Leyla Bilge

Leyla Bilge S. M

Europa Alemania

Leyla Bilge, una refugiada kurda al servicio de la ultraderecha alemana

Defiende el patriotismo germano y ataca a Angela Merkel por su política de refugiados desde las filas del partido Alternativa para Alemania (AfD).

28 mayo, 2018 01:01
Berlín

Leyla Bilge viene de una familia kurda originaria de Turquía. Llegó con seis años a Alemania como refugiada. En 2017 se convirtió al cristianismo. En Alternativa para Alemania (AfD) defiende el patriotismo germano y ataca a Angela Merkel por su política de refugiados.


Sobre su mesa hay un libro en árabe sobre el drama de ser esclava sexual del Estado Islámico (EI). Lo dejó en el despacho de Leyla Bilge el diputado Ulrich Oehme, de la formación ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). Bilge trabaja en el Bundestag para Oehme, quien hace poco fue noticia por haber viajado por iniciativa propia a Irak para conocer, en especial, la situación allí de las minorías religiosas. En ese país, cristianos y yazidíes han sido especialmente martirizados por el EI.


Ésta es una realidad que conoce bien Leyla Bilge. No hace mucho, esta mujer nacida hace 36 años en Idil, ciudad situada en el Kurdistán turco y muy cerca de la frontera de Turquía con Siria e Irak, lo dejó todo para ir en ayuda a de los desplazados por culpa del auge del EI.


“Yo ocupaba un puesto de dirección en una empresa. Era un buen trabajo. Pero empecé a prestar atención a las noticias que llegaban de Irak. Un día, ante las imágenes de un niño kurdo de cuatro o cinco años en el desierto, al que preguntaron dónde estaban sus padres, el niño respondió: 'están muertos'”, recuerda Bilge en declaraciones a EL ESPAÑOL. “Poco después de ver eso, yo le estaba diciendo a mis jefes que me iba. Pensaron que me había vuelto loca, supongo. Yo misma no sé lo que me pasó”, asegura.


Bilge viajó a Turquía en 2014 para llegar a un campo de refugiados de niños y mujeres yazidíes. “Habían perdido a sus familias por culpa del EI, me ocupé de los niños, de estar con las mujeres, de comprar comida y otras cosas que necesitaban”, cuenta. Allí entró en contacto con asociaciones kurdas e iniciativas privadas, siendo capaz de iniciar de varias campañas de ayuda para esas víctimas del conflicto. Viajó hasta Irak y Siria para repartir ayuda en campos de refugiados, cruzando incluso, pese a no tener visados ni permisos, las fronteras de la región. Por eso, entre otras cosas, se ha forjado fama de activista.


En los años ochenta, la familia de Bilge llegó a Alemania para pedir asilo político. A iniciativa de su padre, enfrentado en su día a las autoridades turcas por su identidad kurda, los miembros de su familia fueron acogidos como refugiados en la Alemania de Helmut Kohl. Visado en mano, la familia de Bilge se pudo instalar en la región de Münster, en el Land de Renania del Norte-Westfalia (oeste germano).


“Mi padre defendió siendo joven soldado la bandera de Turquía. Se llegó a tatuar la isla de Chipre, por la que todavía luchan Grecia y Turquía. Pero en Turquía llegó un momento en que no se podía ser kurdo, no se podía hablar la lengua kurda, ni escuchar música kurda y ni dar nombres kurdos a los niños”, cuenta Bilge, miembro de AfD desde 2016. “Mi padre también estaba orgulloso de ser kurdo, y amaba esa lengua y su cultura. Con el Golpe de Estado de 1980 [a manos del general Kenan Evren, ndlr.], mi padre se dijo: 'Tengo que proteger a mi familia y sacarla de aquí'. Por eso pidió asilo político en Alemania y lo consiguió”, abunda.


En su familia siempre se vivió un sentimiento de agradecimiento a Alemania. Al mismo tiempo, Bilge pudo ver cómo su padre, un hombre con un cargo público relativamente influyente en su ciudad de origen y una persona acostumbrada a tener una casa grande, le tocó vivir con su familia en un apartamento de tres habitaciones. Tuvo dificultades para aprender alemán.


“Aquello fue una humillación para mi padre”, según Bilge. “Mi padre siempre trabajó duro, con trabajos aquí y allá, y cuando se acaba el trabajo en un sitio nos mudábamos a otra parte. Nunca vivimos en el mismo sitio durante largos periodos de tiempo porque mi padre no quería vivir del Estado. Para nosotros, los niños, aquello era difícil, porque siempre nos tocaba dejar la escuela, hacernos nuevos amigos. Las notas eran malas”, recuerda.


“Mujeres tapadas de la cabeza a los pies”


En cualquier caso, haber permanecido en la región de Münster, muy católica y políticamente tierra de la conservadora Unión Cristiano Demócrata (CDU) de Angela Merkel, trajo efectos positivos para su familia, según Bilge. “En esa región, muy conservadora, cristiana y sin muchos inmigrantes, a diferencia de la cuenca del Ruhr, nos integramos y asimilamos fácilmente”, abunda. A su entender, eso no habría sido posible en otras ciudades, como Duisburgo (oeste alemán).


“En los días en que me formé como corredora de seguros, me mudé a Duisburgo y fue horrible. Recuerdo haber buscado casa allí. En una ocasión tuve que visitar un apartamento. Me encontré en una calle en la que ni siquiera pude salir del coche”, dice Bilge. “Aquello era como Marruecos, era peor que Turquía. En realidad, fue como ir a Arabia Saudí. Había mujeres tapadas de la cabeza a los pies, en fin, aquello no era Alemania”, abunda. Bilge acabó llamando al propietario del apartamento para decirle que no haría la visita.

El alemán solo tiene una patria. No tenemos el derecho de robarle los valores a Alemania


“Ahí me di cuenta de que hay muchos inmigrantes que no se integran porque permanecen juntos y no tienen necesidad de aprender alemán ni el contacto con los alemanes. Es que vas al banco y te hablan en turco o árabe, a la farmacia y te hablan en turco o árabe, al supermercado, y pasa lo mismo. Eso está mal”, estima antes de acusar a la izquierda. “Los políticos de izquierdas dicen que hay que dar más libertades y aceptar más esas tradiciones, yo digo que no”, apunta.


Bilge, pese a tener la ciudadanía alemana y pasaporte alemán, se consideran una inmigrante. “Yo cuando digo que soy inmigrante, mucha gente me dice: 'no, tú eres alemana'. Pero, por ejemplo, si me mudo a España, y me integro allí y vivo diez años, si alguien me pregunta entonces que qué soy, yo diré, no soy alemana, soy kurda porque mis raíces son kurdas”, subraya.


“Se quiere robar la cultura a los alemanes”


Con todo, ella piensa que la “multiculturalidad” en la sociedad es algo “bonito e interesante”. “Pero si uno viene a Alemania atraído por sus valores ¿Qué pasa cuando ya no los hay?”, se pregunta Bilge. A su entender, en la Alemania que recibió entre 2015 y 2016 hasta 1,5 millones de demandantes de asilo, “se quiere robar la cultura a los alemanes y eso está mal”.


“A la gente que lleva aquí 30 años, que ha trabajado como inmigrante y que dice que Alemania es su país, yo les digo que no lo es. Porque si hay una guerra, ellos no lucharán, se irán al país de sus orígenes Turquía, Marruecos o el Kurdistán. Y quien me diga que no, le pregunto: ¿Para qué tienen entonces dos casas, una aquí y otra en Marruecos o dónde sea?”, se pregunta una Bilge vehemente.


“El alemán sólo tiene una patria. Y si hay una guerra, ¿Dónde van los alemanes? Por eso yo defiendo a los alemanes. No tenemos el derecho de robarle los valores a Alemania”, sostiene. Cada país tiene sus tradiciones, su cultura y eso tiene que protegerse”, abunda.


Bilge reprocha a Angela Merkel, precisamente, no haber sido consecuente en su crítica a la sociedad multicultural. “Merkel ya decía en 2002 que la multiculturalidad había fracasado, pero luego llegó al poder y empezó a decir que teníamos que aceptar la multiculturalidad y todo eso. Con Angela Merkel no se mantiene ni una sola línea roja”, asegura. Si de Bilge dependiera, la canciller estaría ante los tribunales por su política de puertas abiertas a los refugiados adoptada en el verano de 2015.


Merkel y la “locura” de abrir fronteras a los refugiados


“Angela Merkel abrió las fronteras. Fue una locura. Cualquier niño de siete años se preguntaría si hacer algo así no es peligroso”, dice Bilge. “Y Merkel, una mujer preparada que lleva años en la política, va y abre las fronteras”, afirma.


Esta responsable de AfD dice que aquel gesto humanitario de la canciller tuvo un efecto llamada a todos los interesados en vivir en Alemania. “Yo entiendo a la gente que ha llegado aquí procedente de Marruecos o Túnez, no tengo reproches que hacerles. Es normal venir a Europa a vivir si en tu país vives con cinco euros al día tras una larga jornada de trabajo. Yo hago los reproches a Merkel y su política”, sostiene.


Para ella, no obstante, la mayoría de las personas que llegaron a Alemania como demandantes de asilo durante los peores días en Europa de la crisis de los refugiados no merecen ese estatus. “Hemos acogido gente que no son refugiados de verdad, o que lo fueron, pero en el Líbano o en Turquía”, dice antes de matizar.


“Claro, seguro que hay unos cuantos que sí lo son, pero la masa no lo es. Porque ningún hombre normal de esa región, que piensan mucho en el honor y en el orgullo, deja a sus mujeres e hijas solas”, señala. Ella es escéptica ante los relatos que han trascendido de muchas de las personas que llegaron a suelo germano como demandantes de asilo. “Dicen que se vienen habiendo dejado a su familia con otros familiares, que han vendido su casa para pagar a los traficantes de seres humanos, pero un momento ¿Quién logra vender una casa en una zona de guerra?”, cuestiona Bilge.


En plena crisis de los refugiados, Bilge llegó a tener a un joven demandante de asilo en su casa. Esta madre soltera le preparó su cuarto en el apartamento en el que vive con su hijo. Ella se fue a dormir al salón. “Me llamaron de los servicios sociales para decirme que había un adolescente kurdo y para preguntarme si me podía ocupar de él. Yo dije que sí, quería ayudar”, recuerda Bilge. Y sigue contando: “el chico había dicho que era primo del niño ahogado Aylan Kurdi, que había perdido a toda su familia, que todos estaban muertos. Pero luego, un día, me dijeron que en un reportaje en prensa había una mujer que era la tía de Aylan. Yo concluí que debían ser familia”.

Mis padres no eran religiosos, sospecho que en Turquía les hacían la vida difícil por eso


Para comprobarlo, Bilge le dijo al chico que la policía le había informado de la existencia de esa mujer. “Le pedí que me contara la verdad o que, de lo contrario, iría a la cárcel. Y lo hizo. Me dijo que había vivido antes en Turquía, en 2010, como inmigrante económico”, sostiene.


“El islam no pertenece a Alemania”


Bilge también parece mirar con desconfianza a los musulmanes de Alemania. Ella defiende que a mujeres musulmanas con velo que son militantes de la CDU habría que preguntarles cosas como “¿Qué piensa de la cristiandad?¿Acepta usted la cristiandad?¿Lo pondría por escrito?¿Tiene algún problema con la Biblia?¿Tiene problemas al ir a las oficinas de la CDU y ver crucifijos colgando de los muros?”. No es raro escuchar en boca de Bilge el mantra de AfD según el cual “el Islam no pertenece a Alemania”.


Ella adoptó el cristianismo en 2017. Viene de una familia poco religiosa. “La abuela de mi padre también era cristiana, la cristiandad en mi familia no queda muy lejos”, dice Bilge, al tiempo que recuerda que su ciudad natal, Idil, “es una de las ciudades cristianas más antiguas del mundo”.


“Mis padres no eran religiosos, sospecho que en Turquía les hacían la vida difícil por eso, porque allí cuando no eres musulmán, siempre te hacen la vida difícil”, cuenta. “Yo nunca fui a una mezquita, nunca me interesé por eso, pero con las iglesias me pasaba lo contrario. En la escuela, mis hermanos y yo recibimos clase de religión católica, aunque como veníamos de un país musulmán, no teníamos por qué recibirlas en el colegio”, añade. “Siempre celebramos la Navidad, teníamos una representación de la Virgen María en el salón”, abunda.

Leyla Bilge

Leyla Bilge S.M


Una “susurradora radical” en el Bundestag


Así, en su familia, según Bilge, se podría pensar que los suyos eran “más cristianos que musulmanes”. Sin embargo, en 2014, ante el auge del EI en Siria e Irak, Bilge decidió actuar primeramente como musulmana. Su reciente conversión al cristianismo tiene mucho que ver, según cuenta, con que el Islam también sea la religión del Estado Islámico.


“Yo envié medicamentos a la región, camiones con víveres y productos de primera necesidad como ropa de invierno o tiendas de campaña. Lo hice pensando en que el Islam consiste en ayudar a la gente”, explica sobre su acción humanitaria en Oriente Medio. Ésta, en 2011, dio lugar a una asociación que lleva su nombre, Leyla e.V. Se presenta como una organización que “da una voz a los mudos del mundo”.


La voz de Leyla Bilge, pese a ser relativamente joven y hasta cierto punto una recién llegada a la política en Alemania, tiene su público. No sólo son diputados como Oehme o sus compañeros de partido en AfD. Bilge también se ha prodigado por eventos del movimiento xenófobo de los Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (PEGIDA) o de Hogar Futuro. Ésta última ha movilizado en Cottbus (este alemán) con similares eslóganes a los que han hecho célebre a la asociación de Dresde (este germano).


Según ha escrito el diario Die Welt, Bilge es, por sus ideas, una influyente “susurradora radical” en el Bundestag. Pero, en su despacho, Bilge habla alto y claro.