Netanyahu en la ceremonia del Día Nacional de Conmemoración del Holocausto en Jerusalén el 6 de mayo.

Netanyahu en la ceremonia del Día Nacional de Conmemoración del Holocausto en Jerusalén el 6 de mayo. Amir Cohen Reuters

Oriente Próximo

Netanyahu culpa a Biden de un posible triunfo de Hamás ignorando siete meses de ayuda de EEUU

El presidente estadounidense ha avisado reiteradamente que un ataque sobre Rafah "cambiaría drásticamente la política de Estados Unidos". 

10 mayo, 2024 02:46

Hamás ama a Biden”. Así, con el emoticono de un corazoncito negro, resumía en redes sociales el ministro de seguridad nacional, Itamar Ben-Gvir, su posición respecto a las declaraciones del presidente estadounidense amenazando con un posible embargo de armas a Israel si Netanyahu se decidía a atacar Rafah. Obviamente, Ben-Gvir no hablaba por todos los israelíes ni por todo su gobierno, sino por los extremistas que le han colocado ahí y que, desgraciadamente, no son pocos.

Inmediatamente, el presidente Isaac Herzog tuvo que salir a condenar tal despropósito y recordar la enorme amistad que siempre ha unido a ambos países. Una amistad que se ha traducido en un apoyo militar sin fisuras durante estos siete meses, incluyendo la reacción al ataque que recibió Israel por parte de Irán hace menos de un mes. La sobrerreacción de varios de los ministros de Netanyahu, como Yoav Gallant, titular de defensa, o Miki Zohar, encargado de deporte y cultura, es chocante. Nada de lo que está pasando puede pillarles de sorpresa.

Desde el mismo 7 de octubre, Biden ha sabido dejar de lado sus diferencias personales -intensas en aquel momento- con Netanyahu para volcarse en el apoyo al derecho de defensa israelí. Pese a advertir contra un ataque sin planificación suficiente, toleró las masacres de Gaza City, Deir Al Balah y Jan Yunís. Negoció con todos sus aliados de la zona -Egipto, Jordania, Qatar, Arabia Saudí…- para conseguir un acuerdo y de hecho lo consiguió a finales de noviembre, cuando decenas de rehenes pudieron volver a sus casas tras un alto el fuego de cinco días.

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Lo único en lo que ha insistido siempre la Casa Blanca es en la necesidad de garantizar la entrada y el reparto de la ayuda humanitaria en Gaza. Parece una exigencia razonable y, aun así, después de 35.000 muertos y casi un millón de desplazados, no se puede decir que se haya cumplido. Ya después del ataque sobre los convoyes de la organización World Central Kitchen, del chef español José Andrés, Biden avisó en público y en privado que un ataque sobre Rafah “cambiaría drásticamente la política de Estados Unidos” respecto al envío de armas a Israel.

Decisión unilateral de Israel

Nada ha cambiado desde aquellas declaraciones a las del pasado miércoles. Joe Biden no ha dicho nada nuevo, lo único diferente es que el ejército israelí ya controla la vertiente palestina del Paso de Rafah y amenaza constantemente con lanzar un ataque terrestre sobre la ciudad. Las armas que Biden no acepta mandar ahora mismo a Israel son aquellas que podrían utilizarse para dicho ataque. Nada varía en su compromiso de dotar a Israel de la más puntera tecnología militar para su Iron Dome o para la defensa ante cualquier tipo de amenaza externa.

Ha sido, por lo tanto, Israel quien unilateralmente ha decidido pisar la única línea roja que se le ha marcado desde Washington. Su representante ante la ONU declaró este jueves que “la decisión de Biden compromete seriamente la victoria militar de Israel sobre Hamás” mientras que desde la administración Netanyahu se insistió en el concepto de “triunfo absoluto” pese a los supuestos obstáculos norteamericana. Son palabras que se desvían un tanto de la realidad de los últimos siete meses: Estados Unidos ha apoyado militar y diplomáticamente a Israel en todo lo que se le ha requerido. Si ese “triunfo absoluto” no ha llegado, desde luego no ha sido por su culpa.

Lo único cierto es que después de todo este tiempo, Israel no ha conseguido sus dos objetivos principales cuando empezó su operación militar sobre la Franja: ni ha eliminado a los líderes de Hamás -ahí siguen los hermanos Sinwar y Mohammed Deif, escondidos en algún túnel- ni ha acabado con las infraestructuras de los mandos intermedios -a cada retirada de tropas le sigue casi sistemáticamente un ataque con cohetes desde esas mismas posiciones que se daban por controladas- ni se ha rescatado a los rehenes. De hecho, las FDI solo han podido salvar la vida de tres de ellos mientras que decenas han muerto en este período en manos de Hamás.

Una excusa que Trump no va a dejar pasar

Se diría que el gobierno de Israel busca en estas declaraciones de Biden una manera de salvar la cara. Netanyahu lleva meses prometiendo una victoria que no llega y que no parece que vaya a llegar. En medio, ha debilitado la imagen de su país en el mundo, ha jugado con las alianzas más sagradas y ha causado un desastre humanitario innecesario e imprudente. A la espera de lo que suceda en Rafah, lo que tenemos es la misma retórica por parte de los mismos altos mandos: “Acabaremos con ellos y liberaremos a los rehenes”. No pasó en Gaza City, no pasó en Jan Yunís, no hay nada que haga pensar que vaya a suceder en Rafah.

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Tampoco, como decíamos, la entrega de armas debería ser decisiva. Israel no es Ucrania y desde luego no se enfrenta al ejército ruso. Hablamos de una de las fuerzas armadas más poderosas del planeta, que no debería tener problema en alcanzar sus objetivos en una ciudad de mediano tamaño del sur de Gaza. De hecho, el problema nunca ha sido militar: las FDI se han paseado por la Franja durante todo este tiempo sin apenas resistencia. La cuestión es que, mayoritariamente, los que han pagado ese paseo han sido civiles.

Toda esta agresividad desde Tel-Aviv coloca a su vez a Biden en una situación compleja. A nadie se le escapa que, cuestiones humanitarias aparte, los demócratas ven la situación en Gaza como un posible problema electoral. Las acampadas en diversas universidades así lo han demostrado. Un acuerdo de paz ayudaría a la Casa Blanca a presentarse como garante de los derechos de dos importantes minorías demográficas en Estados Unidos y no como una amenaza, tal y como se la ve ahora mismo en determinados sectores.

El propio Donald Trump aprovechó este jueves la circunstancia para meter el desacuerdo en campaña: “Lo que Biden le está haciendo a Israel es una vergüenza. Lo ha abandonado. Ningún judío debería votar por Biden si no quiere avergonzarse de sí mismo”. Se estima que el 68% de los judíos con derecho a voto apoyaron a Joe Biden en las elecciones presidenciales de 2020. También lo hicieron el 86% de los musulmanes. En unos comicios llamados a decidirse por un puñado de votos, los demócratas están intentando cuadrar el círculo para no perder apoyo de ninguna de las dos comunidades.