Cuenta Ana I. Gracia en este periódico que en el PP asumen que Rajoy es un punto débil frente al 20-D. Rajoy es, además de un punto débil, un punto filipino al que se le aplauden las ausencias y al que las corrupciones ni siquiera le menean el párpado de la culpa. Los papeles de la tribu de los Bárcenas apenas le merecen un tic facial, que para cabronadas serias ya se vale con el niño. Supuestamente.

Mariano Rajoy puede ser lo que quiera en su ramillete de vidas paralelas y perezosas. Rajoy va a ver ancianos, descansa del no-debate entre ciervos y linces por Doñana, y manda a la vicepresidenta a TELESORAYA a hacer aspavientos, a pegar saltitos, a bailar y a defender lo indefendible en unos platós donde ella mangonea y hace amistades necesarias. Rajoy es de pensamiento corto, racional y eficaz, y la paz del cortijo no se la quita ni Dios ni Iglesias (su amigo). Por todo el Coto de Doñana quizá mañana no crezca la hierba, y quizá esos linces y esos ciervos acaben extinguidos por hilillos de hastío y bombas de humo. Rajoy es un coach para muchos. Su liderazgo es el de la ocultación torticera de las cloacas a la luz del sol, lo que es un mérito en cierta España (Marbella, Estepona…) por la que pasea triunfal sus perogrulladas.

A la mañana siguiente del zapateado de la Menina pucelana en el emporio mediático de la propia Menina pucelana, se fue Rajoy al granero de los prostáticos -una residencia de ancianos- a soltar un chorro de eslóganes que fallaban en el contenido, en la gramática, en el sujeto y en lo predicado. Qué más da que Mariano no sea Castelar; entre los octogenarios lo borda como Juan y Medio en las tardes inspiradas del Canal Sur. El PP es un "equipo" (Soraya dixit) en el que juegan todos: un cetáceo marino, la Menina y hasta un hípster imprevisto y más bien cazurro. El hípster en cuestión viene de Pizarra, Málaga, y es un orgulloso elemento de la España rural, barbuda, pepera y altiva, que casi fue a enterarse en diciembre "qué coño es eso" de un hípster: como Pujol con la UDEF.

Soltó Iglesias a Soraya el "sé fuerte, Luis", y a la vice le cambió la color. Saltó de rabia y fue más bufona que menina en unos segundos memorables. Y Mariano, mientras, con la cabeza en la quiniela y en los días de Chez Bertín.