La reunión que este viernes mantuvieron Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ha servido para que se visualice un cambio de papeles. El líder de Podemos parece haber renunciado definitivamente al discurso de lo viejo y de lo nuevo, de la casta y de la gente, de los de arriba y los de abajo, para volver a la tradicional dicotomía entre izquierda y derecha. Es más, Iglesias llevó al extremo esa división y le planteó a Sánchez como condición sine qua non para poder llegar a un acuerdo "de progreso, reformista y de cambio" que deje a Albert Rivera al margen de cualquier negociación.

El líder del PSOE se mostró firme. No sólo no cedió al ultimátum, sino que acusó a Iglesias de hacer un planteamiento "excluyente". Horas más tarde, representantes del PSOE y de Ciudadanos iniciaron formalmente las conversaciones.

Las propuestas de C's

La exageración de Iglesias al presentar a Rivera como a un reaccionario, asegurando además que un acuerdo con él "sería un gobierno con el PP en diferido", le hace perder credibilidad y acentúa su perfil radical. Sobre todo cuando, tras conocerse las propuestas que Ciudadanos ha llevado a la reunión con el PSOE, ha quedado patente su carácter regenerador.

Entre esas medidas están la reforma de la ley de partidos para incrementar la democracia interna, una modificación de la ley electoral que mejore la proporcionalidad, normas contra la corrupción en los partidos y en la Administración, la despolitización de la Justicia y de sus órganos de gobierno, cambios normativos que garanticen la neutralidad y la profesionalidad de los órganos reguladores en sectores oligopolísticos cuyos servicios afectan directamente al ciudadano, la puesta en marcha de un complemento salarial para las rentas más bajas, la aprobación de una ley de segunda oportunidad que garantice la no embargabilidad de la vivienda habitual, un plan de lucha contra la precariedad laboral...

Se trata de un conjunto de propuestas muy concretas que muchos calificarían de "reformistas, de progreso y de cambio", que no se pueden despachar frívolamente, y que tarde o temprano obligarán a pronunciarse al resto de formaciones. Ahora bien, el enroque de Podemos, que además insiste en iniciativas como el referéndum de autodeterminación de Cataluña y la creación del Ministerio de plurinacionalidad, hace muy difícil, si no imposible, un entendimiento con el PSOE.

Dispuestos a entenderse

Por contra, y aunque estamos aún al principio de las conversaciones, empieza a verse que hay bases serias para un posible pacto entre los socialistas y Ciudadanos. Sería un pacto aritméticamente insuficiente, pero que permitiría poner de manifiesto que hay dos formaciones dispuestas a entenderse para sacar al país del atolladero. Y si hubiera votación de investidura y PP y Podemos la abortaran, ambos tendrían que justificar esa sintonía que les lleva a coincidir una y otra vez desde el 20-D.

El hecho de que Sánchez y Rivera lleven la iniciativa está propiciando los errores de Rajoy y de Iglesias, que han quedado fuera de juego. En su reunión con Sánchez, el líder de Podemos resucitó el maniqueísmo y abrazó posiciones maximalistas que no le benefician, porque al final queda la sensación de que, o el barco se lleva como él dice o lo hace naufragar. Eso lo ha aprovechado Sánchez que, con habilidad, ya se presenta como verdadero defensor de la nueva política y acusa a los dirigentes de Podemos de no haber entendido que la sociedad española reclama diálogo y pacto, y no "un Gobierno frentista".