BHL, camino al frente en la óblast de Zaporiyia.

BHL, camino al frente en la óblast de Zaporiyia. BHL

Mundo ENTREVISTA

Bernard-Henry Lévy recibe el León de El Español este jueves: "En Ucrania tuve la tentación de coger el fusil"

"Zelenski es Churchill al cuadrado; la Historia le ha cambiado incluso el físico" / "He estado en una unidad del Batallón Azov; no había ni un solo nazi entre ellos" / "Soy hijo de brigadista internacional, ¿por qué no voy a pedir la nacionalidad española, tal y como permite la Ley de Memoria?".

2 noviembre, 2022 02:46

Bernard-Henri Lévy es actor. No quiere para él esa definición clásica que describe al periodista como “testigo privilegiado”. Lévy -lo dice él mismo tras regresar a París desde Ucrania- intenta ser un actor en el sentido radical de la palabra, ése que interviene en lo que sucede.

Y lo que sucede es una guerra. Hablamos de eso porque este filósofo lleva recorriendo los frentes del mundo desde hace más de medio siglo. Tampoco encaja con el perfil clásico del filósofo: la biblioteca en la que está ahora -con cientos de libros y un juego de espejos- no es un lugar donde pase demasiado tiempo. Lévy no tiene nada que ver con ese “aventurero sedentario” del que hablaba su compatriota Pierre Mac Orlan. No hace el viaje a través de los libros, sino de la acción.

Este jueves recibirá el premio Solidaridad de El Español debido a su película Por qué Ucrania, grabada sobre el terreno, ya estrenada en Francia y pendiente de aparición en España y Estados Unidos. Es una "película de combate", pero no de propaganda.

La diferencia -y ese es uno de los temas de la conversación- anida en la verdad: “La propaganda cuenta mentiras, pero las películas militantes no”. Estas películas, las películas de Lévy, eligen la parte de realidad que quieren contar y la llenan de épica. La semana pasada, se proyectó en la Asamblea General de la ONU, donde recabó una gran ovación.

Tiene hilo directo con Macron. También con Zelenski, al que define como un “Churchill al cuadrado”. Hay una provocación en cada respuesta, en cada camisa. Lleva el mismo modelo desde hace cuarenta años. No revela su precio e insiste en que no busca polémica cuando se planta de traje en la trinchera.

Lévy es de respuesta corta, pero no rápida. Tiene la extraña habilidad de mover las cejas en tantas direcciones como se pueden mover las manos. Tras los silencios, responde. Es de esos que habla como se escribe; la estirpe contraria a la de Juan Ramón Jiménez, que abogaba por “escribir como se habla”.

Hemos venido a provocar a Lévy: a preguntarle por sus días de guerra encuadrado en una unidad del Batallón Azov, a cuestionarle por qué no deja la libreta y coge el fusil, a buscar las cosquillas a sus frases más contundentes.

Es de noche. Lévy aborda la entrevista justo antes de corregir su “artículo de mañana”. Le cuesta conciliar el sueño por la noche: se le aparece el rostro de dos prisioneros rusos a los que interceptó junto a una unidad ucraniana.

Acaba de regresar del frente de Ucrania. ¿Qué se lleva un escritor a la guerra en la maleta? 

Un par de libros. Poco más. Eso es lo más importante. El cepillo de dientes y uno o dos libros. En este caso, me llevé conmigo los Relatos de Odessa, de Isaac Babel; y Vida y destino, de Vasili Grossman.

¿Y qué se ha traído al volver a París?

Congojas, sinsabores e imágenes inolvidables.

En la guerra, ¿se lee o se escribe más?

Ni una cosa ni la otra. Sobre todo, se ve y se escucha.

¿Y usted qué ha visto esta vez?

La capacidad de resistencia del hombre. O mejor: la resistencia de unos y el salvajismo de otros. Los primeros son los ucranianos; los segundos, los rusos.

BHL, junto a soldados ucranianos, en las calles de Ucrania.

BHL, junto a soldados ucranianos, en las calles de Ucrania.

¿Qué tal lo lleva? La última vez que hablamos me explicó que, al regresar a París, su cabeza le daba vueltas continuamente a lo que había visto. Me dijo que le costaba reponerse.

Sí, es verdad. Es más duro estar en Ucrania que en Francia pero, en cierto modo, me resulta muy complicado permanecer en París. Aquí tengo que lidiar con todo tipo de pensamientos, reproches y remordimientos. Por la noche, me asaltan imágenes horrorosas que no me dejan dormir.

¿Es una imagen concreta la que le quita el sueño?

Sí, hay una en particular. Una escena que no tuve la suerte de poder fotografiar. En ella aparecen dos soldados rusos, muertos de miedo, que habían llamado al número de socorro puesto en marcha por los ucranianos para los rusos que quieren rendirse.

Al recibir la llamada, participé en la acción en compañía de una unidad ucraniana. El rostro de aquellos soldados, a quienes no podíamos grabar porque se trataba de prisioneros, todavía me espanta. ¡Qué aspecto tan miserable tenían! Su cuerpo estaba hecho harapos y nos miraban con ojos de terror.

"Lo provocador hoy consiste en seguir siendo tal y como somos. ¡No moverse un milímetro es provocador!"

Usted se viste igual para ir a la guerra que para ir a ver a Macron. Ya sabe que sus fotos con traje y camisa en mitad de la trinchera generan mucho revuelo en los medios y las redes sociales. ¿Es una provocación?

¡Que ser fiel a uno mismo resulte provocador es todo un espectáculo! ¡Soy provocador por negarme a cambiar mi vestimenta! Al parecer, lo provocador hoy consiste en seguir siendo tal y como somos, sin cambios [se ríe]. En fin, si no cambiar un ápice y no moverse un milímetro es provocador, me parece fantástico.

La última vez que nos vimos se encontraba usted en Madrid. Le prometí a un amigo que me atrevería a preguntarle algo que nos intriga: el tema de sus camisas. Cuénteme la historia: ¿de dónde las saca? Y si no es indiscreción: ¿cuánto me costaría una?

Hablar de su precio sería indiscreto. Y en cuanto a la historia que hay detrás de ellas, lo cierto es que no tiene mucho recorrido [se ríe]: uso el mismo modelo de camisa desde hace cuarenta años. Así de simple. Supongo que el motivo tiene que ver con la pereza y el deseo de librarme de una vez por todas de esa pregunta que nos asalta cada mañana: "¿Qué me pongo?". Comprendo que algo así pueda dar lugar a elucubraciones, pero le aseguro que no tiene más historia. Es lo más sencillo del mundo.

¿Nota en estos lugares cierta mirada de sorpresa, en Ucrania o en otros conflictos, cuando se planta usted en la trinchera vestido de traje? 

Si causa sorpresa, quizá se deba a que la gente se da cuenta en seguida de que no soy periodista. Son conscientes de que están ante un escritor comprometido. Esto es lo que les resulta chocante. Un periodista que está haciendo su trabajo no les resulta tan llamativo, pero que un escritor decida sumarse a las trincheras y se una a un escuadrón de combatientes sí les extraña. Esto no sucede con los periodistas.

En cuanto al trabajo de campo, entonces: ¿quién lo tiene más fácil en la guerra? ¿Un escritor o un periodista?

Son dos enfoques distintos. La labor del escritor comprometido en la guerra es, al mismo tiempo, más fácil y más difícil. Es más fácil porque se nos permite acceder a lugares que, a veces, están vedados a los periodistas. Pero también es más difícil, en mi caso, porque mucha gente me reconoce. Como le digo, ese reconocimiento me facilita la entrada a algunos sitios, pero también hay quien no me ve con buenos ojos. A veces, incluso me convierto en un objetivo.

Los periodistas también son...

Por supuesto, sé que los periodistas también son, por desgracia, objetivos militares en muchas ocasiones. ¡Cuántos de ellos han caído! Tan solo quería decir que, cuando uno tiene un rostro conocido, el trabajo puede complicarse un poco.

"El líder de los bosnios, en Sarajevo, rechazó mi idea de crear un batallón internacional. Me dijo que era más útil con la libreta"

¿Alguna vez ha tenido la tentación de dejarse llevar por completo? Es decir: de entregar su vida a una de las causas que ha defendido, quedarse a vivir en la guerra e incluso cambiar la libreta por el fusil. 

Sí. La primera vez que tuve ese deseo fue en la guerra de Bosnia, cuando estaba en Sarajevo. Pedí al presidente de la República que me permitiera crear una suerte de batallón o brigada internacional. Su respuesta fue: "Usted resulta más útil empuñando la pluma que el fusil".

¿Aceptó esa respuesta?

Sí. Consiguió quitarme las ganas.

Y en Ucrania, ¿también ha tenido esa tentación?

Sí, he tenido esa misma tentación. Pero me he acordado de la lección aprendida en Sarajevo. Creo que soy de más ayuda rodando una película. Me digo a mí mismo que, en el fondo, empuñar un fusil está al alcance de muchos hombres y mujeres. Pero rodar las películas que yo ruedo, escribir lo que escribo, no puede hacerlo todo el mundo.

Bernard-Henri Lévy observa la fabricación de un cóctel Molotov en Ucrania.

Bernard-Henri Lévy observa la fabricación de un cóctel Molotov en Ucrania.

La última vez que hablamos, me dijo: “La tesis de la mirada neutra difiere por completo de mi forma de pensar”. En las guerras que visita, toma partido por una de las causas. Trata de intervenir en lo que sucede. ¿Puede, entonces, entenderse su película como un ejercicio de propaganda bélica?

No. No se trata de propaganda, sino de películas comprometidas y militantes.

Pero, cuando se toma partido por una de las causas, se expone la realidad de una manera determinada. ¿Se atrevería a decirme cuál es esa otra parte de la realidad que ha dejado fuera de su película?

Por ejemplo, no me he molestado en grabar a los rusos. He adoptado, de entrada, un solo punto de vista: el de los ucranianos. Por tanto, la otra cara de esta realidad —es decir, la del bando ruso— no la he podido ni querido grabar.

Hay una pregunta que tiene que ver con las guerras, pero también con la pandemia: ese debate que se produce entre quienes son partidarios de mostrar al público imágenes brutales y los que apuestan por censurarlas. Usted se encuentra entre los primeros. ¿Por qué?

Porque creo que es preciso mostrar el horror a la gente. Debemos ser conscientes de ello. Solo así podremos contemplar la realidad en toda su verdad y comprometernos con ella. 

¿Cree que esa postura impedirá que las grandes plataformas como Netflix o HBO emitan sus documentales? Estamos en plena era de la cancelación.

Por el momento, el documental se encuentra disponible en la plataforma Arte, que ha accedido a difundirlo. Se trata de un medio con un alcance internacional bastante amplio. Pero confío en que pronto se sumen otras plataformas.

BHL en una trinchera cerca de Raihorodok, a 100 kilómetros de Doneskt.

BHL en una trinchera cerca de Raihorodok, a 100 kilómetros de Doneskt. BHL

Hay en la película una mujer ucraniana que ha perdido a su marido y lo cubre con un trozo de tela todos los días. Al principio, cuando se acercan las cámaras, llora y no quiere mostrar el cadáver. Pero, de pronto, es como si ella misma se diera cuenta de que el mundo tiene que verlo. 

Sí, es otra mujer que está a su lado la que se lo dice. Podemos ver ambos tipos de reacciones. Por un lado, tenemos la reacción de la primera mujer, arrasada por la pena, presa de un dolor extremo, hasta el punto de que rechaza incluso cualquier forma de conmiseración.

Y, por otro lado, tenemos a su vecina, que trata de convencerla para cambiar de actitud. Es esta última quien le dice: "Te equivocas, deberías mostrar tu realidad al mundo. Enséñales lo que estás viviendo. Por mucho que estés sufriendo, por triste que estés, muéstralo". Y en ese minuto de conversación entre las dos mujeres se decide todo. La primera mujer es convencida por la segunda. Es mejor así.

En la película, usted dice: “Es la primera guerra entre el fascismo y los campeones de la libertad”. ¿Realmente puede existir un bando de una guerra que esté despojado de toda miseria moral? ¿Un "campeón de la libertad"?

¿Desprovisto de toda índole moral? No lo tengo claro… En los bandos de una guerra, las cosas nunca son negras o blancas. Sé bien que la Historia no la escriben angelitos, precisamente. Ningún hombre está a la altura del ideal que le toca encarnar. Sin embargo, dicho esto, recordemos que, en los tiempos del fascismo, los aliados eran los defensores de la libertad.

En 1942 o 1943, uno no podía elegir. Nos encontrábamos en la misma situación. De un lado, el fascismo; del otro, los héroes libertarios, es decir, los ingleses, los americanos y la Francia libre. No todos estos actores eran ángeles, pero encarnaban la bandera de la libertad.

"La diferencia entre una película militante y una película de propaganda es que las primeras no incluyen mentiras"

Ahora vivimos inmersos en la llamada era de la cancelación. Se cancela a los escritores y cineastas con motivo de sus ideas. Pero yo he aprendido mucho sobre propaganda bélica viendo, por ejemplo, las películas de Leni Riefenstahl, la cineasta favorita del nazismo, con películas como 'El triunfo de la voluntad'. ¿Las ha visto? ¿Ha aprendido algo de ellas a la hora de crear "películas de combate"?

No estoy de acuerdo. Leni Riefenstahl no hacía películas de combate. Se trataba de propaganda. Sus películas parten de un pecado original. Decir lo contrario plantea un montón de problemas: en primer lugar, su autora es nazi. Segundo, son trabajos plagados de mentiras. Y conviene señalar que un trabajo militante no tiene por qué incluir mentiras, eso lo convertiría en mera propaganda.

Tercero, estos trabajos se entregan a una estética absolutamente deleznable. Seguro que conoce la famosa polémica surgida en Francia durante la Nouvelle Vague. Estos teóricos planteaban que ciertos travellings (movimientos de cámara) eran moralmente reprochables. Como ejemplo paradigmático, señalaban la película Kapo, de Rivette, donde se ejecuta un travelling sobre un cuerpo atrapado en una concertina.

Ese desplazamiento de la cámara simbolizaba, a juicio de estos nuevos cineastas, todo el horror de los campos de concentración. Pues yo opino lo mismo: la estética de Riefenstahl es aberrante. En mis películas jamás se utiliza la estética de esta manera. Tan solo son trabajos comprometidos.

Bernard-Henri Lévy camina por las calles de Odesa junto a varios soldados ucranianos.

Bernard-Henri Lévy camina por las calles de Odesa junto a varios soldados ucranianos.

Hace una semana que volvió de Kiev. ¿Ucrania tiene realmente posibilidades de ganar la guerra? ¿Se puede argumentar eso de una manera racional? Por momentos parece inverosímil: es un país pequeño enfrentado a un país enorme, de un potencial como Rusia.

Sí, Ucrania es un pequeño país. Pero sus hombres y mujeres saben por qué están luchando. En cambio, Rusia es un enorme país, pero sus ciudadanos no tienen la menor idea de por qué luchan. Esa es la diferencia. Cuando uno sabe por qué pelea, cuáles son los valores que defiende —especialmente cuando son nobles—, goza de una ventaja incomparable sobre su adversario. Por eso sé que Ucrania vencerá.

Quizá, los testimonios más impactantes sean los de los ucranianos que han vivido en guerra bajo la ocupación rusa. ¿Qué le contaron? 

Que incluso aquellos que tuvieron dudas sobre la causa ucraniana ya no las tienen. La ocupación rusa las ha hecho desaparecer de un plumazo. Los más reticentes han comprendido que no hay nada que pensar: vale más vivir en la Ucrania democrática que bajo el yugo de la Rusia fascista y colonial.

"No creo que los tribunales internacionales lo dejen pasar. Juzgarán a los responsables rusos por crímenes contra la humanidad"

Usted ha visitado la región ucraniana de Bucha. ¿Cree que allí se han cometido muchos crímenes contra la humanidad por parte de Rusia? ¿Considera que algún día se juzgará a Putin igual que a figuras como Milosevic?

Cada día se desvelan más y más crímenes de ese tipo. Sobre todo, se descubren en las poblaciones ucranianas liberadas. En estos lugares, el riesgo de encontrar, cuando se exhuman las víctimas, atrocidades que atentan contra los derechos humanos, es muy elevado.

Esto es lo que ha sucedido hace unas pocas semanas al abrir varias fosas comunes. Creo que estos crímenes tienen una relevancia tal que, algún día, sus máximos responsables serán conducidos ante un tribunal internacional. No puedo imaginar que la comunidad internacional vaya a dejar pasar algo así.

¿Los ucranianos están logrando respetar a sus prisioneros? En una guerra, imagino, el hombre agredido tiene que tener la tentación de pagar con la misma moneda, de dar rienda suelta a sus pulsiones más primarias. 

Todo lo que yo he presenciado me hace pensar que los ucranianos respetan los acuerdos de guerra y tratan a sus presos como es debido. El ejército ucraniano encargado de la defensa ha abierto un canal de Telegram, junto además de una aplicación, que permite a los soldados rusos deseosos de desertar llamar a un número de teléfono y comunicarlo.

Sé que son muchos los que han recurrido a esta opción. Yo mismo he sido testigo de una escena como esta. He visto a varios rusos rendirse tras conocer las promesa que los ucranianos les hacen: no atentar contra ellos, ofrecerles alimento y garantizarles un trato digno y humano. Hasta donde yo sé, estas promesas se han cumplido.

También se entrevistó con miembros del batallón Azov. Asegura que esta organización ha dejado de ser neonazi y que incluso hay judíos entre sus miembros. ¿Cómo puede estar seguro de eso?

No digo eso exactamente. Lo que señalo en el documental es que, en la unidad del batallón Azov que yo conocí, la que aparece en escena, no me consta que haya nazis. He tenido tiempo a de sobra para interrogarlos y hablar con ellos.

He participado en diálogos colectivos con cientos de esos hombres y estoy convencido de que no hay nazis entre ellos. Ahora bien, si los hay en otras unidades del batallón, es algo que ignoro. Recordemos que se tata de uno de los batallones más importantes de Ucrania, así que dudo mucho que haya nazis en sus filas. En cualquier caso, lo que tengo claro es que si los hay, serán una minoría que, en modo alguno, permite la extrapolación. Creo que esa idea del "neozanismo" se debe a la propaganda rusa. Es mentira.

Lévy, durante una de sus entrevistas con Zelenski.

Lévy, durante una de sus entrevistas con Zelenski.

Otro de los protagonistas de la película, como resulta lógico, es Zelenski. Usted lo conoce bien. Lo entrevistó antes de la guerra, ¿ha podido mantener el contacto con él?

Sí. 

¿Y qué le ha transmitido el carácter de Zelenski? ¿Qué ha visto en su interior?

Coincidí con él un rato en Kiev. Fue el día en que dio comienzo la contraofensiva de septiembre. Zelenski asistía a una conferencia internacional y ese mismo día debía lanzar un ataque sobre Jersón.

Lo que más me llamó la atención fue su aplomo; su capacidad para entregarse a un debate mientras se estaba jugando la suerte de su país. Por no hablar de su valía como jefe de guerra, algo que lleva demostrando desde el mes de febrero. Estamos hablando de un actor que se ha convertido en comandante en jefe. La defensa de Lugansk, por ejemplo, es mérito suyo.

El documental refleja ese cambio radical en la personalidad del cómico. Es un cambio también físico. El humorista delgado y sonriente es ahora un hombre más robusto, de gesto serio y vestido de militar. 

Por supuesto. Lo que ha sucedido es que la Historia se ha apoderado de él. Cuando hablamos de la transformación de Zelenski, hay que poner en valor este fenómeno: la Historia misma lo ha transformado por completo, incluso físicamente.

"Zelenski me recuerda a Churchill; la Historia se ha apoderado de él y lo ha transformado incluso físicamente"

Lo compara con Winston Churchill, pero hay una gran diferencia: Zelenski pertenece a una generación que no había visto una guerra como esta. Churchill tenía una relación mucho más cercana con las armas. De pronto, es un cómico quien debe defender Europa. Y se transforma. Esa es la magia de la condición humana.

Permítame que le recuerde algo: yo fui el primero que estableció esa comparación con Churchill. Nadie más lo había hecho aún. Esta valoración la publiqué yo en mi columna de El Español del 24 o 25 de febrero. De hecho, dije que se trataba, para mí, de un Churchill al cuadrado, pues cuenta con el mérito adicional de no tener ninguna experiencia militar previa. Eso aumenta enormemente su mérito.

En dos momentos distintos de la película, usted utiliza la retórica de los brigadistas internacionales que combatieron en España para defender a la República. Dice: “No pasarán”. También achaca a Putin el “viva la muerte” que le arrojó el general Millán Astray a Miguel de Unamuno. Entiendo que es herencia de su padre, que fue brigadista. ¿Qué le contó de la guerra en España? ¿Habló usted mucho con él sobre ella? 

No mucho. Alguna vez lo hicimos. Mi padre consideraba la Guerra Civil española una cita ineludible para su generación, pero que también marcó el destino de la generación que estaba por nacer. Es decir, la mía. Fue un acontecimiento histórico capital para los adultos y los más jóvenes de aquel momento. No es tan habitual encontrar sucesos así, donde coincidan dos generaciones.

El Gobierno acaba de aprobar la llamada Ley de Memoria Democrática, que otorga a los hijos de los brigadistas internacionales la posibilidad de adquirir la nacionalidad española si protegen el legado de sus antecesores. ¿Se planteará pedir la nacionalidad española?

No estaba al corriente de esa cláusula legal. ¿Por qué no? 

Podría ser español usted también.

Claro, no veo impedimento.