El ultraconservador Lieberman (i) es el nuevo ministro de Defensa de Israel.

El ultraconservador Lieberman (i) es el nuevo ministro de Defensa de Israel. Amir Cohen Reuters

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Benjamin Netanyahu gira aún más hacia la derecha

El nombramiento del ultranacionalista Lieberman al frente de Defensa alerta a antiguos socios de gobierno y hace temblar a la izquierda israelí y a palestinos.

29 mayo, 2016 00:52

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El "House of Cards israelí". Con esta metáfora que emula una serie de intriga política y luchas de poder en EEUU han definido algunos analistas locales la tormenta política que se ha vivido en Israel en los días previos al controvertido nombramiento del exministro de Exteriores Avigdor Lieberman como titular de Defensa. Líder del partido ultranacionalista y laico Israel Beitenu (Israel es nuestro hogar), Lieberman se ha comprometido con algunos de sus principales rivales políticos, los partidos religiosos, a revertir -o al menos no apoyar- leyes que sean consideradas perjudiciales por ellos.

Por ejemplo, las que contemplan regular el matrimonio civil (que no aún no existe en Israel), fomentar que los ultraortodoxos se integren en el mercado laboral o reducir las ayudas públicas a todas aquellas escuelas israelíes que no impartan un currículo que incluya matemáticas o inglés (un alto porcentaje de colegios en ciudades como Jerusalén solo imparten estudios vinculados a la Torá).

Pues bien, Avigdor Lieberman ha dejado a un lado viejas demandas y llegado a un acuerdo con las formaciones religiosas para que su partido entre en la coalición de gobierno, él pueda ser ministro de Defensa y un miembro de su formación hacerse cargo de la cartera de Inmigración. 

Una jugada maestra para el "cerebro de la operación", Netanyahu -según apuntaban algunos editorialistas locales-, que ampliará con seis diputados su mayoría parlamentaria, pasando de 61 a 66 en una cámara formada por 120 escaños donde anda justo.

Además, la entrada de Lieberman llega con el beneplácito del movimiento de colonos (el propio Lieberman vive en un asentamiento) cuyo apoyo supuso la victoria para Netanyahu en las últimas elecciones legislativas de marzo 2015 frente al laborista Isaac Herzog, líder de Unión Sionista -formación que aglutina al Partido Laborista y al partido centrista Hatnuá de la exministra de Exteriores Tzipi Livni-, y entonces su mayor rival. 

“Un acuerdo con Herzog le habría venido bien a Netanyahu porque le habría dado más escaños y le habría ayudado a mejorar la imagen del gobierno a escala internacional”, comenta el politólogo de la Universidad de Tel Aviv, Alberto Spektorowski. “Sabe que Herzog no puede hacerle sombra, pero también que no puede abandonar a su base electoral de la derecha dura”, añade el analista quien ve en el primer ministro israelí a un populista que “primero ve lo que dice la gente y después actúa”. 

Finalmente Netanyahu, que mantuvo conversaciones en paralelo con Herzog y Lieberman, descartó al primero, a quien además generó conflictos dentro de su propio partido precisamente por intentar llegar a algún acuerdo con él. Bibi ha vuelto a demostrar su gran capacidad de funambulismo político a la hora de fortalecer el poder que ya ostenta como primer ministro, titular de la cartera de Economía y de la de Asuntos Exteriores, ministerios que dejó vacantes a la espera de convencer a otros partidos para formar parte de un gobierno de unidad nacional. 

DETONANTES DE LA ENTRADA DE LIEBERMAN

Uno de los episodios clave de este culebrón político tuvo lugar el pasado 24 de marzo, cuando un oficial de bajo rango del Ejército remató de un tiro en la cabeza a un joven palestino que había intentado apuñalar a un compañero suyo y yacía moribundo en el suelo después de haber recibido varios impactos de bala. El entonces ministro de Defensa, Moshe Yaalon, condenó la acción de su subordinado, al que calificó de “trangresor” de las reglas de enfrentamiento del Ejército y abogó abiertamente porque fuera llevado ante un tribunal militar, decisión con la que Netanyahu parecía en un principio estar de acuerdo. 

No obstante, a los pocos días la cabeza del Ejecutivo estaba llamando por teléfono al padre del soldado para decirle que haría lo posible por garantizar la exculpación de su hijo. "Cuando Netanyahu vio el apoyo social que despertaba el caso - el 68% de los israelíes simpatizaban con el sargento en cuestión, según las encuestas- cambió de idea y decidió apoyarle", explica Spektorowski.

Lieberman fue más allá, personándose en el juicio junto a la familia del acusado. “Este hombre tiene mucho peligro, fíjate que lo dice hasta el propio Benny Begin (ex-diputado del partido de Netanyahu, el Likud, e hijo de Menahem Begin) que es muy de derechas”, bromea Spektorowski. No obstante, según su análisis, “Lieberman va a intentar comportarse de forma pragmática de no haber iniciativas ajenas que lo pongan en aprietos como algún atentado de Hamás o de Hizbolá. Entonces quizá sí se vea obligado a actuar”, añade este experto. "Una cosa es lo que dice y otra lo que hace", apostilla. 

Durante la última guerra de Gaza en el verano de 2014 Yvette (como se conoce a Lieberman en el argot político israelí) abogó por multiplicar los bombardeos aéreos y prorrogar la operación terrestre hasta doblegar completamente a Hamás y posibilitar la reintroducción de la Autoridad Nacional Palestina, a pesar del elevado número de bajas civiles que se estaban produciendo (la mayoría de los 2200 palestinos que murieron en el mes y medio de conflicto eran civiles. 73 israelíes también perecieron, sobre todo soldados). 

Finalmente, la invasión militar de toda la Franja de Gaza que él mismo pedía no se produjo para tranquilidad de la población civil gazatí, que había sufrido tres guerras en siete años. Es un hombre polémico que, en el pasado, también llegó a abogar por el bombardeo de la presa de Asuán en Egipto –por lo que se ganó la irreconciliable animadversión de Hosni Mubarak– el asesinato de todos y cada uno de los dirigentes de Hamás o, más recientemente, la implantación en Israel de la pena de muerte para los palestinos acusados de terrorismo.

Pero el escándalo que terminó por aupar a Lieberman como nuevo ministro de Defensa de Israel y que precipitaría la salida de su predecesor en el cargo, el exmilitar Moshe Yaaon, se produjo precisamente en las más altas esferas del Ejército israelí.

El jefe adjunto del Estado Mayor, el general Yair Golan advirtió, en el marco de la última conmemoración del Día de Recuerdo del Holocausto, de que las tendencias actuales de la sociedad israelí le recordaban a la Alemania prenazi de los años 30. Palabras que provocaron una oleada de condenas desde el ala más a la derecha del espectro político israelí y por las que el militar terminó desdiciéndose. 

Sin embargo, el que era su jefe, Yaalon, le defendió. Hasta animó a que otros altos mandos alzaran su voz en cuestiones de ética y moral incluso cuando "sus ideas estuvieran en contra de sus superiores o hasta del Gobierno". Unas declaraciones que  contrastan con la persecución que el propio Yaalon fomentó desde su ministerio contra onegés como Breaking the Silence ("Rompiendo el Silencio"), la cual recoge precisamente testimonios anónimos de soldados críticos con la ocupación.

"Los trapos sucios se lavan en casa" sería el axioma defendido por el exministro de Defensa, lo que no le ha impedido denunciar en público "el extremismo, la violencia y el racismo que amenazan a la sociedad israelí y que gotean también sobre el Ejército", dijo el militar en el discurso que precedió a su salida de Defensa. 

Su presunto entrometimiento en cuestiones que, para Netanayhu, solo afectan al gobierno colmó la paciencia del premier israelí. Con la salida de Yaalon, el primer ministro vino a decir a los militares, "vosotros no tenéis que opinar ni política, ni de cuestiones morales ni de nada. Dedicaos a lo vuestro", asegura Spektorowski. 

Para este analista, las palabras del díscolo general Golan sobre lo que está sucediendo en el conjunto de la sociedad israelí solo reproducen el sentir del propio Moshe Yaalon y de  parte del estamento militar israelí que, según el politólogo, representa la "racionalidad" en tiempos turbulentos. "La sociedad israelí se está corrompiendo, se está saliendo de la banda y hay que encender una línea roja", apunta. 

REACCIONES AL GIRO ULTRADERECHISTA DE NETANYAHU

En esta línea escribía hace unos días Thomas Friedman, conocido periodista del New York Times y buen conocedor de la zona. “Israel se está hundiendo cada vez más en un Estado binacional de hecho controlado por extremistas judíos”, afirmaba el autor en su artículo de opinión. 

Pero quizá el mejor diagnóstico de la situación lo haya hecho el filósofo de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Moisés Halbertal, citado por Friedman, quien afirma que somos testigos “de cómo el partido gobernante se está transformando en un partido ultranacionalista obsesionado con el enemigo interior –los tribunales, las ONGs, el sistema educativo, la minoría árabe y ahora, el Ejército– o sea, cualquiera que se entrometa en su intención de eternizar la ocupación de Cisjordania”.

El último ejercicio de funambulismo político de Netanyahu provocó además la ira de viejas nombres del laborismo israelí como Ehud Barak, que ejerció en el pasado como primer ministro, titular de Defensa y jefe del Estado Mayor. "Israel ha sido infectado por las semillas del fascismo", decía hace unos días en una televisión israelí. "Yo estoy feliz de ser una fascista", le respondía irónica poco después en otra entrevista televisiva la no menos polémica Miri Regev, antes portavoz del Ejército y hoy ministra de Cultura de Israel.

Además, poco ha ayudado a calmar los ánimos la entrada en el Parlamento de un activista del movimiento de los Fieles del Tercer Templo, que aboga por la construcción del tercer templo en la Explanada de las Mezquitas y por la libertad religiosa de los judíos por rezar allí. Yehuda Glick, que asumirá el escaño dejado por Moshe Yaalon quien, además de renunciar a su cartera, también deja la política, "al menos temporalmente", según explicó. 

Glick defiende el rezo de los judíos en el complejo conocido internacionalmente como la Explanada de las Mezquitas (en el judaísmo este espacio es el Monte del Templo), lo que está prohibido por el sistema de statu quo que rige desde hace décadas el kilómetro cuadrado más sagrado del mundo. La constante entrada de colonos judíos en este espacio alimentó la llama de la violencia el año pasado cuando, después del verano, se desató la llamada Intifada de los Cuchillos. 

A pesar de eso, el mismo día en que asumía su escaño, Glick dijo que haría todo lo que está en su mano para acabar con tal prohibición. En 2014 el activista recibió tres tiros a manos de un palestino que tiempo antes había prometido "combatir a los sionistas en Al Quds (Jerusalén)". El ataque dejó al ultranacionalista muy grave, aunque finalmente pudo recuperarse.

Las reacciones al nombramiento de Lieberman como nuevo ministro de Defensa del Ejecutivo israelí tampoco se hicieron esperar por parte de los palestinos. "Este Gobierno acarrea una amenaza real de inestabilidad y de extremismo en la zona", dijo a los medios el número dos de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Saeb Erakat. Por su parte, Hamás -que gobierna la Franja de Gaza- denunció el retorno de Lieberman como "una escalada en el racismo y en el extremismo".

Del exterior también llegaron muestras de preocupación. El portavoz del Departamento de Estado norteamericano, Mark Toner, señaló en rueda de prensa que el nombramiento de Lieberman “plantea preguntas legítimas sobre qué dirección están tomando las políticas del Gobierno israelí”, aunque especificó que no piensan juzgarle por sus declaraciones sino por sus hechos. 

Toner enfatizó la necesidad de seguir trabajando por el modelo de dos Estados, lo que implicaría el reconocimiento de un Estado palestino independiente, algo a lo que Lieberman se opone frontalmente. Por algo es un ferviente defensor de la construcción de asentamientos, la cual podría impulsar ahora como máximo responsable del ministerio de Defensa, cartera de la que depende en última instancia la administración civil en los territorios ocupados.

Palestinos e israelíes esperan ahora a lo que pueda suceder en las elecciones presidenciales de Estados Unidos el próximo mes de noviembre. "Si gana Trump, olvídese de todo, se transforma el mundo. Entraríamos en una nueva era", ironiza Spektorowski. Todos esperarán a la salida de Obama para mover ficha, especialmente Benjamín Netanyahu, en la que puede ser su gran jugada en el particular House of Cards israelí.