Imagen de archivo de una mujer durmiendo.

Imagen de archivo de una mujer durmiendo. iStock

Salud y Bienestar

¿Hay brecha de género en el sueño? Las adolescentes tienen 3,4 veces más riesgo de dormir mal que los chicos

Esto afecta a la memoria, la atención y el ánimo, así como aumenta el riesgo de hipertensión, sobrepeso y enfermedades cardiovasculares.

Más información: 'La Ordenatriz' te enseña a doblar las sábanas para que ocupen menos sitio con el infalible truco del paquetito

Verónica Fernández
Publicada
Actualizada

Entre el trabajo, los cuidados familiares y la carga mental, el descanso femenino se ha convertido en un privilegio cada vez más escaso. Las mujeres duermen menos y peor que los hombres, y esa deuda de sueño, que suele ser crónica y silenciosa, y que además se tiende a normalizar, tiene consecuencias físicas, emocionales y sociales.

Dormir bien se ha convertido en un lujo, en muchas ocasiones, inalcanzable. Y es que esto queda relegado al final de una lista infinita de tareas. Porque no es sólo una cuestión biológica, también es el reflejo de un modelo de vida que no deja espacio para parar.

Las estadísticas lo confirman: ellas duermen menos y peor que los varones. Según el último estudio de la Sociedad Española de Neurología, las diferencias en el sueño entre ambos comienzan a una edad muy temprana, algo que achaca a distintos factores.

Las investigadoras Elena Muñoz Farjas y Sara Ballesta Martínez apuntan en dicho estudio que esas disparidades empiezan desde la menarquía o primera menstruación, y se acentúan a lo largo de la vida con cada cambio hormonal, incluyendo así el embarazo, la lactancia, la perimenopausia y la menopausia.

Durante todas estas etapas, ellas muestran una mayor propensión al insomnio y a los despertares nocturnos, además de una menor eficiencia del sueño.

Dormir bien es, en muchos sentidos, el primer paso para cuidar nuestra salud mental.

Dormir bien es, en muchos sentidos, el primer paso para cuidar nuestra salud mental. Pablo Wada

“Tienen un calendario circadiano más temprano: tienden a acostarse y despertarse antes. Además, presentan una mayor prevalencia de alteraciones del estado de ánimo que suelen asociarse con problemas a la hora de descansar”, explican las autoras del informe.

Dormir menos, vivir peor

Los datos de la SEN y también los de la Sociedad Española del Sueño (SES) son claros: entre el 40 y el 50% de los españoles duerme mal, aunque sólo un 14% sufre insomnio crónico. Pero las causas van más allá de los trastornos médicos. "No es sólo esto", explica Ainhoa Álvarez, presidenta de la SES. “No tenemos tiempo para hacerlo porque estamos pendientes de otros, porque la cabeza no para”.

Y en eso, las mujeres se llevan la peor parte. La carga mental, el trabajo doméstico no remunerado y los cuidados de hijos, padres o personas dependientes, siguen recayendo mayoritariamente sobre ellas. “Ese rol cuidador está más ligado a ellas. Muchas pacientes desarrollan problemas a raíz de tener niños o de cuidar a familiares”, apunta.

Y las consecuencias no son solamente el cansancio, puesto que dormir poco afecta a la memoria, la atención y el estado de ánimo. También aumenta el riesgo de hipertensión, sobrepeso y enfermedades cardiovasculares.

Etapas del insomnio femenino

En la infancia, las diferencias son mínimas, pero la diferencia se percibe desde la adolescencia: las chicas tienen 3,4 veces más probabilidades de sufrir insomnio que los chicos, según el estudio de la SEN. A partir de ese momento, la brecha sexual en el insomnio se incrementa progresivamente, lo cual se relaciona tanto con los cambios hormonales como con los otros factores asociados.

En la etapa reproductiva, los cambios hormonales del ciclo menstrual alteran la calidad del descanso, especialmente durante la fase lútea (la que precede a la menstruación). Durante el embarazo, más del 80% de las mujeres experimenta algún trastorno del sueño, sobre todo en el tercer trimestre, debido a los desajustes hormonales y físicos.

Y en la menopausia, la caída de los niveles de melatonina y los sofocos nocturnos multiplican los despertares.

Priorizar el descanso (aunque cueste)

Debería ser una necesidad para todo el mundo, pero ¿qué se puede hacer? La presidenta de la SES insiste en tres mensajes clave: “Ser conscientes de la importancia del sueño, mantener horarios regulares y llevar una vida saludable. Hacer ejercicio, comer bien, y desconectar de las pantallas a media tarde”.

También advierte contra la automedicación y afirma que, en muchos casos, “la persona que sufre insomnio tiende a medicarse por su cuenta, lo que puede agravar el problema. Lo recomendable es consultar con un especialista y, si es necesario, seguir una terapia cognitivo-conductual, que es la primera línea de tratamiento”.

Además, la tecnología empieza a ofrecer herramientas: desde aplicaciones que ayudan a regular el sueño hasta terapias online que enseñan a cambiar rutinas y hábitos. “Es una buena noticia —afirma Álvarez— porque significa que por fin se le está dando a esto la importancia que merece”.

Ainhoa Álvarez, presidenta de la Sociedad Española del Sueño (SES).

Ainhoa Álvarez, presidenta de la Sociedad Española del Sueño (SES). SES

Respecto a la medicación, y ante el creciente mercado de productos ‘milagro’ que se ha generado en los últimos años en torno al insomnio, hace unos días el Grupo de Estudio de Trastornos de la Vigilia y Sueño de la SEN alertaba de que se trata de un trastorno médico complejo, que requiere siempre de un abordaje diagnóstico y terapéutico riguroso.

Advierte la SEN que utilizar remedios sin validez “no solo supone un gasto económico importante para el paciente, sino que puede ser perjudicial para su salud: además de generarle frustración al no obtener los resultados esperados, retrasan la búsqueda de ayuda médica adecuada y, en ocasiones, incluso pueden empeorar los síntomas y favorecer su cronificación”.

Su importancia en la salud mental

El descanso juega un papel muy importante en la salud mental. Según Ángela Rodríguez, psicóloga sanitaria, “durante estas horas, el cerebro realiza procesos de recuperación, organización y regulación emocional, ya que dormir permite que la mente funcione correctamente para el día siguiente”.

Añade que “es, en muchos sentidos, el primer paso para cuidar nuestra salud mental, por lo que prestar atención a cómo duermen nuestros pacientes es básico para casi cualquier intervención psicológica, por no decir todas”.

Asegura que muchas personas no son realmente conscientes del impacto psicológico de esto: “Un sueño de mala calidad puede afectar a casi todas las funciones psicológicas: nos desequilibra el sistema emocional, cognitivo y social, afectando la forma en que pensamos, sentimos y nos relacionamos”.

Desde la psicología sanitaria se utilizan estrategias terapéuticas para abordar el problema, que, en palabras de la especialista “no se limitan a dar consejos, sino que aplicamos intervenciones estructuradas y basadas en evidencia científica”.

La terapia psicológica para esta problemática enseña al cerebro a dormir de nuevo. “No intentamos que se haga durante más horas, sino romper el círculo de ansiedad, malos hábitos y pensamientos negativos que mantienen el problema”, explica Rodríguez.

Concluye asegurando que “tener un descanso pobre de vez en cuando está dentro de lo normal, pero cuando es persistente o afecta la vida diaria es importante buscar ayuda cuanto antes”.

La historia de Vanesa y Rocío

Las estadísticas lo confirman, pero basta con mirar alrededor para comprobar que reposar a pierna suelta es, para demasiadas mujeres, un recuerdo lejano. Un ejemplo lo tenemos en Vanesa Rosado, 44 años, asesora hipotecaria y madre de tres hijos. Reconoce que “no recuerdo cuándo empezó; creo que nunca he dormido del todo bien".

Su insomnio se agravó tras una separación. “Me cuesta conciliar el sueño y me despierto varias veces sobresaltada. A veces me duermo enseguida, otras me paso horas dando vueltas. Durante el día estoy cansada, y eso afecta a mi estado de ánimo”.

Ha probado de todo: meditación, relajación, lectura, pastillas naturales… “Todo funciona un poco durante un tiempo, pero luego vuelvo a lo mismo. Mi cabeza no para, le doy vueltas a todo, intento resolver cosas por la noche, aunque sé que no sirve de nada”.

Otro ejemplo es el de Rocío Rodríguez, de 57 años, que comenzó a tener problemas hace una década, coincidiendo con la premenopausia. Se despierta como mínimo un par de veces y, al amanecer, abre los ojos mucho antes de lo que quisiera. “Estás cansada todo el día, sin ganas de hacer nada, y llega un momento en que te deprimes”.

Ella atribuye sus dificultades al estrés diario, las preocupaciones y el ritmo de vida. Para intentar combatir el insomnio, practica deporte por la tarde con la esperanza de llegar más relajada a la noche y dormir mejor, aunque admite que no siempre le funciona.

Ambas representan a muchas mujeres que viven al límite entre las responsabilidades y el agotamiento, donde el descanso se convierte en un lujo más de la lista de renuncias diarias. Nos han enseñado a ser superwoman, a trabajar, cuidar, criar, gestionar la casa y mantenernos impecables. Pero no nos enseñaron a parar. Y el cuerpo, tarde o temprano, pasa factura.