Bin Salman y Trump bromean en la Casa Blanca.

Bin Salman y Trump bromean en la Casa Blanca. Reuters

EEUU

Trump exculpa a Bin Salman del asesinato de Khashoggi y fracasa en su propósito de que Arabia Saudí reconozca ya Israel

La visita del príncipe a la Casa Blanca se saldará con un acuerdo de protección similar al firmado con Catar y la venta de varios cazas sin que Tel Aviv recoja frutos nada a cambio.

Más información: Riad busca en la Casa Blanca estrechar su cooperación militar: cazas F-35, misiles Patriot y tecnología nuclear

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Las claves

Donald Trump ha exculpado públicamente a Mohamed bin Salmán (MBS) del asesinato del periodista Jamal Khashoggi, manteniendo una relación cercana con el líder saudí.

Trump ha buscado impulsar la normalización de relaciones diplomáticas entre Arabia Saudí e Israel, pero MBS condiciona el reconocimiento a avances en la solución de dos Estados para Palestina e Israel.

Estados Unidos plantea vender cazas F-35 a Arabia Saudí sin consultar previamente a Israel, lo que supone un cambio significativo respecto a la tradicional coordinación entre ambos países en materia de defensa.

La cuestión palestina sigue siendo un tema polarizador para la opinión pública saudí, lo que limita la disposición de MBS para formalizar lazos con Israel sin avances sustanciales hacia un Estado palestino.

La política estadounidense respecto a Oriente Próximo giró en 2009, con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca y la propuesta de Benjamin Netanyahu, por entonces ya primer ministro de Israel, de afrontar el problema palestino desde el acercamiento al mundo árabe. La idea compartida por ambos líderes era normalizar las relaciones diplomáticas con los países de la Liga Árabe y que fueran estos los que presionaran a la Autoridad Palestina para llegar a un acuerdo de paz.

Tan lejos llegó Netanyahu que, contra todos sus principios, ordenó un cese temporal de la política de asentamientos en Cisjordania y se comprometió a aceptar un Estado palestino "desarmado y que reconociera a Israel".

La pieza clave de ese engranaje era Arabia Saudí. Si se conseguía esa normalización con el reino de Abdulá bin Abdulaziz, el resto de las piezas irían encajando una tras otra. Obama llegó a viajar a Riad en primera persona para ofrecer el acuerdo, pero Abdulaziz no mostró ningún interés al respecto.

Sin embargo, los años pasaron y dos acontecimientos lo cambiaron todo: de entrada, la política expansionista de Irán y el desarrollo de un programa nuclear que en cualquier momento podía tomar tintes armamentísticos. Aparte, la muerte de Abdulá en 2015, la llegada al trono de su hermano Salmán bin Abdulaziz y, sobre todo, la proclamación en 2017 de Mohamed bin Salmán, hijo del rey, como príncipe heredero y, posteriormente, en 2022, regidor de facto del país con el nombramiento de primer ministro, normalmente exclusivo de los reyes.

La llegada de MBS a la esfera internacional, a sus 32 años, supuso un soplo de aire fresco para la política exterior saudí. MBS pertenecía a una generación que no había vivido de primera mano los mayores conflictos con Israel y Estados Unidos y el problema palestino no centraba su agenda.

En cambio, pretendía occidentalizar el reino, acercarse a Washington y luchar así contra su máximo enemigo en la zona, Irán, responsable en septiembre de 2019 de un ataque con drones sobre instalaciones petrolíferas saudíes.

El asesinato de Khashoggi

No es casualidad que una de las primeras visitas de MBS fuera a la Casa Blanca, en marzo de 2018, pocos meses antes del asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudí en Estambul. La idea de un reconocimiento del Estado de Israel seguía en el ambiente, a la vez que se cocinaba a fuego lento el de Emiratos Árabes Unidos y el de Bahréin, que se firmaría, en los llamados Acuerdos de Abraham, a principios de 2020.

Ahora bien, el asesinato de Khashoggi lo cambió todo. Aunque Trump siempre ha exculpado a MBS del descuartizamiento del colaborador de The Washington Post, el entonces candidato demócrata, Joe Biden, se comprometió a convertir a Arabia Saudí en "un paria político" dentro de la esfera internacional. La victoria de Biden en las elecciones de 2020 acabó momentáneamente con los acercamientos entre ambos países, al menos de cara al público.

Porque el caso es que, en privado, las relaciones siguieron siendo magníficas. Biden no tardó en perdonar a MBS y ya casi estaba todo cerrado para la "normalización" cuando Irán animó a Hamás a cometer uno de los atentados más espeluznantes de su historia. La posterior reacción israelí, con el bombardeo constante de la población civil, hizo imposible que MBS se atreviera a acercarse a Netanyahu.

Hay que insistir en que la cuestión palestina no es para el príncipe heredero un tema esencial como sí lo es para su padre o lo fue para su abuelo, el rey Fahd. Ahora bien, para la población saudí sigue siendo un tema muy polarizador y, aunque estemos hablando de una monarquía dictatorial sin contrapesos ni equilibrios, tampoco le conviene enfrentarse abiertamente a su opinión pública.

¿Un giro en la política exterior?

El regreso de Trump ha supuesto a su vez el regreso de las relaciones privilegiadas entre Arabia y Estados Unidos. El primer viaje oficial del presidente estadounidense en su segundo mandato fue a Riad, donde se le recibió con todo tipo de honores.

Por su parte, el primer viaje oficial de MBS a Estados Unidos desde el asesinato de Khashoggi no ha llegado hasta que el republicano no ha vuelto al poder. La amistad entre los dos líderes va más allá del interés puntual… y eso es algo que en Israel se ve con una cierta preocupación.

Desde su creación en 1948, Israel ha contado con el apoyo de las distintas administraciones estadounidenses en una relación privilegiada que se afianzó con el apoyo de la Unión Soviética a las potencias árabes durante la Guerra Fría. Sin embargo, eso puede estar cambiando. Donald Trump se siente mucho más cómodo en compañía de los árabes que en la de Netanyahu, con quien mantiene un litigio personal desde su primer mandato.

Prueba de ello es el hecho de que Estados Unidos se plantee vender decenas de cazas F-35 con la más reciente tecnología punta a Arabia Saudí sin consultar antes a Tel Aviv. Es un hecho sin precedentes en las últimas décadas. Israel siempre ha tenido una especie de derecho de veto sobre qué armas se podían vender a los países árabes con los que no tiene relación diplomática.

No era nada que constara en ningún papel, pero sí era una costumbre que reforzaba al Estado hebreo frente a sus vecinos.

Netanyahu y los dos Estados

Durante las últimas semanas se ha venido especulando con que dicha venta y la firma de un acuerdo de defensa mutua, parecido al firmado con Catar tras los ataques israelíes sobre Doha, derivarían en algún tipo de gesto diplomático hacia Israel. Trump sabe que, si consigue el apoyo de MBS en esta negociación, su ansiado Premio Nobel de la Paz estaría más cerca y la pacificación de Oriente Próximo sería casi una realidad, con la mencionada excepción de un Irán tremendamente debilitado tras estos dos años de continuos varapalos militares en Siria, Irak y su propio territorio.

Trump interpretó como "positiva" la reacción de MBS tras ofrecerle, de nuevo, la entrada en los Acuerdos de Abraham. MBS rebajó los ánimos. "Antes", replicó, "hay que asegurar que haya un camino claro hacia los dos Estados".

La reciente aprobación del plan de paz de Trump para Gaza en Naciones Unidas supone un camino hacia la solución de los dos Estados, tal y como exige la Liga Árabe. Sin embargo, los pasos de Netanyahu van en sentido contrario. Pese a que Israel se adhirió a la firma en Egipto del tratado de paz con Hamás, ni su primer ministro ni la mayoría de la sociedad ven con buenos ojos la convivencia con un Estado árabe por miedo a no poder controlar a sus grupos terroristas.

MBS exige un gesto en ese sentido. Algo parecido a lo que Netanyahu estaba dispuesto a ofrecer en 2009 y que se ha difuminado con el paso del tiempo. En la actualidad, no solo la Franja de Gaza está en ruinas, sino que bandas paramilitares de colonos campan a sus anchas en Cisjordania con el apoyo de los ministros Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich.