Boticaria García posa para Magas.

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Salud y Bienestar

Boticaria García acaba con las leyendas de la caducidad de los yogures: "No se ponen malos al llegar la fecha fijada"

La experta explica la diferencia entre fecha de caducidad y de consumo preferente, que es la que afecta desde 2014 a este tipo de productos lácteos.

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Hay mitos en torno a la alimentación y uno de los más extendidos tiene que ver con cuánto duran en buen estado y cuándo deja de ser seguro consumirlos. Para la mayoría de las personas, la fecha de consumo preferente es una buena referencia, pero lo cierto es que existe desconocimiento en torno a ella.

Es un error muy habitual creer que llegado el día que se encuentra impreso ya está para tirar. El temor de que el producto se haya estropeado es especialmente sensible en los lácteos. ¿Cuántas veces nos hemos preguntado cuándo caducan los yogures? Spoiler, no lo hacen.

Aunque a muchos aún nos cueste creerlo, hace más de una década que eso cambió: concretamente en 2014, cuando se dejó de señalar en ellos la fecha de caducidad y se fijó la denominación actual. Lo que quiere decir es que no se pone malo de golpe al llegar al día fijado, algo lógico por otra parte; sólo se trata de una advertencia.

A partir de entonces comienza un lento proceso en el que el alimento en cuestión puede ir perdiendo parte de sus propiedades, su aroma o su textura. Pero mientras se conserve en buenas condiciones y haya estado en la nevera, sigue siendo seguro. Es obvio que si tiene moho, huele mal, está avinagrado, la tapa se ha abombado, etc., lo mejor es desecharlo.

Y aquí viene la gran cuestión: "¿Cuánto tiempo se puede 'estirar' esta fecha?". No hay una respuesta única. Depende del tipo de yogur (natural, azucarado, con fruta o proteínas añadidas), del contenido de grasa y, por supuesto, de si se ha respetado la cadena de frío. En general, podrían ser varias semanas sin riesgo, pero conviene usar el sentido común: revisarlo para comprobar que no existen los signos de alarma antes descritos.

Consumir alimentos pasados de su fecha de consumo preferente no solo es una práctica segura cuando se hace con criterio, sino también un gesto responsable para reducir el desperdicio alimentario. En España se tiran cada año más de un millón de toneladas de comida en buen estado, y aprender a distinguir entre 'caducidad' y 'consumo preferente' es importante.

Las fechas de consumo preferente son orientativas.

Las fechas de consumo preferente son orientativas. iStock

La diferencia entre ambas merece ser explicada. La primera indica un punto de no retorno: una vez pasada, el alimento puede suponer un riesgo para la salud. Por eso la encontramos en productos muy perecederos, como el pescado crudo o la carne fresca. En cambio, la segunda, que es la que aplica a la mayoría de yogures, solo señala el momento hasta el cual el fabricante garantiza el máximo sabor y calidad.

Una vez que están claros estos conceptos, conviene recordar que este producto lácteo es imprescindible en nuestra dieta. Por un lado, supone una excelente fuente de calcio, proteínas de alta calidad y probióticos naturales que contribuyen a cuidar la microbiota intestinal. Su consumo regular contribuye a mejorar la digestión, reforzar las defensas y mantener la salud ósea.

Además, es un alimento versátil, fácil de tomar y con versiones adaptadas a todo tipo de gustos y necesidades: desde los naturales sin azúcar hasta los enriquecidos con proteínas o bífidobacterias.

Eso sí, aunque sea comestible después de la fecha de consumo preferente, hay que saber que va perdiendo poco a poco sus encantos. El sabor puede volverse más ácido, la textura menos cremosa y los microorganismos beneficiosos menos activos. Por eso, lo ideal es disfrutarlo dentro del periodo marcado por el fabricante.