Volodimir Kozlov, comandante ucraniano de la 12ª Brigada Azov, en Kramatorsk.

Volodimir Kozlov, comandante ucraniano de la 12ª Brigada Azov, en Kramatorsk. María Senovilla

Europa

Un comandante de Azov: 'Dan ganas de abandonar, pero no quieres que tus amigos muriesen por nada'

Testimonio de uno de los miles de ucranianos que no habían sostenido un arma antes de la invasión rusa y hoy son oficiales.

25 febrero, 2024 02:48
Kramatorsk

Hace dos años Volodimir Kozlov no era militar. Trabajaba en una productora y estaba grabando una película de Jean-Claude van Damme en Kiev, a unos pocos kilómetros de su casa. Pero aquel 24 de febrero de 2022 recibió una llamada a las cinco de la mañana que lo cambió todo: “Ha empezado”, dijo la voz al otro lado del teléfono. Ese día no se grabaron más escenas, la película se puso en pausa, igual que la vida de 44 millones de ucranianos. Lo cuenta en un perfecto español –con acento vasco– porque en Ondarroa (Vizcaya) se siente “en casa”.

Volodimir fue un niño de Chernóbil y pasó muchos veranos de su vida en el País Vasco, como parte del programa Un hijo más, gracias al cual los niños que se vieron afectados por aquel desastre nuclear tenían la oportunidad de vivir unos meses al año en países europeos. Hoy es comandante de la 12ª Brigada Azov de la Guardia Nacional, una de las más nombradas –y polémicas– en la guerra de Ucrania.

Cuando comenzó la invasión Kozlov vivía en Irpin, y cuando vio lo que se les venía encima decidió dar un paso al frente y alistarse como voluntario para “proteger su casa”. Unos años antes, en el Dombás, había trabajado como conductor con el entonces Regimiento Azov, pero su experiencia militar en combate era nula. Tampoco importó al principio que no tuviera experiencia con las armas, porque no les dieron armas. Simplemente no había: algunos llevaban las escopetas de caza que tenían por casa para parar el asalto ruso a Hostómel –en el norte de Kiev–. Había que improvisar.

Un soldado del antiguo Batallón Azov Kharkiv luce el emblema de la unidad en su brazo.

Un soldado del antiguo Batallón Azov Kharkiv luce el emblema de la unidad en su brazo. María Senovilla

Como cientos de miles de ucranianos sin experiencia militar, Kozlov se puso un uniforme y decidió resistir. Ucrania lleva dos años resistiendo –contra todo pronóstico– y el hoy comandante Kozlov nos cuenta en primera persona cómo ha cambiado el país, su gente y su Ejército –que se ha convertido en el más numeroso de Europa– en este tiempo.

Pregunta.- ¿Dónde estabas cuando comenzó la invasión rusa?

Respuesta.- En la cama, ¡eran las cinco de la mañana! Yo vivía en Irpin y un amigo me llamó para decirme que había empezado todo. Yo pensé que estaba bromeando, porque por aquel entonces se bromeaba con que la guerra iba a llegar a Kiev, pero no lo creíamos en serio. Le dije "Joder, deja las bromas a estas horas, quiero dormir". Pero él insistía "Abre la ventana, abre la ventana".

Cuando mi mujer y yo vimos que era verdad, y que las tropas rusas venían en dirección a Irpin, decidimos que había que salir de ahí. Al día siguiente, la llevé a Vinnitsa con sus padres, pero yo volví para alistarme. Nos alistamos todos los amigos, en realidad. Fuimos a la oficina de reclutamiento de Bucha y nos alistamos. Allí nos dijeron que si teníamos armas en casa, aunque fueran de caza, que las cogiéramos. Y con eso defendimos Irpin los primeros días. Para la primera batalla, teníamos un RPG y dos kalashnikov. Es un milagro que saliéramos vivos; en aquel momento entendimos qué era la guerra, después de estar siete horas metidos en una trinchera mientras los rusos lanzaban artillería sin parar. Nunca habíamos visto nada así.

Hace dos años de aquello, dos años en los que los que Ucrania ha hecho un curso intensivo en guerra. ¿Cómo ha cambiado Ucrania y su Ejército en este tiempo?

Ahora entendemos que la guerra no va a terminar pronto; al principio pensábamos que sí, pero ahora entendemos que va para largo y que tenemos que preparar a más gente para combatir. Formar a más hombres lo mejor posible. No puedo hablar por todas las brigadas, pero la mía –Azov– ahora es una de las más preparadas para la guerra. El Azov de ahora ya no tiene nada que ver con el que combatía en Dombás en 2015 o 2016; ahora es una brigada formada por gente joven, muchos de los cuales no habían combatido antes de la invasión, que busca estar una unidad con mentalidad más moderna, más alejada de las doctrinas soviéticas.

Volodimir Kozlov, en un instante de la entrevista.

Volodimir Kozlov, en un instante de la entrevista. María Senovilla

Antes de la invasión, ya había un curso en el que se enseñaban tácticas OTAN, lo daban instructores georgianos. Pero ahora mucho más; ahora se imparten enseñanzas militares más modernas a los reclutas, se busca más obtener resultados que el hecho de seguir instrucciones de una forma cuadriculada.

Azov primero fue un grupo paramilitar que combatía en Dombás, luego un regimiento, creció hasta convertirse en brigada y durante los primeros meses de la invasión vimos cómo se crearon diferentes batallones Azov en distintas ciudades. ¿Quiénes sois Azov en estos momentos?

Somos la 12ª Brigada de la Guardia Nacional, y estamos formados por todos esos batallones Azov que se crearon en distintas ciudades y que se nombraron así en honor a los hombres que estaban resistiendo en la acería Azovstal en aquellos momentos. Todos éramos Azov, era un homenaje y así nació Azov Kharkiv, Azov Kiev, etc. Hoy somos una Brigada con historia, con comandantes que antes han luchado como soldados y que tienen una mentalidad más moderna.

Hablas de lo que sucedió en Mariupol, ¿Qué supuso Azovstal para vosotros? ¿Aquella gesta sigue siendo una inspiración cuando vais a la batalla?

Azovstal demostró que la gente puede sobrevivir, incluso en las peores condiciones, si tienes las suficientes ganas. La mayoría de los hombres que fueron capturados por Rusia allí, y que han sido liberados en los intercambios de prisioneros, vuelven al combate en cuanto se recuperan. Al mes o así ya están de nuevo en servicio, y en Azov por supuesto.

Dices que ahora sois conscientes de que hacen falta más soldados formados, y precisamente se está debatiendo una ley para la movilización de hasta 500.000 nuevos reclutas. Supongo que los que estáis combatiendo desde hace dos años la veis con buenos ojos.

Un soldado del antiguo Batallón Azov Kharkiv, durante su fase de entrenamiento.

Un soldado del antiguo Batallón Azov Kharkiv, durante su fase de entrenamiento. María Senovilla

La ley de movilización es buena, plantea cosas buenas y explica las condiciones en las que tú firmas un contrato. Por ejemplo, plantea que cuando te alistas firmas un contrato por 36 meses; cuando yo me alisté, no había un plazo definido, en mi contrato ponía que servías hasta que acabara la movilización. La guerra es a largo plazo y hace falta regular los descansos y las vacaciones, pero para eso hace falta gente formada que pueda hacer los relevos.

También creo que hay mucha gente que ve en el Ejército un trabajo, y que se quedarán aunque tengan la opción de irse. También vendrán otros nuevos buscando trabajo. Pero tenemos que ser conscientes de que si ahora se dejase a todo el mundo salir del Ejército, todo acabaría muy rápido y muy mal.

¿Crees que hay muchos soldados que quieren romper el contrato e irse?

La mayoría de los soldados que estamos sirviendo ahora nos alistamos en 2022, y llevamos dos años sin parar. Yo mismo tengo días que estoy cansado y pienso "quiero irme", pero luego piensas en los que han muerto hasta ahora y no quieres que su muerte haya sido por nada. Todos, absolutamente todos hemos perdido a amigos, familiares. Eso no se olvida.

¿Eso es lo más duro?

No hay una sola cosa que digas "esto es lo más duro". La incertidumbre es dura, que tu hermano esté en una trinchera que está siendo atacada es duro, la primera semana que estuve en Bakhmut fue dura, trabajar 13 o 14 horas al día es duro. Pero te concentras en tu trabajo y sigues, incluso eso también es duro porque a veces no puedes ni dormir pensando en lo que tienes que hacer al día siguiente. La guerra es dura.

Defensa de Irpin

El primer destino que te asignaron tras la defensa de Irpin fue en una unidad de drones, cuando aún no éramos conscientes de la importancia que iban a tener los drones en esta guerra. ¿Cómo ha sido la evolución del uso de drones en la guerra?

Empezamos usando drones DJ Mavic para ver qué hacían los rusos, los usábamos como drones de observación. Pero luego me propusieron trabajar en un proyecto de drones kamikaze, para adaptar drones de observación y convertirlos en drones de ataque, y fue una sorpresa. Al principio yo tenía poca fe en el proyecto, pensaba no tengo tiempo para esto. Trabajábamos de forma artesanal, en plan "¿y si cogemos este dron y le ponemos esto?". "Esto" era una munición de mortero que sujetábamos al dron. Y resulta que funcionó, para sorpresa de todos.

Al principio fue un proceso de prueba y error, pero lo que vimos rápido es que un dron puede salvar la vida de un soldado. Algo barato que se puede producir en serie puede salvar la vida de un efectivo en el que se han invertido meses o años de formación. Pero Rusia también aprendió de su importancia, y ahora lleva ventaja en el empleo de drones para la guerra: tienen más, muy modernos y hace tiempo que ya emplean nuevas tácticas de ataque combinando distintos tipos de drones que son muy efectivas.

El comandante Kozlov, en Kramatorst, donde se desplazó para realizar la entrevista.

El comandante Kozlov, en Kramatorst, donde se desplazó para realizar la entrevista. María Senovilla

¿Cómo puede responder Ucrania?

Con más drones: necesitamos más drones, más pilotos y más contramedidas electrónicas. Los rusos aprenden de lo que hacemos los ucranianos, nosotros somos más innovadores, pero ellos aprenden y además tienen más recursos para comprar armamento. Cuando se agotaron los DJ Mavic en terceros países, que era donde nosotros comprábamos, los rusos los seguían comprando directamente a China.

Después, compraron también antenas que detectaban nuestros drones cuando estaban en vuelo, como si fueran una especie de radar, y nosotros aprendimos a anonimizar los drones para que no los detectaran. Ahora, ellos están produciendo drones a gran escala, además de los que siguen comprando a China o a Irán –drones suicidas Shahed–, y nosotros tendremos que producir más a nivel nacional si queremos tener capacidad de respuesta. Estamos en ello, pero se necesita tiempo para adaptar la producción a las necesidades, y no tenemos tiempo: necesitamos más drones y los necesitamos "para ayer".

Optimismo desmedido

Esta guerra se ha analizado con un optimismo desmedido, a veces menospreciando las capacidades de Rusia. ¿Crees que eso puede ser contraproducente?

Rusia es un país militar, y además ha practicado mucho en los últimos años: con Georgia, con Siria, ahora con Ucrania. Ya en 2015 mandaban a los jóvenes rusos de la academia militar de San Petersburgo a “hacer prácticas” al Dombás. Toda la estructura de ese país está pensada para la guerra. Y es cierto que no todos los soldados rusos pelean como tigres, no todos tienen equipación moderna. Pero también hay unidades de élite rusas. No todos son buriatos, hay soldados profesionales y tienen recursos. No hay que subestimarlos.

La guerra de Ucrania ha vuelto a las portadas de los periódicos estos días porque se cumple el segundo aniversario de la invasión rusa, pero hace meses que ya no está tan presente en las noticias. ¿Eso lo notáis aquí?

Yo estuve en España este mes de enero, tenía tres semanas de vacaciones y fui al País Vasco. Al llegar, mis amigos me dijeron: “Ya no vemos la guerra en las noticias”. Es duro que te digan eso. Las familias españolas con las que viví, y a las que fui a visitar, siempre han estado pendientes de mí; de hecho me han ayudado mucho desde el primer momento. Recuerdo las primeras semanas, cuando no teníamos ni armas, y ellos mandaron dinero para que nos pudiéramos comprar equipación. Pero con el paso del tiempo, el interés cae. Y si la guerra no está librándose en tu casa, cada vez te interesa menos. Incluso dentro de Ucrania está pasando: en las regiones menos afectadas, las que están muy lejos del frente de combate, la gente ya se ha acostumbrado y siguen con su vida más o menos normal.

Por eso intentamos, desde dentro de las propias brigadas, grabar y fotografiar lo que sucede y luego publicarlo. Para seguir captando la atención y que no nos olviden. Necesitamos ayuda. Pero a veces hay que contar la guerra como si fuera una película, porque eso es lo que la gente quiere ver en redes sociales. Y la guerra no es una película, ni un videojuego, es un lugar en el que muere gente de verdad.