
En nutrición, como en la vida, no hay una sola receta que valga para todo el mundo. Istock
Suplementos de proteínas: todo lo que tienes que saber sobre este producto que se ha hecho viral
Omnipresentes en la actualidad, no son aptos para todas las personas. Descubre sus virtudes y sus peligros.
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Vas al gimnasio, te compras unas mallas nuevas, empiezas a moverte con más ganas. A tope. Y de pronto, en una conversación inocente, alguien te suelta: “¿Y te estás tomando algo de proteínas?”. Y empieza la duda. Porque claro, si todo el mundo lo hace, será por algo, ¿no?
En los últimos años, los suplementos de proteínas han pasado de ser algo exclusivo del mundo del culturismo a estar en el carrito del súper de cualquiera, hombres, mujeres, adolescentes y gente mayor. En polvo, en barritas, en yogures, en batidos listos para llevar... everywhere. Y como suele pasar con cualquier tendencia, la línea entre necesidad y moda se vuelve muy borrosa. ¿De verdad hace falta tomar tanta?
Este artículo no busca demonizar ni glorificar los suplementos proteicos. Tampoco pretende darte una respuesta rápida del tipo “sí, tómalo” o “no, es un timo”. Lo que quiero es ayudarte a entender qué son realmente, cuándo pueden ser útiles y cuándo no hacen ninguna falta, y sobre todo, cómo puedes tomar decisiones más informadas sin caer en la trampa de los “deberías”.
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Porque en nutrición, como en la vida, no hay una sola receta que valga para todo el mundo. Hay contextos, historias, momentos vitales, y también mucha presión social disfrazada de autocuidado.
¿Qué son los suplementos proteicos?
Empecemos por la base. Un suplemento de proteínas no es más que una forma concentrada de este nutriente, que normalmente se presenta en polvo, barritas, batidos, yogures o incluso cápsulas.
Su objetivo es facilitar el consumo de proteína, sobre todo en personas que tienen necesidades aumentadas o dificultades para cubrirlas solo con la alimentación. Ahora bien, ¿por qué tanta obsesión?
La proteína es uno de los tres macronutrientes principales (junto a los hidratos de carbono y las grasas), y tiene (entre otras) una función clave: construir y reparar tejidos: órganos, músculos, piel… No es un capricho, es esencial.
Lo que ocurre es que, durante años, ha existido un miedo injustificado a las grasas y una demonización constante de los hidratos. En ese contexto, la proteína se ha ido ganando el título de 'la buena'.
Pero, ¿de dónde vienen estas proteínas en forma de suplemento? Las más comunes son:
- Proteína de suero de leche (whey): es la más popular, se absorbe rápido y contiene todos los aminoácidos esenciales. Ideal para después del ejercicio.
- Proteína vegetal (guisante, arroz, cáñamo, soja): opción para veganos o personas con intolerancia a la lactosa.
- Caseína: también derivada de la leche, se absorbe más lentamente. Se suele usar por la noche.
- Proteína de huevo o de carne: menos comunes, pero presentes en algunas marcas.
- Formulaciones combinadas: algunas mezclan varios tipos de proteínas o incluyen carbohidratos, creatina u otros ingredientes.
¿Y en qué formatos?
Aunque el más clásico es el batido en polvo para mezclar con agua o leche, hoy en día la proteína aparece en formatos cada vez más 'camuflados', y ahí es donde muchas veces perdemos la perspectiva: no todo lo que lleva es automáticamente saludable.
Es importante saber que estos suplementos no son peligrosos en sí mismos, pero tampoco mágicos. Son una herramienta útil en algunos contextos, innecesaria en otros, y completamente absurda si se usa sin criterio.

La proteína aparece en formatos cada vez más 'camuflados'. Istock
¿Quién los necesita de verdad?
La respuesta no es blanco o negro, pero sí hay ciertos perfiles para los que estos suplementos pueden ser una ayuda real y práctica. Lo importante es recordar que hablamos de suplementar, no de sustituir. Es decir, añadir cuando no se llega, no reemplazar comidas ni alimentos.
Personas con alta demanda proteica
- Deportistas de fuerza y resistencia: quienes entrenan con frecuencia e intensidad (pesas, crossfit, triatlón, etc.) tienen mayor desgaste muscular y necesitan más proteína para reparar y construir tejido.
- Personas que buscan ganar masa muscular: en estos casos, la proteína extra puede marcar una diferencia si la alimentación habitual no llega a cubrir las necesidades.
- Deportistas veganos o vegetarianos: a veces les cuesta alcanzar la cantidad necesaria de proteína completa solo con alimentos vegetales, por lo que un suplemento puede facilitarlo.
Personas mayores
Con el paso de los años, el cuerpo pierde masa muscular de forma natural (sarcopenia). Una dieta rica en proteínas, combinada con algo de actividad física, puede ayudar a frenar esa pérdida. Muchas veces, por falta de apetito o problemas dentales, las personas mayores comen poco y mal. Un suplemento puede ser una solución práctica y fácil de digerir.
Personas con necesidades especiales o enfermedades
- Personas en recuperación tras cirugías, convalecencias o procesos oncológicos
- Personas con dificultades para masticar o con trastornos digestivos que limitan su capacidad de absorber proteínas
- Casos de desnutrición o bajo peso que requieren aumentar calorías y nutrientes de forma eficiente
Embarazo y lactancia (con matices)
Durante estas etapas, las necesidades de proteína aumentan. No siempre es necesario suplementar, pero si la mujer tiene náuseas, poco apetito o una dieta limitada, un suplemento puede ayudar a cubrir esos requerimientos.
Personas con agendas muy apretadas o rutinas exigentes
Hay días en los que comer bien parece misión imposible. Si tu alternativa a un batido es saltarte la comida o comer ultraprocesados, el suplemento puede ser una opción útil y realista.
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¿Y quién no necesita suplementos de proteínas?
Este es el punto que más se pierde entre la espuma del marketing. Porque aunque muchas personas pueden beneficiarse de un suplemento, la realidad es que la mayoría no lo necesita.
Personas con una alimentación equilibrada y suficiente
Si comes de todo, en cantidades adecuadas, y distribuyes bien tu ingesta de proteínas a lo largo del día… probablemente ya estás cubriendo tus necesidades sin darte cuenta.
Personas que hacen ejercicio moderado o caminatas
Ir al gimnasio un par de veces por semana, dar paseos largos o hacer yoga suave está genial (y ojalá todo el mundo lo hiciera), pero eso no justifica por sí solo añadir proteína en polvo. Tu cuerpo tiene capacidad de sobra para cubrir esas demandas con comida normal.
Quienes buscan adelgazar sin supervisión
Aquí es donde más se cuela el marketing. Muchas personas, al intentar perder peso, empiezan a sustituir comidas por batidos. Y ojo: no porque lo necesiten, sino porque han visto que 'la proteína sacia más'. Cierto, sacia… pero no es lo único importante. Es pan para hoy y hambre (literal) para mañana.
Quienes toman proteína por pura presión externa
Esto es más común de lo que parece. Gente que no sabe bien para qué la toma, pero lo hace porque todos en su entorno lo hacen. Y, de paso, añade un gasto mensual que a veces no tiene sentido. La pregunta clave aquí es: ¿Qué te está haciendo pensar que lo necesitas? ¿Tu cuerpo? ¿Tu rendimiento? ¿Un influencer?
Personas con patologías renales o hepáticas (sin control médico)
Aunque los suplementos no son dañinos por sí solos, en personas con enfermedades renales o hepáticas sí pueden suponer un problema si se toman sin supervisión. En estos casos, lo prioritario es una valoración médica y nutricional personalizada.

No todo el mundo necesita la misma cantidad de proteínas. Istock
¿Cómo asegurarte de que tomas suficiente proteína?
Una de las dudas más frecuentes que escucho en consulta es: “¿Y cómo sé si estoy comiendo suficiente proteína sin tener que tomar suplementos?”. La buena noticia es que, con un poco de atención y sentido común, puedes asegurarte de cubrir tus necesidades diarias sin volverte loca contando gramos ni pesando todo lo que comes.
¿Cuánta proteína necesito al día?
Las recomendaciones generales para la población sana rondan entre 1 y 1,5 gramos de proteína por kilo de peso corporal.
Distribuye la proteína en cada comida
Una estrategia muy útil es repartir la proteína a lo largo del día, en vez de comerla toda junta en una sola comida (lo típico de comerse un entrecot enorme a mediodía y ya). Nuestro cuerpo la utiliza mejor cuando se distribuye de forma equilibrada. Una idea sencilla: piensa en 20-30 g por comida principal.
- Desayuno: yogur griego + copos de avena integral + nueces
- Comida: lentejas con arroz o pescado al horno con patatas
- Cena: tortilla y una ensalada con legumbre y aguacate
Conoce las fuentes proteicas (más allá de la carne)
No todo es pollo y claras de huevo. Hay muchas formas de obtenerlas en una alimentación variada y rica. Por ejemplo, el pescado es uno de esos superalimentos no solo ricos en proteínas sino que también te darán una gran cantidad de minerales. Otra opción: las malqueridas legumbres afamadas porque nos hacen coger peso (falso) pero con unas de buena calidad.
Escucha a tu cuerpo y revisa tus hábitos
Más allá de los números, hay pistas que te puede dar tu cuerpo: ¿Te sientes saciada después de comer? ¿Tienes mucha hambre a media mañana o a media tarde? ¿Notas pérdida de masa muscular o debilidad? ¿Te cuesta recuperarte después de entrenar? Si alguna de estas preguntas te hace dudar, quizá necesites revisar tu ingesta proteica, pero no necesariamente con un suplemento. Muchas veces, pequeños ajustes en tus platos diarios son más que suficientes.
Errores comunes al tomar suplemento de proteínas
Cuando un producto se pone de moda, siempre pasa lo mismo: empieza a usarse sin medida ni criterio. Con la proteína ha ocurrido justo eso. No porque sea mala en sí misma, sino porque muchas veces se usa por automatismo, sin tener en cuenta el contexto personal ni el global. Aquí van algunos errores que veo constantemente en consulta (y en redes):
Pensar que 'más proteína' es sinónimo de 'más salud'
La proteína no es mágica. Más no siempre es mejor. Y, desde luego, pasar de ella no va a hacer que te pongas más fuerte ni más sana más rápido. El cuerpo tiene un límite de lo que puede utilizar en cada momento, y el exceso no se almacena como músculo, sino como energía sobrante… que se puede convertir en grasa, o simplemente desechar.
Sustituir comidas reales por batidos
Este es uno de los errores más comunes. Hay quien desayuna un batido, come una barrita y cena otro. ¿Resultado? Una dieta pobre en texturas, en color, en saciedad y en placer.
No calcular el total de proteína diaria
Muchas personas toman suplementos sin haber calculado si realmente los necesitan. Y lo que ocurre es que, al sumar batido + comida + merienda + cena… se pasan de largo. Sin querer. Porque no han hecho el ejercicio de mirar cuánta proteína ya hay en su dieta.
Elegir productos de mala calidad o llenos de porquerías
No todo lo que lleva '20 g' en la etiqueta es saludable. Muchas barritas y batidos del supermercado están llenos de edulcorantes, aceites refinados, colorantes, espesantes y proteínas de bajísima calidad. ¿Una pista? Si el sabor recuerda al helado de cumpleaños o al cacao azucarado… probablemente no es tan buena idea como crees.
Olvidar el origen emocional de muchas decisiones alimentarias
A veces la proteína se convierte en una especie de escudo. Un símbolo de control, de disciplina, de “lo estoy haciendo bien”. Pero si la elección de tomar un batido no viene de una necesidad real sino de la culpa o el miedo… conviene parar y revisar. Porque comer con miedo no es comer con salud. Y muchas veces, detrás de un batido diario, hay una exigencia brutal escondida bajo la forma de autocuidado.

Muchas personas toman suplementos sin haber calculado si realmente los necesitan. Istock
Escuchar al cuerpo y no a las redes
Vivimos en la era del “te lo cuento todo en 15 segundos”. Y eso está bien para aprender a hacer una vinagreta rápida o descubrir un truco de cocina, pero no para decidir si tu cuerpo necesita más proteína. En Instagram, TikTok o YouTube, se ha convertido en un símbolo de disciplina, autocuidado, rendimiento… y, a veces, en una obsesión camuflada de bienestar.
En definitiva: no todo lo que brilla es proteína. Podría terminar este artículo dándote una lista de “sí” y “no”, con reglas claras y gramajes exactos. Pero creo que ya hay demasiadas voces diciéndonos qué hacer, qué comer, qué evitar y qué mejorar.
Lo que me interesa es otra cosa: que aprendas a tomar decisiones informadas, pero también suaves. Que no pongas el foco en hacer 'lo correcto', sino en entender qué es lo adecuado para ti. La proteína es necesaria, claro. Es un nutriente fundamental, y muchas veces la tenemos infravalorada. Pero eso no significa que haya que obsesionarse con ella ni convertirla en el nuevo tótem de la alimentación saludable.
Quizás tú no necesitas más proteína, sino más calma. Más comidas sin reloj. Más platos que te recuerden a casa. Más desayunos sin prisa. O más cenas con gente que te hace bien. Y si descubres que sí necesitas un suplemento, que sea por decisión consciente, no por presión. Que sea una herramienta, no una obligación. Y que se integre en tu vida sin convertirse en una bandera de “lo estoy haciendo bien”.
A veces, justo ahí —en no hacer lo perfecto, en elegir lo suficiente, en escuchar al cuerpo por encima del ruido— es donde empieza la verdadera salud.