Pedro Sánchez ganó con claridad el debate televisado con Mariano Rajoy en su última oportunidad para tratar de reconducir su campaña y frenar la sangría de votos hacia Ciudadanos y Podemos, ausentes injustamente en el plató. Si lo logra o no, lo dirán las urnas el domingo, pero el candidato socialista aprovechó la oportunidad. En cambio, Rajoy quedó tan en evidencia que es posible que muchos de los votantes que dudaban si depositar o no su confianza en el PP desistan de hacerlo.

Sánchez demostró que Rajoy es muy vulnerable. Nunca, en ningún otro debate entre candidatos, un presidente del Gobierno había recibido tal tunda. Ni siquiera el "váyase señor González" de Aznar es comparable al "usted no es un político decente", que quedará para siempre como recuerdo de este enfrentamiento, el último del bipartidismo.

Sánchez llevó siempre la iniciativa, ganaba a los puntos el cara a cara económico y desde el principio había mencionado a Rato y Bárcenas, pero todo se precipitó cuando llegó el tiempo dedicado expresamente a la corrupción. "Usted no debería ser candidato". "Usted debería haber dimitido". "Usted ha enviado mensajes a un delincuente". "Usted permitió que Cospedal mintiera hablando del pago en diferido a Bárcenas". "La sede del PP ha sido rehabilitida con dinero B". "Si usted sigue, el coste para nuestra democracia es enorme". "Usted no es un político decente". Todas estas afirmaciones cayeron como un chaparrón sobre un Rajoy que encajaba un golpe tras otro como un boxeador grogui.

"Ruin, mezquino y miserable"

El candidato del PP, herido en su orgullo, sólo pudo defender su honorabilidad con más aspavientos que argumentos. "Hasta ahí hemos llegado", contestó cuando ya hacía un rato que estaba recibiendo una paliza dialéctica. Entonces explotó y acusó al socialista repetidamente de ser "ruin, mezquino y miserable". El presidente del Gobierno estaba tan nervisoso que en la primera ocasión dijo "ruiz" en lugar de "ruin".

Sánchez, sin perder la calma, insitió en su acometida. Para zafarse, Rajoy le reprochó entonces que no hubiera presentado una moción de censura en su momento -a sabiendas de que se hubiera estrellado contra la mayoría absoluta del PP-, también le recordó el caso de los ERE de Andalucía y un escándalo en Galicia. Sánchez repuso sin inmutarse: "Estamos hablando de usted y yo".

Hasta Manuel Campo Vidal se vio en la necesidad de intervenir, como el árbitro que en el ring separa a los contendientes para evitar que el castigo sea excesivamente duro para el más débil. A partir de ese momento sobró el resto del debate. Sánchez se creció, se gustó y fulminó a un Rajoy que acabó absolutamente apagado. Incluso le llamó viejo, al definirlo como un "político del siglo pasado".

Faltaron los sobresueldos

Lo único que le faltó a Sánchez fue argumentar que la razón de la indecencia política de Rajoy reside en que sus mensajes al tesorero del PP no eran para proteger la imagen del partido, sino para impedir que pudiera demostrarse que él había cobrado sobresueldos ilegales cuando era ministro. La portada de El Mundo que reflejaba ese hecho es la que exhibió Albert Rivera en el debate televisado a cuatro. El candidato socialista, perdedor en aquella ocasión y temeroso de la caída que le vaticinan los sondeos, había llegado al debate dispuesto a recuperar posiciones a trompadas. De hecho, con el apretón de manos inicial acabó el protocolo de las buenas formas.

Ya en la primera respuesta, cuando el moderador preguntó a ambos por su proyecto para España, el líder socialista dejó claro que su estrategia era buscar el cuerpo a cuerpo y acorralar a Rajoy con la corrupción. También lo presentó como el "presidente del plasma", alguien "que no rinde cuentas", imagen que Rajoy ha intentado sacudirse durante la campaña visitando programas televisivos confortables.

Del rescate al aborto

Pedro Sánchez hizo lo posible por mantener bien regado desde el principio el barro del enfrentamiento con dos preguntas expeditivas: "¿Hubo o no hubo rescate, señor Rajoy?". "¿Cree usted que sobran universitarios en España como dijo su ministro, sí o no?". Y sufrió el único resbalón en las dos horas de careo cuando recriminó al presidente haber recortado la libertad de elección de las mujeres a ser madres, sin atreverse a citar la ley del aborto. Ahí Rajoy lo desarmó pidiéndole una y otra vez que explicara a qué se refería sin encontrar respuesta en el socialista.

Con todo, el líder del PSOE se impuso claramente y deja muy tocado a ojos de los españoles a Rajoy. El presidente del Gobierno afeó a Sánchez su dureza y agresividad, y le dijo a modo de maldición profética que sus acusaciones le acompañarán toda la vida. Se equivoca. Será él quien no se podrá despegar nunca de los SMS, mientras que a Sánchez se le recordará por la claridad y el coraje de su denuncia ante las cámaras de televisión. Lo ocurrido es la prueba que Rajoy nunca debió ser el candidato del PP en estas elecciones.