, han alertado del escenario de incertidumbre que se aventura tras el precipicio aislacionista.

Factura del 'brexit'

En términos económicos, a corto plazo, la victoria del leave provocaría la vertiginosa volatilidad de las Bolsas, con lo que ello conlleva de inestabilidad generalizada, tal y como han advertido Mario Draghi, quien ya tiene previsto inyectar más liquidez a los mercados. A medio y largo plazo, la libra se desplomaría, lo que reduciría mucho el poder adquisitivo de los británicos. La ruptura abocaría a nuevas subidas de impuestos para mantener la sanidad y las pensiones en Reino Unido. El brexit podría abocar además a la imposición de aranceles, lo que acabaría perjudicando el comercio entre las islas y el continente.

Los partidarios de marcharse han insistido en que la ruptura con la UE no afectaría casi porque Bruselas se vería abocada a tragar de nuevo con la excepcionalidad británica, y, por contra, mejorarían sus relaciones con EEUU, pero Barak Obama ha negado este extremo y ha hecho campaña activa por la permanencia.

España afectada

Para España el referéndum de hoy tiene especial trascendencia. Hay 200.000 españoles residiendo en Reino Unido y medio millón de súbditos británcios asentados en nuestro país, que podrían ver restringidos su capacidad de movimiento por la exigencia de visados, así como su derecho a la prestación sanitaria. Además, un cuarto de los 70 millones de turistas extranjeros proceden de las islas, donde hay asentadas 350 grandes empresas españolas. Del mismo modo, 470 gigantes británicos dan trabajo en España a casi 100.000 personas. Un cambio drástico del estatus actual retraería el turismo y la venta de viviendas a ingleses en nuestro país.

En términos políticos, no cabe duda de que la complicada relación entre Madrid y Londres por la cuestión de Gibraltar se tensaría, y la colaboración de los servicios secretos también se vería afectada. Es lamentable que el irresponsable aventurerismo democrático de Cameron, del que ya debió de salir escaldado con la nefasta experiencia del referéndum escocés, haya abocado a Reino Unido y a Europa tan cerca del precipicio. Hay muchos motivos para desear que Reino Unido continúe formando parte del proyecto que más décadas de prosperidad y paz ha procurado al continente en toda su historia.