Cuando Europa se aburre ya no hay revoluciones con libros y besos y flores, como en el París del 68. Cuando Europa se aburre, en sus babeles de barrio lo que crecen son ratas, como el asesino de París, que huía como una ídem cuando le quiscó la cuestionada pasma belga y le perdigonó en la pata. Estos mártires 3.0 saben que después de rematar a un cristiano que se desangra, a ellos, combatientes de las pocas luces y de la diarrea teológica, no les esperan ni paraíso, ni vírgenes ni leches. Y así se revienten con un cinturón en un descampado.

El ISIS es una mafia internacional del dolor con cargo a un Alá al que van moldeando en cada foro de internet. Hasta le ponen cara, que ellos no pasaron por la madrasa y sí, quizá, por la escuela pública y laica. Después de fumarse un porro en los bloques feos de Molenbeek, el yihadista tipo extraña eso de ser un hombre, piensa el qué hago con mi vida, y se va a Siria a pegarle al kalashnikov y a comer polvo en el desierto.

Matar sale barato; acojonar al personal y cuestionar los valores europeos es una minucia comparado con el petróleo que chulean. Después, a la vuelta, el cabestro viene con alma de muyahidín y con lo justo de Química y explosivos para democratizar el Infierno en aquel país que vio prosperar a sus abuelos. La yihad empezó en un garaje.

Tras los atentados queda un silencio de miedo en la gran ciudad. Y pensamos rápidamente en que con sus corruptos y sus tránsfugas, con sus miserias y sus cosas, Europa es el paisaje menos malo para el Hombre. Que no hay mayor placer que ser un infiel, comer carne en Viernes Santo, y encomendarnos al Altísimo -o a Santa Bárbara- sólo cuándo atruena. Palabra de cruzado.

Atentar en Bruselas es atentar a esa Europa que nos quitó de la morisma y nos pegó a Suecia. Porque Europa, vagamente, es mucho más que esas torres acristaladas de Bruselas por donde Rajoy pasea su inopia con intérprete. Es una forma de entender la vida.

Mas otra vez más vuelven a dar una puñalada en las entrañas de lo que creo: Occidente con sus cosas buenas y regulares. Quiero creer que no pasarán, que no valdrán las medias tintas de aquellos que ven la geopolítica como una película de Disney. Que los populismos se guardarán de las bengalas a las mezquitas, que suscribirán el pacto antiyihadista.

Hoy lloro por la Libertad, por Europa y sus héroes inopinados que son, de nuevo, triste carne quemada. Y ciudadanos comunes que pasaban por allí. Y triste carne quemada.