Sólo alguien a quien no le ha ido un debate todo lo bien que le hubiera gustado se justifica asegurando que no necesitaba comparecer porque él va "segundo" en las encuestas y quien tiene enfrente, "cuarto". Y eso es lo que hizo Pablo Iglesias en la última parte del cara a cara en La Sexta.

Sin embargo no fue Iglesias el perdedor de la noche. Sus simpatizantes se reconocieron a buen seguro en su verbo efervescente y ahí no habrá extraviado un solo voto. Tan cierto como que es probable que no ganara muchos. Y esa es una buena noticia para Pedro Sánchez. El esfuerzo de Iglesias por atemperar su imagen, que ya tuvo su prólogo en la presentación del logotipo y lema de campaña en plan "All you need is love", no halló terreno donde florecer. 

Albert Rivera, por su parte, sumó dos puntos que pueden resultarle útiles. El primero, demostrar a la gente que puede encontrar en él un buen dique de contención contra Iglesias. El antagonista de Podemos ya no es solo el PP.

Tomás Serrano

El segundo tiene que ver con el votante fronterizo, espacio donde Rivera más tiene que ganar o perder. A quienes no desean votar a Rajoy o llevan idea de hacerlo tapándose la nariz, conservadores que preferirían otro candidato y una colaboración con Ciudadanos para contrarrestar a la izquierda, Rivera les dio su compromiso de que únicamente pactará con un PP que presente a la investidura otro aspirante y "nuevos equipos". Es decir, no sólo se ofrece como llave para encerrar a Iglesias, sino como aquella que podrá abrir la puerta para que se marche Rajoy. ¿Hay voto más útil que ese en el centro derecha?

Iglesias no perdió y Rivera ha podido ganar, pero el derrotado esta vez fue Jordi Évole. No fue neutral. Hay dos momentos que lo delatan.

El moderador le echó un cable a Iglesias en uno de los asuntos que más le incomodan: Venezuela. Évole recabó enigmáticamente la opinión de ambos candidatos acerca de Lucía Méndez para, una vez confesado el respeto que sentían por la periodista, citar uno de sus artículos en el que criticaba a quienes invocan a Venezuela en la precampaña habiendo un 22% de españoles que vive por debajo del umbral de pobreza.

En el otro trance, Évole directamente le salvó el debate a Pablo Iglesias. Permitió que el líder de Podemos desmintiera una y otra vez que hubiera llamado "criminal" a Amancio Ortega en Twitter, tal y como aseguraba Rivera. El periodista tenía a la distancia de un clic saber quién decía verdad y quién mentía. Habría bastado con que tocara la tableta que sostenía en la mano para que la audiencia supiera al instante que la palabra que Iglesias utilizó para referirse al empresario gallego no fue"criminal", sino mucho peor: "terrorista". Sí recurrió a ella, por ejemplo, para echarle en cara a Rivera unas declaraciones sobre las "ventajas" de las dictaduras.Así actúa un árbitro ¿casero?