De todas las figuras literarias, la metáfora es la más influyente. Su poder reside en que la imagen -conseguida a partir de la palabra- acude al cerebro sin necesidad de pasar por el filtro de la retina. Pionero en el arte de su uso fue Heráclito, que explicó el fluir del tiempo utilizando la imagen de un río mucho antes de que se inventaran los relojes. 

Así nos vino a contar Heráclito que ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces. Porque ni el hombre ni el agua ya serán los mismos. En este aforismo puede quedar contenido todo el PSOE, desde la muerte de Franco hasta nuestros días. Aunque las aguas fluyan, no dejan de ser las aguas del mismo río donde se lavó la sangre que bajaba de las cloacas de la Razón de Estado.

Ocurrió durante el Felipato. El sumidero de aguas sucias, la herencia de Billy el niño y de tantos otros funcionarios con placa y pistola, fue un legado al que Felipe González no renunció. Se hundiría en sus aguas con gusto.

El día 21 de marzo de 1995, el diario El Mundo daba la noticia en primera. Los cuerpos de Lasa y Zabala fueron encontrados en una fosa cubierta de cal viva. Con aquella información se levantó acta periodística para denunciar los cuajarones de sangre que atascaban el sumidero de nuestra democracia.

La semana pasada, Pablo Iglesias convirtió el pasado en memoria viva del tiempo presente. Para ello utilizó una metáfora donde el término real, la cal, se combinaba con el término imaginario, es decir, con el pasado de Felipe González.

En la bancada socialista, en vez de reconocer el acierto, se enfadaron, dando a entender que para ellos el término real sigue siendo el pasado de Felipe González y el término imaginario no es otro que la cal viva. Con el fundamento de la Razón de Estado los del PSOE no admiten bromas. Tampoco metáforas.

Un ejemplo ha sido el tuit de Adriana Lastra donde revela lo que puede llegar a ofender la memoria cuando se hace figura literaria y va más allá de la retina del verdugo. El citado tuit destila las aguas sucias que arrastra el PSOE desde que cruzó la línea que le separó del socialismo; la misma línea que Felipe González marcó con cal viva.

Delinquir siempre será más infame, más ruin y más miserable que denunciar el delito. Por favor, Adriana no cambies los términos.