En las elecciones de 2004, PP y PSOE acapararon el 83,8% de los votos. Cuatro años más tarde los dos partidos mayoritarios concentraron el 73,3% de los sufragios. Este domingo, sin embargo, el porcentaje recabado por populares y socialistas ha quedado reducido al 50,8% de las papeletas. Ya no queda duda de que, tal como pronosticaban las encuestas, el 20-D pasará a la historia como la jornada electoral que puso fin al modelo bipartidista sobre el que se ha sustentado nuestra democracia desde 1977. 

El Congreso de los Diputados que alumbran estos comicios está fragmentado en cuatro grandes partidos, que se reparten 322 de los 350 escaños, más otros 28 diputados de seis formaciones minoritarias. Por la relación de fuerzas, el nuevo Parlamento se parecerá más al francés cuando los votos del centroderecha se los repartían Giscard d'Estaing y Chirac, y los de izquierdas Mitterrand y el comunista Marchais, que al conocido en España durante los últimos 38 años. Y en lo que al juego político se refiere, el nuevo escenario obligará a una dinámica de alianzas más parecida a la que vemos en la serie danesa Borgen que al típico parlamentarismo de rodillo.

El problema es que las únicas mayorías absolutas serían las de una gran coalición entre PP y PSOE imposible en términos políticos, o una suma de los partidos de izquierdas con los separatistas. Este es el envenenado legado de Rajoy.

El PP gana con los peores resultados

La nueva composición parlamentaria obliga a dejar de lado los análisis simplistas a los que se aferra el PP. Ya dijimos que nunca como en estas elecciones sería tan relativo ganar o perder, ya que nunca como hasta ahora dependerán de los legítimos acuerdos poselectorales las consecuencias del resultado de las urnas.

Es verdad que el PP ha ganado, como vaticinaban los sondeos, pero también es cierto que Mariano Rajoy no podrá gobernar siquiera apoyándose en los 40 diputados obtenidos por Ciudadanos. En cuatro años, con Rajoy al frente, más de 3,5 millones de votantes han dejado de confiar en el PP, que pasa de 186 a 122 diputados. Es un descalabro sin paliativos. Rajoy ha ganado las elecciones con un resultado muy inferior al que obtuvo en 2004 y en 2008, cuando perdió ante Zapatero. La aparición de Ciudadanos y Podemos jugaba en su contra, pero la sangría de votos supera las peores expectativas.

Pedro Sánchez en la encrucijada


El ocaso del bipartidismo ha tenido su correlato en que sus dos máximos representantes han sido los dos grandes perdedores en estas elecciones. Si la victoria de Rajoy sólo puede calificarse de pírrica, la derrota del PSOE no va a ser menos dolorosa para el actual secretario general. El PSOE obtuvo en 2011 6,9 millones de votos, un 28% de los sufragios y 110 escaños. En estos comicios se ha dejando seis puntos, 1,5 millones de papeletas y 19 diputados. Sin embargo, encabeza la fuerza con más escaños de la izquierda y podría terminar en la Moncloa si pacta con Podemos o incluso con Ciudadanos.

Pablo Iglesias, líder de la oposición

Podemos ha cosechado un resultado espectacular, tras una gran campaña en la que Pablo Iglesias ha hecho de su anuncio de "remontada" una profecía autocumplida. Podemos, que no existía hace cuatro años, ha obtenido casi cinco millones de votos con el 20,6% de los sufragios y 69 diputados apoyado en las mareas, Compromís y el partido de Ada Colau.

Su falta de implantación en zonas rurales y pequeños muncipios, donde conseguir escaños es más barato por la Ley d'Hont, ha mermado su representatividad frente a los viejos partidos. No obstante, su espectacular avance lo convierte en el vencedor moral entre los partidos de izquierdas. De su capacidad para hacer valer una posición unívoca en un grupo parlamentario heterogéneo dependerá el aprovechamiento o no de esta oportunidad.

Ciudadanos, un modesto buen resultado

Con el 13,9% de los votos y 3,4 millones de papeletas, Ciudadanos se convierte en la cuarta fuerza política, muy por detrás de Podemos. Es un buen resultado, aunque inferior a las expectativas que les daban las encuestas, que llegaron a situar al partido de Albert Rivera frisando el segundo puesto. Si reparamos en el número de votos y lo comparamos con el exiguo resultado de la Unidad Popular de Alberto Garzón (2 escaños) queda claro que no hay una opción a la izquierda del PSOE alternativa a Podemos. Del resto de minoritarios, el resultado de los partidos independentistas y nacionalistas (ERC 9, Democràcia i Llibertat 8, PNV 6 y Bildu 2) en un Parlamento tan atomizado abre un escenario preocupante, porque sus diputados pueden condicionar los pactos.

El escenario parlamentario está aún muy abierto como para adelantar hipótesis de Gobierno sin aguardar las rondas de negociaciones entre los líderes. Un Congreso de los Diputados tan dividido, en el que los mayoritarios parecen ser irreconciliables, con un líder del PSOE en horas bajas frente al pujante Pablo Iglesias, en el que Ciudadanos no puede abrazarse a Mariano Rajoy y su pasado, y con partidos independentistas decididos a romper la baraja, no es el mejor de los horizontes en términos de estabilidad política.