Debido a su carácter artificioso, las representaciones pueden ser suplantadas en cualquier instante. Ninguna queda a salvo pues ninguna representación es imprescindible. El ejemplo lo encontramos en las llamadas cuentas Fake de las redes sociales, en concreto en Twitter, la red del pajarito que se presta mucho.

La última suplantación ha sido la de Vargas Llosa, que hace tiempo que dejó de ser un hombre que escribe para convertirse en la representación de un escritor; mera mercancía de una industria llamada cultural y, por definición, una paradoja en sí mismo.
Tal vez el secreto del talento de Vargas Llosa resida en esa misma contradicción que arranca desde los tiempos de Heráclito y que alcanza su momento contemporáneo en Hegel cuando nos enseña que sólo la síntesis supera a los términos opuestos.

En el caso de Vargas Llosa, se podría decir que su talento narrativo es la sintesis de sus contradicciones. Cualquiera que haya leído Conversación en La Catedral, sabe a lo que me refiero. Sin embargo, no se puede decir lo mismo de sus artículos, donde bendice el poder político siempre y cuando esté subordinado al poder financiero. Toda una paradoja
para un hombre cuyo oficio se debe al poder de la palabra.

Cada vez que expone su opinión, Vargas Llosa viene a decir que la realidad hace trampas porque la realidad no se ajusta al modelo económico que él bendice. Pienso que no soy el único que se ha dado cuenta pero Vargas Llosa anda, desde hace tiempo, con anemia en sus argumentos. A veces me pregunto si esto se debe a una visión deformada del mundo, un punto de vista sustentado en perversas doctrinas económicas que consideran que el planeta, y por lo tanto el hombre, son algo mecánico. Porque nada más lejos de lo natural, en sus artículos Vargas Llosa no contempla el mundo como algo orgánico, tampoco contempla así al hombre, ni el oficio, sino que entrega el poder de la palabra a la mano invisible del mercado, para que le escriba la opinión, convirtiéndose en una representación mecánica del capitalismo de estos tiempos, representado por el capital ficticio, trampa de la globalización.

Pero no vine aquí para decir lo jodido que anda Perú, sino para felicitar a Mario Vargas Llosa por sus ochenta años, que imagino que no cumplirá pues para eso han de servir también las representaciones; para que cumplan años por uno. De lo contrario, no se explica.