Al final, todo es comunicación. Al final, todo es vender. Y esas dos cosas nadie las hace mejor que Podemos. Lo han venido demostrando estos últimos dos años, pasando de habitar –provisionalmente– plazas en la calle a ocupar escaños –también provisionalmente– en el Congreso. Su nueva apuesta, que parece un todo o nada que se acerca más a lo primero, la del corazón como logo y la sonrisa como lema, arrasará.

En un mundo en el que la imagen es casi todo, ellos son la imagen. Su producto es todo imagen. Y de la buena. Cuando todo es gris y llevamos sin Gobierno demasiado tiempo, cuando la corrupción aparece de forma constante a uno y a otro lado y la gente está harta de oír siempre los mismos mensajes, cansinos y aburridos, Podemos sale, tras engullir a IU y hacerse con el Unidos, con "La sonrisa de un país". Si se trata de apelar, apelan a todos.

Obviamente, no todo el mundo compra ese producto. Sería imposible que así fuera. Pero no deja de ser cierto que el corazón y la sonrisa optan a la estatuilla de mejor decorado electoral. Y eso, en estos tiempos ingobernables, en estos momentos de delicados equilibrios, significa mucho.

Mientras Rajoy pretende repetir casi literalmente su campaña anterior y minimizar sus apariciones públicas –no vaya a equivocarse–; mientras Sánchez sigue librando una lucha interna agravada por la caída en intención de voto del PSOE y castigada por la investigación a los expresidentes Chaves y Griñán; y mientras Rivera intenta sortear la pinza con esquemas que resultan tan de sentido común que casi aburren, por lógicos y coherentes, Unidos Podemos sale, de morado, con una sonrisa y un corazón. Brillante.

El mensaje resulta humano, y su eficacia puede multiplicarse exponencialmente debido a que Iglesias está, omnipresente, en todos los programas de televisión; desde los más innecesarios a los más serios, si alguno lo es. De Susanna Grisso a Joaquín Reyes; del Feis to feis de Cuatro al Dos días y una noche de Antena 3.

Y, por si faltaba algo, por si no fuera suficiente, ahora tendremos a Pablo y a los demás líderes de la formación morada también en el cine. El cineasta Fernando León de Aranoa, director de las extraordinarias Un día perfecto, Los lunes al sol o Familia, examina sin filtros –o eso dicen unos y otros–, a Podemos. Y lo enseña todo. Cuando las enseñas voluntariamente, las vergüenzas parecen menos de lo que son. Y cuando dejas que otro las cuente, las conquistas parecen mayores.

El éxito de Podemos se debe al fracaso de los demás. A la corrupción de unos y la ineptitud de otros; pero, también, sin duda, a la capacidad para proyectar con extrema brillantez la imagen de este producto; de esta ideología; de este candidato. Será humo, será mentira, será lo que sea, pero vaya si lo venden bien. Cada vez, mejor: ahora, hasta puedes ver a Pablo, quizá camino de la Moncloa –si el PSOE quiere– en una pantalla gigante mientras consumes palomitas.