Bart van Maaren tiene 82 años y defiende el derecho a la eutanasia sin necesidad de ser enfermo terminal

Bart van Maaren tiene 82 años y defiende el derecho a la eutanasia sin necesidad de ser enfermo terminal

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"Quiero una pastilla para acabar con mi vida": ¿Eutanasia para ancianos 'cansados de vivir'?

Los políticos holandeses debaten ampliar la eutanasia para incluir a los mayores sin enfermedades terminales que quieren 'programar' su muerte. 

12 febrero, 2020 04:20
Róterdam

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Tras múltiples intentos y años de debate, la ley de eutanasia española ha vuelto al Congreso este martes para intentar abrirse paso en esta legislatura. Mientras, en Holanda con la práctica regulada desde 2001, se abre el debate más allá de la eutanasia: ¿Tienen los ancianos "cansados de vivir" derecho a acabar con su vida? El asunto está sobre la mesa y hay un desacuerdo entre los partidos que conforman la coalición que gobierna el país sobre la llamada ley de vida completa, que permitiría a quienes hayan alcanzado una cierta edad terminar su vida si así lo desean.

Bart van Maaren (82) intuye desde hace años que no le queda mucho tiempo por delante. “En 2003 me hicieron un bypass en el corazón, y empecé a pensar en la vida y la muerte. Me estoy acercando; soy realista”, cuenta por teléfono desde Weert, al sur de Países Bajos. También sufre problemas de cadera y de cataratas. Aunque sus achaques están lejos de la gravedad del paciente promedio que quiere terminar con su vida, tiene claro que le gustaría poner el punto final a sus días cuando él decida.

Los partidos de inspiración democristiana son el principal obstáculo para la aprobación de esta polémica legislación, que ha dado lugar a confusión en algunos medios, que incluso llegaron a afirmar que los Países Bajos aprobarían una suerte de "pastilla letal" para los que quieran acabar con su vida.

De las cuatro fuerzas que conforman el Gobierno, ni CU (5 diputados) ni CDA (19) quieren debatir un tema que para los centristas D66 (19) es prioritario. Los liberales de derecha del VVD (33) mantienen la equidistancia. Respecto a la negativa por parte de los partidos democristianos, van Maaren vive su discrepancia sin acritud: “Tienen una forma de pensar anticuada, aunque vivimos en democracia y hay que aceptarlo”.

"Espero morir primero"

Su esposa (74) es a todas luces uno de sus pilares. “Mi mujer y yo no tenemos familia cercana, sólo el uno al otro. Y claro, llegará el momento en el que uno de los dos tendrá que irse. Y no sabemos quién va primero. Espero que me toque a mí, pero tampoco lo puedo asegurar. Si pierdo el contacto con mi entorno, si soy incapaz de participar en la vida, no me gustaría esperar a la muerte en una institución”.

Fisioterapeuta de profesión durante unos 50 años, también fue pianista profesional en su juventud. Aprovechando la jubilación, ha vuelto a retomar su pasión por la música: “Toco el piano, el acordeón, y llevo dos años estudiando saxofón alto. Aprender cosas nuevas es muy importante para mí. También leo mucho y escribo libros; mi tema favorito es la segunda guerra mundial”.

No es de extrañar que alguien que nació en Ámsterdam en 1938 tenga curiosidad por el conflicto. “Sé que a mis padres les costó mucho mantenerme con vida en mis primeros años. El invierno de 1944 fue especialmente duro, por el hambre”. De su infancia, también recuerda con especial cariño a su abuela paterna.

Su primer contacto directo con la muerte fue en 1978: “Mi padre tuvo un infarto y murió; sucedió en mi habitación. Me impactó”. Pero su posición respecto a elegir el final de la vida tiene más que ver con su formación médica. Las palabras de su profesor de gerontología en 1961 resumen su visión al respecto: "Para una persona de 70 años, no es importante llegar a los 80. Tampoco para su entorno ni para la sociedad".

"Lo que importa es que, si llega a cumplir 80, sea de forma digna”. El resto de facultativos no entendieron el mensaje en aquel momento, pero a van Maaren se le quedó grabado, a pesar de la oposición frontal frente a su profesor.

Así, su visión sobre la muerte es más pragmática que mística. “Me ayuda mucho no ser una persona religiosa. Me considero no-teísta, porque a diferencia de los ateos, yo sé que no hay dios. Y si no lo hay, es imposible que esté en mi contra. Es una cuestión de lógica. Con respeto hacia quienes sean religiosos, por supuesto.” Si bien la religión da escaso amparo a sus creencias sobre la vida y la muerte, la política en general no deja el listón mucho más alto: "Hay personas que hablan sobre los mayores, que nos imponen reglas. Y en general, son mucho más jóvenes que nosotros. Antes de cumplir 70, apenas le había dado vueltas al tema de la mortalidad".

A pesar de las discrepancias con una parte de la sociedad holandesa, van Maaren se siente acompañado en su decisión, que es compartida por sus círculos más cercanos. “Tenemos muchos amigos de nuestra edad, y casi todos están de acuerdo con mi deseo. Y en Países Bajos, creo que la mayoría de la gente piensa igual”.

Su estimación no va nada desencaminada. Según una encuesta publicada a principios de febrero, un 37% de los holandeses considera que cualquiera debería poder terminar con su vida si así lo decide. Un 14% piensa que habría que establecer una edad mínima, y un 27% está de acuerdo con permitir la eutanasia a personas con un diagnóstico degenerativo severo. Sólo un 13% cree que hay que esperar al estado terminal para optar por la muerte, mientras que un 9% rechaza la eutanasia, en cualquier caso.

A pesar de la existencia de un consenso social a favor de flexibilizar el acceso a formas de terminar la vida, la polarización es clara al segmentar las respuestas por recuerdo de voto. Mientras que un 65 y un 69%, respectivamente, de los votantes de CDA y CU consideran que nunca se debería aplicar la eutanasia o que se debería reservar para pacientes terminales, el 100% de los electores de D66 consultados optaron por respuestas más permisivas que la legislación actual.

“No quiero depender de un médico"

Pero la opción preferida por van Maaren no está incluida en el plan que D66 quiere que se debata, que requeriría la intervención médica y establece una barrera en los 75 años para poder optar a finalizar la vida. “No quiero depender de un médico que diga que mi sufrimiento es demasiado y que no me puedo curar. Me gustaría poder terminar mi vida por mí mismo, con una pastilla que salga de mi armario, en casa”. En cualquier caso, la pastilla no es a lo que espera para cerrar su vida. “Me daría paz interna tener esa posibilidad: si tuviera esa pastilla en casa, no la usaría directamente ni de manera impulsiva, sino cuando sea necesario”.

La medicina, que en parte le ha permitido llegar hasta aquí, no es una solución indefinida. “¿No son todos estos fallos físicos consecutivos señal de que una existencia está terminando? Sería realista darse cuenta de que, a cierta edad, continuar existiendo no es mérito propio, sino de la técnica”.

Van Maaren, que tiene a España entre sus países favoritos, lamenta no poder ser capaz de expresarse en español con el periodista. Asegura que antes hubiera sido posible, pero lleva unos 10 años sin pasarse. Aunque no descarta apuntarse a clases si le queda tiempo después de las de saxofón: “Todo es posible”, dice mientras se ríe con ganas.