Caza J-10 Omicrono
Las amenazas de EEUU contra Indonesia facilitan a China el mayor acuerdo de exportación de su avión de combate J-10C
El caza chino ha despertado un gran interés internacional tras su buen desempeño durante el conflicto entre Pakistán e India a mediados de este año.
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El reciente anuncio del Ministerio de Defensa de Indonesia sobre la compra de 42 cazas J-10C de cuarta generación a China marca un giro estratégico de gran alcance en la política de defensa del país y en el equilibrio de poder en el sudeste asiático. La decisión, confirmada el 16 de octubre por el ministro de Defensa Sjafrie Sjamsoeddin, llega tras varios años de indecisión respecto al futuro de la flota aérea indonesia, que había considerado opciones estadounidenses, rusas, surcoreanas e incluso europeas.
El J-10C, uno de los cazas más avanzados del arsenal chino, alcanzó notoriedad tras los reportes de su éxito en combate bajo bandera pakistaní, durante el enfrentamiento que mantuvieron Islamabad y Nueva Delhi entre los pasados mayo y junio, lo que despertó un amplio interés internacional.
Para Indonesia, que mantiene una postura tradicionalmente no alineada, la elección de un avión chino representa un equilibrio entre sus necesidades tecnológicas y su deseo de diversificar sus proveedores. Sin embargo, detrás de la decisión subyace un factor geopolítico crucial: las presiones de Estados Unidos.
En 2018, Indonesia había firmado un contrato para adquirir 11 cazas rusos Su-35S, valorado en 950 millones de euros. El acuerdo contemplaba un mecanismo de pago por trueque, pero Washington intervino amenazando con sanciones bajo la Ley para Contrarrestar a los Adversarios Estadounidenses mediante Sanciones (CAATSA), la misma que aplicó contra Turquía por la compra de sistemas antiaéreos S-400 a Rusia.
Estas advertencias llevaron a Yakarta a suspender la operación, lo que dejó al país sin la prevista ampliación de su flota de superioridad aérea. Desde entonces, Indonesia ha tomado medidas para reducir su vulnerabilidad ante sanciones externas, incluyendo el fortalecimiento de sus sistemas financieros no occidentales.
Paradójicamente, las presiones estadounidenses tuvieron un efecto contraproducente. Al cerrar la puerta a las adquisiciones rusas, Washington impulsó indirectamente los lazos de defensa entre Indonesia y China.
A diferencia de Rusia, Pekín ofrece no solo equipamiento militar competitivo, sino también un amplio marco de cooperación económica, tecnológica y de infraestructura, consolidando una relación integral que trasciende el ámbito militar. En este contexto, el acuerdo por los J-10C se erige como el mayor contrato de exportación de dicho modelo y un triunfo diplomático para China.
El cambio estratégico también revela la creciente importancia de la autonomía regional frente a las tensiones entre los grandes bloques. Para Indonesia, la compra refuerza su capacidad de defensa con un avión polivalente y altamente tecnológico, a la vez que evita depender de un solo socio estratégico.
Para Estados Unidos, en cambio, este desarrollo evidencia los límites de su política de sanciones en Asia y un retroceso en su influencia sobre uno de los países clave del sudeste asiático.
Características del caza
El desarrollo del J-10 respondió a la necesidad de Pekín de poder competir con los F-16 estadounidenses y los MiG-29 soviéticos, en una época en la que China era totalmente dependiente de tecnología extranjera para su aviación militar.
La cúpula militar encargó a Chengdu el trabajo. El primer vuelo registrado de un J-10 se efectuó en 1998 y entró oficialmente en servicio en 2007. Desde entonces, más de 600 unidades han salido de la línea de producción y la compañía ha creado algunas variantes y actualizaciones.
Caza J-10
La última gran actualización es la correspondiente con el J-10C, que incorpora algunas mejoras importantes en sistemas clave como el radar de apertura electrónica o el propulsor. Este último fue un quebradero de cabeza para los ingenieros chinos, que hasta esta versión debían recurrir a motores rusos.
El peso máximo al despegue del JC-10 es de 19.227 kilogramos, y su actual planta motriz es un motor WS-10B turbofán de postcombustión. Este le permite alcanzar una velocidad máxima de Mach 1,8 (el equivalente a 2.222 km/h).
Más allá de la plataforma, uno de los puntos clave del J-10C es que puede equipar el misil PL-15. Esta munición ha sido la responsable del derribo de cazas Rafale de India, por parte de Pakistán hace unas semanas, meses atrás.
El PL-15 es una de las armas aire-aire más avanzadas de cuantos tiene China y, hasta el enfrentamiento indo-pakistaní, no se conocía realmente su potencial. Haber demostrado poder atacar con solvencia un caza occidental le ha permitido colocarse en el radar de algunos países.
Es un misil de largo alcance, con un rango superior a los 300 km, un radar AESA para localizar objetivos y motor cohete de doble impulso.
El J-10C dispone además de capacidad de atacar a objetivos en la superficie. Es compatible con el misil KD-88, con un alcance de hasta 200 kilómetros, y el misil antirradiación YJ-91, que alcanza velocidades supersónicas y es una potente amenaza para los grandes buques de superficie.