La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, durante un debate en la Eurocámara

La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, durante un debate en la Eurocámara PE

Europa

Bruselas busca un nuevo rumbo tras el 'brexit': una asamblea ciudadana para decidir el futuro de Europa

La UE lanza un amplio debate ciudadano para cobrar impulso tras la ruptura con Reino Unido, pero no tiene claro qué hará con los resultados.

25 enero, 2020 02:55
Bruselas

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La UE busca desesperadamente un nuevo rumbo para superar el brexit. Reino Unido dirá definitivamente adiós al club el próximo 31 de enero, la primera vez en la historia que un país miembro se marcha. Una amputación que se produce tras una sucesión de crisis -del euro, de seguridad, de refugiados- a las que Bruselas ha reaccionado tarde y mal y que han disparado la desconfianza de los ciudadanos y el auge del populismo. Un trauma al que la Unión debe hacer frente en un entorno cada vez más hostil marcado por la política caprichosa de Donald Trump, la ambición de China o la agresividad de Rusia o Turquía.

El ex presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, hizo un primer intento de lanzar una reforma en profundidad de la UE con su propuesta de cinco escenarios para el futuro sin Londres: desde los Estados Unidos de Europa hasta dar marcha atrás en la integración comunitaria. Pero los jefes de Estado y de Gobierno hicieron oídos sordos a las ideas de Juncker y aparcaron en debate por miedo de enredarse en querellas institucionales irresolubles.

Ahora, la nueva presidenta del Ejecutivo comunitario, Ursula von der Leyen, vuelve a la carga, no tanto por voluntad propia sino más bien forzada por la Francia de Emmanuel Macron y sobre todo por la Eurocámara, que lo puso como condición para su investidura. El plan de Von der Leyen es celebrar una Conferencia sobre el Futuro de Europa, que se inaugurará el próximo 9 de mayo, 75 años después del final de la Segunda Guerra Mundial y 70 años después de la declaración del ministro francés de Exteriores, Robert Schuman, embrión del proyecto europeo.

La Conferencia durará dos años y el objetivo de la Comisión es salir de la burbuja bruselense, implicar al máximo a los ciudadanos, ponerse en modo escucha, tratar de a conectar con la gente. Se invita no sólo a las otras instituciones de la UE sino también a los parlamentos nacionales, a los interlocutores sociales, a las autoridades regionales y locales y a las ONG. La Comisión promete poner en marcha una plataforma multilingüe en internet con el fin de garantizar la transparencia del debate y la mayor participación posible.

Sin acuerdo 

La Eurocámara va un paso más allá y reclama crear varias Ágoras Ciudadanas (foros temáticos de discusión), cada una de ellas compuesta por entre 200 y 300 personas, con un mínimo de 3 por cada uno de los 27 Estados miembros; así como dos Ágoras Juveniles. El Parlamento Europeo quiere asumir las riendas del experimento y postula a uno de los suyos, el ex primer ministro belga liberal Guy Verhofstadt, como presidente de la Conferencia sobre el Futuro de Europa. Los Gobiernos de la UE son los más escépticos. Todavía no han definido su posición: lo discutirán en una reunión el próximo 28 de enero.

¿Para qué debe servir esta conferencia? ¿De qué se va a hablar? ¿Cuál es el resultado que cabe esperar? ¿Qué se hará con las conclusiones? De momento, nadie parece tenerlo muy claro. En la Eurocámara las opiniones oscilan entre los que quieren un gran salto adelante en la integración europea hasta los que piden desmantelar la Unión y devolver competencias a las capitales. Otros alertan del riesgo de un debate anárquico en el que todo se discute y nada se decide.

En una resolución aprobada el pasado 15 de enero -por 494 votos a favor, 147 en contra  y 49 abstenciones-, el Parlamento Europeo reclama que las recomendaciones de la Conferencia se traduzcan en propuestas legislativas, incluso en una reforma de los Tratados. Una posibilidad que aterra a los Estados miembros, que temen que cualquier iniciativa en este sentido acabe naufragando en referéndums de ratificación.

"No queremos prejuzgar cuál será el resultado de esta Conferencia. Dejaremos que los ciudadanos nos digan lo que quieren. Si quieren cambio de Tratado, estamos abiertos a ello. No tenemos nada en contra", ha asegurado la vicepresidenta de la Comisión responsable de Democracia y Demografía, la croata Dubravka Suica.

Precedente poco halagüeño

El Ejecutivo comunitario propone organizar el trabajo en dos líneas paralelas. La primera se centrará en las prioridades de la UE, como el cambio climático, la transformación digital o el refuerzo del peso de la Unión en la escena internacional. La segunda se ocupará de las cuestiones institucionales, como el modo de elección del presidente de la Comisión o las listas trasnacionales de cara a las elecciones a la Eurocámara de 2024.

Sin embargo, los precedentes de un ejercicio de este tipo no son nada halagüeños. En diciembre de 2001, los líderes de la UE pusieron en marcha una Convención sobre el Futuro de Europa, cuyo mandato era proponer opciones o recomendaciones de reformas para mejorar el funcionamiento de la Unión. La Convención empezó sus trabajos el 28 de febrero de 2002 bajo la dirección del ex presidente francés Valéry Giscard D'Estaing.

Transcurrido un año y medio de debates, la Convención redactó un borrador de Tratado por el que se establecía una Constitución para Europa, que se transmitió a los jefes de Estado y de Gobierno en julio de 2003. Después de varios meses de negociaciones adicionales para cerrar los últimos flecos, la Constitución Europea fue firmada por los líderes europeas en Roma el 29 de octubre de 2004 con el objetivo de que entrara en vigor en 2007.

España fue el primer Estado miembro en aprobarla en referéndum el 21 de febrero de 2005 con una aplastante mayoría del 77% de los votos emitidos. Sin embargo, la Constitución Europea elaborada por la Convención fue rechazada en sucesivas consultas en Francia (54,7% de los votos en contra) y Países Bajos (61,6%) y nunca vio la luz. Los Gobiernos salvaron sus elementos principales en el Tratado de Lisboa, que tras otro susto en Irlanda acabó entrando en vigor a finales de 2009 y sigue vigente hoy.

Después de esta odisea, los Gobiernos de la UE nunca más han querido embarcarse en nuevas reformas de los Tratados. ¿Cambiarán las cosas con la Conferencia sobre el Futuro de Europa? ¿Correrán la misma suerte las propuestas que salgan del debate ciudadano?