Trump en una imagen reciente en el Despacho Oval

Trump en una imagen reciente en el Despacho Oval Reuters

EEUU Política

El vicepresidente o su mujer, ¿quién es el traidor de Trump?

7 septiembre, 2018 01:48

Que Donald Trump tenía dentro de su administración a personas que frenaban o pulían sus ideas más descabelladas antes de ponerlas en marcha era algo que muchos podían intuir y entra dentro de la lógica de un gobierno. De hecho, al principio de su mandato se especuló en varias ocasiones con que eran su propia hija Ivanka y su yerno Jared Kushner los encargados de amansar al magnate en el Despacho Oval. Sin embargo, la tribuna anónima publicada por el New York Times este miércoles va mucho más allá al sostener que existe una resistencia organizada en el entorno del presidente que lo estaría boicoteando deliberadamente, incluso esquivando sus órdenes.


El artículo, titulado ‘Yo soy parte de la resistencia interna de la Administración Trump’, ha desatado una tormenta política y periodística en Washington, así como la furia presidencial, abriendo escenarios inéditos en la reciente historia norteamericana. La columna dibuja a un Trump amoral e inestable, al que sus colaboradores más cercanos creen mentalmente incapaz de ejercer el cargo, pero que estaría más o menos bajo control gracias a unos “héroes” o “adultos” responsables que estarían suavizando sus desmanes sin que éste se diera cuenta.


Aunque con esta columna el misterioso autor parece querer tranquilizar a los estadounidenses, proclamando que hay “funcionarios de alto rango en su propio gobierno trabajando diligentemente desde adentro para frustrar partes de su agenda y sus peores inclinaciones”, lo cierto es que el resultado puede ser contraproducente para esa resistencia de la que habla la tribuna. No en vano, cabría preguntarse si a un movimiento de este tipo no le convendría más trabajar discretamente antes que anunciarse en uno de los principales periódicos del país.

Un alto cargo de la Casa Blanca desvela un trabajo interno del Gobierno para frustrar la agenda de Trump


Este es el planteamiento que se hacen diversos medios norteamericanos, que están advirtiendo de la “crisis constitucional” que puede abrirse a partir de esta publicación. “El autor acaba de arrojar al gobierno de los EEUU a una agitación aún más peligrosa. Él o ella ha inflamado la paranoia del presidente y ha fortalecido su voluntariedad. ¿Qué pasará la próxima vez que un miembro del personal intente disuadir a Trump de, por ejemplo, purgar al Departamento de Justicia para que cierre la investigación de Robert Mueller? El autor del artículo del Times le ha dicho explícitamente al presidente que aquellos que le ofrezcan tal consejo no defienden sus intereses, sino todo lo contrario”, sostiene un analista de The Atlantic.

El argumento parece lógico. Después de la tribuna del Times pocos se atreverán a contradecir a Trump para arriesgarse a ser considerados miembros de esa supuesta resistencia republicana. Y si alguno se lanza, el magnate podría sospechar que se trata de uno de esos “héroes”.

Otra consecuencia que no parece haber importado al autor anónimo es la caza de brujas que se va a iniciar dentro de la Casa Blanca. De momento, la primera batida la están llevando a cabo los medios de comunicación, especulando con el posible responsable de la tribuna.

Sospechosos

La CNN, azote televisivo de la administración Trump, ya se ha apresurado a listar los 13 posibles autores del artículo anónimo, una clasificación en la que ningún asesor del magnate desearía aparecer.

Entre los nombres que se barajan hay varios que se han enfrentado en alguna ocasión al millonario, como Don McGahn, asesor legal de la Casa Blanca que dejará el cargo en otoño, que se opuso al despido de Robert Mueller; Dan Coats, director de Inteligencia Nacional; o John Kelly, jefe de gabinete.


También aparece Kellyanne Conway, consejera del presidente y experta en dar la cara para defender las medidas más polémicas de su gobierno, y considerada una superviviente dentro del juego político de Washington.


Otra mujer en la lista es Kirstjen Nielsen, jefa del Departamento de Seguridad Nacional, de la que aseguran que mantiene una relación tensa con Trump y que habría sopesado dimitir en el último año. También aparece Nikki Haley, embajadora en las Naciones Unidas y uno de los rostros republicanos sobre los que se especula que podría aspirar al Despacho Oval.

Jeff Sessions, fiscal general, y James Mattis, secretario de Defensa, también están en las quinielas. Ambos, además, ya han aparecido en el reciente libro del periodista Bob Woodward ‘Fear’, que retrata la difícil relación que el presidente mantiene con sus colaboradores.


Y llevando las teorías conspiranoicas al extremo, la lista llega incluso a incluir como posibles autores de la tribuna a Ivanka y Jared Kushner, y a Melania Trump, trasladando la crisis política de la Casa Blanca al círculo familiar del magnate y volviendo a desatar los rumores sobre sus problemas matrimoniales.


Sin embargo, hay un nombre que ha ido cobrando fuerza en las últimas horas, el del vicepresidente Mike Pence. Su director de prensa ya ha negado que el político o alguien de su oficina redactara la tribuna anónima, pero los medios han encontrado en el artículo una palabra de uso poco común -según algunos expertos-, pero que el vicepresidente suele utilizar a menudo en Twitter.


En concreto, en la columna de opinión anónima se describe al difunto senador de Arizona John McCain como una “lodestar”, es decir una estrella polar o una guía que tomar como referente “para restaurar el honor a la vida pública y nuestro diálogo nacional”.

Este término es habitual en los mensajes del vicepresidente, lo que ha provocado que esta teoría corra como la pólvora llevando la etiqueta “lodestar” a ser tendencia en Twitter. Sin embargo, los análisis gramaticales y estilísticos del citado artículo no han hecho más que comenzar, por lo que nuevas teorías van surgiendo a medida que pasan las horas. Por ejemplo, algunos ven en la estructura de frases cortas de la tribuna el estilo de Mattis.

Al margen de las especulaciones periodísticas, lo cierto es que esta caza de brujas afectará a la Casa Blanca, haya o no despidos y renuncias. A partir de ahora, los colaboradores cercanos del presidente se pensarán dos veces si contradecir al magnate.


¿Por qué no inhabilitan a Trump?


Otra cuestión que no está dejando en buen lugar a estos supuestos “héroes” de la resistencia a Trump ante la prensa es la mención que se hace en la tribuna al estado mental del presidente. Aunque el autor plantea que en su gabinete se ha barajado invocar la Enmienda 25 de la Constitución, finalmente decidieron renunciar a ello, lo que suscita críticas en algunos analistas.


“Si los asesores más cercanos del presidente creen que él es moral e intelectualmente inadecuado para su alto cargo, tienen el deber de hacer todo lo posible para echarlo por los medios legales disponibles. Ese deber puede ser arriesgado para sus carreras, ahora en el gobierno o con posterioridad, pero en su primer día en el trabajo juraron defender la Constitución, y no hubo exenciones de ‘riesgos’ en el texto de ese juramento”, expone The Atlantic.

La Enmienda 25 que se cita en el texto es una vía para sustituir a un presidente incapaz de desempeñar su función. Se introdujo en 1965 para dar respuesta a un vacío legal que se planteó tras el asesinato de Kennedy en 1963. Hasta entonces, se sabía qué hacer si un presidente fallecía, pero no qué ocurría en caso de que fuera gravemente herido o resultara mentalmente incapacitado para continuar haciendo su trabajo.

Esta herramienta legal permite que los miembros del gabinete pueden acordar notificar al Congreso que no creen que un presidente pueda llevar a cabo su deber. Serían entonces las dos cámaras las que tendrían que decidir por dos tercios incapacitar al mandatario y sustituirlo por el vicepresidente.

Según la tribuna anónima del Times, aunque esta opción se contempló dentro de la administración, “nadie quiso precipitar una crisis constitucional. Así que haremos lo que podamos para dirigir el rumbo del gobierno en la dirección correcta hasta que -de una manera u otra- llegue a su fin”.


Guerra dentro del New York Times


Finalmente, el último debate abierto por la publicación de este artículo es el periodístico. En muchos diarios de EEUU, las secciones de opinión son independientes y ajenas a los mandos de la redacción. La publicación de la columna anónima del New York Times ha creado una situación inédita, ya que los reporteros del periódico se enfrentan al dilema de investigar la autoría de la tribuna, a pesar de que su propia Sección de Opinión ha jurado guardar el anonimato. Lo exponía en Twitter Jodi Kantor, periodista de investigación de esta cabecera.

“Así que, básicamente, ¿los reporteros del Times ahora deben tratar de averiguar la identidad de este autor al que nuestros colegas de la Sección de Opinión han jurado proteger bajo el anonimato? ¿O todo el periódico está obligado por la promesa del anonimato? No lo creo, pero esto es fascinante. No estoy seguro de si hay un precedente”.

Y mientras los medios hacen su trabajo intentando descubrir al misterioso autor, la Casa Blanca trata de reponerse de este nuevo golpe, uno de los más duros que ha recibido hasta ahora el presidente, que ya tenía dudas sobre el equipo de asesores a cuenta de las constantes filtraciones a la prensa. Ahora la desconfianza alcanza otro nivel y da nueva munición a los demócratas con la vista puesta en las legislativas de otoño.