Valls ha superado una moción de censura.

Valls ha superado una moción de censura. Philippe Wojazer Reuters

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¿Es el primer ministro francés Manuel Valls realmente socialista?

Las últimas e impopulares medidas tomadas por el 'premier' galo han despertado una oleada de movilizaciones.

13 mayo, 2016 03:29
París

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Manuel Valls, primer ministro francés se ha enfrentado en la tarde de este jueves a una moción de censura abanderada por la oposición de centro derecha, cuyos diputados han unido sus firmas para intentar tumbar la controvertida ley laboral, y con ella, el gobierno de François Hollande. Eran necesarios 288 votos a favor de esta moción, que tan sólo ha logrado 246 apoyos dentro de la Cámara. Aunque la suma de diputados ha alejado a Valls de la derrota, lo cierto es que haber accedido al artículo 49.3 para aceptar esta ley esquivando el debate vuelve a poner el foco en los movimientos políticos del primer ministro francés.

En 2011, Valls todavía era candidato a las primarias del Partido Socialista francés cuando sugirió en varios medios que, de llegar al poder, la edad de jubilación no volvería a los 60 años. También aseguraba sin tapujos estar a favor de la ruptura del régimen laboral de 35 horas semanales, uno de los logros estrella de los sindicatos. En aquel entonces, la frase “los franceses deberán trabajar más” recordó al célebre eslogan de Nicolas Sarkozy en su campaña de 2007: “Trabajar más para ganar más”.

UN MINISTRO MEDIÁTICO

Ya en 2009, cuando el ahora primer ministro era sólo alcalde de Evry, su nombre permaneció durante semanas en boca de todos al recogerse en un vídeo sus palabras a uno de sus colaboradores mientras ambos paseaban por un mercado de esta ciudad. “Qué bonita imagen, qué bonita imagen de la ciudad de Evry...”, ironiza después de estrechar la mano a un ciudadano de origen magrebí. “Tienes que meterme por aquí algunos ‘blancs’, algunos white, algunos blancos…”

En 2013, durante una entrevista para France Inter, la firmeza de Manuel Valls ante la instalación de familias rumanas en el país galo creó un gran revuelo. “Esas poblaciones tienen modos de vida extremadamente diferentes a los nuestros, y evidentemente, están en confrontación con las poblaciones locales”, lanzaba a la radio francesa. “Es ilusorio pensar que arreglaremos el problema de los rumanos únicamente a través de la integración. No hay otra solución que desmantelar sus campamentos progresivamente y enviarles a la frontera”. Ese mismo año, el candidato a la presidencia de Los Republicanos (partido heredero de la UMP de Nicolas Sarkozy) Jean-François Copé asumía que las ideas de Valls eran, muy a menudo, las mismas que las de su partido.

LA REFORMA LABORAL

Manuel Valls ha desoído a los miles de manifestantes haciendo uso del artículo 49.3, que permite a un primer ministro comprometerse ante la Asamblea y asumir las responsabilidades de la aprobación de una proposición de ley de finanzas sin necesidad de someter el texto a una votación.

Aceptando sin consenso la controvertida reforma laboral, Manuel Valls quemaba de nuevo el cartucho de la autoridad, uno de los términos que mejor definen su acción política, según Olivier Rouquan, politólogo e investigador en Ciencia Política.

“Manuel Valls tiene una personalidad política propia”, asegura a EL ESPAÑOL. “Autoridad, realismo, firmeza y laicidad”, continúa Rouquan. “Su futuro político dependerá de la coyuntura dentro de su propio partido”.

Por su parte Gaspard Estrada, politólogo especialista en campañas electorales acentúa la importancia que la figura de Emmanuel Macron, ministro de Economía, tiene en la personalidad política de Valls. “En menos de dos años, Macron ha logrado robar a Manuel Valls su espacio político. De ahí que el primer ministro actúe de este modo. Intenta sobrevivir”, explica.

“La única maquinaria que le queda sabiendo que Macron es muy popular entre los electores de derechas y que Hollande aspira a volver a ser presidente, es la de su posición como primer ministro de Francia. Pero se está quedando sin oxígeno”, añade Estrada.

El discurso socialista lo es cada vez menos, y esto ha generado una oleada de protestas en el país seguida del alzamiento de las voces discordantes dentro del propio partido. “La gran cuestión de los estrategas electorales del Partido Socialista consiste en controlar que los movimientos de Valls no alejen a la formación de su espacio político”, explica Estrada, y matiza que el gran reto del partido de Hollande de cara a las elecciones de 2017 será mantener un discurso socialista para llegar a estas elecciones con una estrategia de izquierdas cara a la derecha y a la extrema derecha.

Hasta el momento, la coherencia del Ejecutivo francés no ha sido uno de sus fuertes. Los franceses reprochan hoy a Hollande haber tildado en 2006 el uso del 49.3 de “denegación de la democracia”, cuando el entonces primer ministro Dominique de Villepin había recurrido a este decretazo para aceptar una ley sobre igualdad. En cambio, la de la reforma laboral actual es tan sólo la última de una serie de medidas que se alejan del imaginario socialista y que han hecho de François Hollande el presidente de la República más impopular hasta el momento. “Los sondeos ya le definen como profundamente impopular”, asegura Olivier Rouquan. “El artículo 49.3 no es algo que preocupe a los franceses especialmente, porque a la opinión pública no le apasionan las querellas constitucionales. La opinión pública quiere eficacia y resultados, y en esos puntos, se siente decepcionada por el Gobierno actual”, explica.

CORTAR EL GRIFO A LOS REFUGIADOS

Las críticas no tardaron en llegar al comprobar que la firmeza con la que Manuel Valls había anunciado su intención de bombardear Siria tras los ataques de París no era la misma al ofrecer soluciones al flujo migratorio causado por este conflicto.

En agosto de 2015, Manuel Valls anunció la creación a comienzos de 2016 de un nuevo campo de refugiados en Calais, al norte de Francia. En marzo, se desmantelaba la zona de acogida de refugiados conocida como La Jungla, en esa misma región. En entrevista para la cadena RTL, Valls justificaba así la deshabilitación de estos campos: “Hay que aportar una respuesta humanitaria a esta situación en Calais, o en el Grande-Synthe, cuidando a estas personas y ofreciéndoles condiciones humanas”. Pero pronto el discurso entró en contradicción con las medidas adoptadas por su Ejecutivo.

Sin ir más lejos, el pasado mes de febrero, el modo en que el primer ministro francés abordó el reparto de migrantes tampoco pasó desapercibido. En desplazamiento a Múnich durante la Conferencia sobre Seguridad, afirmó: “Francia se comprometió a acoger a 30.000 refugiados. Y en ese margen de 30.000 estamos dispuestos a acoger. Pero no más”. Antes de añadir: “Es necesario un mensaje muy claro que diga: ahora ya no acogeremos más refugiados”, explicando después que en caso contrario, Francia se vería obligada a restablecer sus fronteras internas.

“Está claro que no se ha concentrado en las políticas sociales y ecológicas”, analiza Olivier Rouquin. “De ahí que el socialismo que encarna parezca algo ligero. Valls utiliza el argumento de la eficacia mucho más que el de la igualdad o el de la justicia”, añade.

RETIRADA DE LA NACIONALIDAD

Tras los atentados que golpearon la capital francesa el pasado mes de noviembre, el Gobierno de François Hollande asumió su intención de revisar la Constitución para hacer posible la retirada de nacionalidad de los ciudadanos binacionales involucrados en actividades terroristas, una medida defendida por el partido de Marine Le Pen y que ocupó el debate mediático durante más de cuatro meses. Si el terrorista fuese francés, el Gobierno no podría retirarle la nacionalidad y dejarle apátrida. Finalmente, el pasado 30 de marzo y ante las divisiones internas suscitadas por esta cuestión, los socialistas renunciaron a la misma.

No obstante, la posición de Valls ante el debate de fondo que esta revisión constitucional causó en su propio equipo no pasó desapercibida. Dimitió su ministra de Justicia, Christiane Taubira, con la que Valls no logró ponerse de acuerdo sobre las bases de esta reforma constitucional que finalmente no se materializó.

El pasado 9 de enero, durante la ceremonia que rindió homenaje a las víctimas del atentado en el Hyper Cacher de Vincennes en el primer aniversario de esta tragedia, Manuel Valls afirmó que “intentar explicar el yihadismo es de alguna manera querer excusarlo”. Taubira, que había intentado en vano elevar el debate de la radicalización al plano educacional, vio en estas palabras un mensaje personal y abandonó su puesto de ministra de Justicia dos semanas después. “Sí. Hay que comprender para anticipar. Si no, a través de la omisión, instalaremos nuevas frustraciones y habremos servido de caldo de cultivo a los terroristas”, lanzaba Taubira en ‘Susurros a la juventud’, el libro que explicaba los motivos de su partida.

LA MOCIÓN DE CENSURA

El hecho de que una treintena de diputados socialistas intentasen en vano una moción de censura en contra de su propio gobierno esta semana marca un antes y un después en la desestructuración de la izquierda francesa. Para Gaspard Estrada, esta situación límite pone una cuestión clave sobre la mesa. “¿Esta es la estrategia del Partido Socialista para llegar al poder?”.

“El problema ya no es averiguar si Manuel Valls es o no socialista a día de hoy. Sabemos que siempre ha intentado diferenciarse del resto de los ministros de su partido. El problema es que se está saliendo de las pautas de la formación socialista, y no hay que olvidar que sin esta base, él no tiene futuro electoral”, explica Estrada. “A día de hoy, la estrategia de Valls es un callejón sin salida. Lo que nos lleva a preguntarnos si no ha abandonado ya sus aspiraciones presidenciales, al ver que Emmanuel Macron le ha robado su espacio político y que François Hollande volverá a intentar ser presidente en 2017”.

En cuanto a la posición del presidente de la República, el análisis de Estrada es contundente: “Hoy François Hollande les necesita a todos ellos para que su candidatura sea creíble de cara a las presidenciales”, dice. “Por supuesto que nadie le impide tomar medidas de cara a las decisiones políticas de Valls o de Macron, pero necesita a ambos para su reelección”.