Señor Maduro, presidente en hortera de la noble Venezuela, luz cegata y a tiros de la revolución bolivariana, libertador que no liberta nada, censor del pueblo. Señor Nicolás Maduro, césar caribeño con algo de tiroides que no termina de curársele entre que su gente va famélica y armada por las calles; gente que se le mata por harina y por huevos en cada semáforo. Señor Maduro: leo que ha dicho usted hace poco que Mariano Rajoy va por el mundo con una actitud “intervencionista”, “racista” y “colonialista”.

Y eso que ya sabe usted, señor Maduro, que no soy yo mucho de opinar sobre lo que ocurre más allá de mis cuatro esquinas, pero es que de Rajoy me habla de oídas. Fíjese que atribuye una actitud colonialista a un Rajoy que, de normal, carece de actitud –y de aptitud-, alguien que nos ha dejado un pufo moral que ya le contaré, ya. Que sí, que ha gobernado y que gobierna en funciones, pero es que de Rajoy y de sus desaciertos, de sus SMS y sus tesoreros, nos curamos nosotros. O eso creo.

Señor Maduro, cuando se violan los derechos humanos y se lamina y acojona a la oposición, cuando se vejan las libertades, hay que actuar: en Madrid, en la ONU o en plasma. Le concedo que Mariano Rajoy no es ni Obama ni el Papa Francisco en el plano mundial; que es un segundón con traductor y con más fango que sombras, pero es que entre la corrupción sistemática y la represión: entre lo suyo y el marianismo, hay un trecho como la Mar Océana. Aquí en España tiene, señor Maduro, a unos voceros suyos, politólogos majetes, que le llevan bien la embajada bolivariana los sábados en prime time y que le saludan.

Que sí, que a Rajoy se la traen floja, como usted dice, “los desahucios, la gente sin vivienda, el desempleo”. Bien. Pero acuérdese de aquello que Roosevelt dijo de Somoza. Yo se lo adapto: “Puede ser que Mariano Rajoy sea lo que usted diga, pero es nuestro Rajoy”. Aunque después a usted, orondo Maduro, lo aplaudirán en las diversas lenguas del Estado unos señores plurales, anarcobolivarianos, que cualquier día aparecen con su chándal de las grandes citas en el Congreso español.

Y dele recuerdos a sus cinco milicos. También al Comandante Pajarito, que no sé si por las noches ya le visita. Y cuide de su petróleo, que yo cuidaré de mis corruptos y de mis parados.