David Trueba habla con mucha suavidad. Es casi un tintineo. Es uno de esos hombres listísimos pero accesibles. No se lo cree nada. Habla sin darse importancia, pero abraza el mundo con la lucidez que no conocen los pedantes. Parece un copo de nieve con su pelo blanquísimo. Hay paz en su gesto. Y si sonríe le brota del cuerpo un niño.
Su talento siempre está al servicio de su película, igual que su estilo (nunca representa una genuflexión hacia sí mismo, como hacen tantos otros).
Recuerdo ese Madrid, 1987: aquellas conversaciones sobre escritura en la bañera, estilo Dalton Trumbo, entre el viejo y la niña. Aquellos amores raros, asimétricos, sombríos...
Recuerdo su cosa luminosa e idealista en Vivir es fácil con los ojos cerrados. Es mucho mejor huir escuchando canciones de los Beatles.
Recuerdo la suciedad y la ternura de Saben aquell, sobre Eugenio (carne, hueso y prótesis de David Verdaguer). Recuerdo a su esposa (ahí Carolina Yuste) cantando De mica en mica, de Serrat. No me la quito de la cabeza. Me temblaron las piernas. Recuerdo los días en los que el humorista amargo no llevó a sus hijos al cole porque volvía de las nochecitas largas con cualquiera. Recuerdo aquellos vasos de tubo homenajeándole en la repisa de un bar de mala muerte... de mala muerte y buena vida.
Ahora ha presentado Siempre es invierno, una delicia protagonizada de nuevo por Verdaguer: aquí este chico treintañero (tierno, irónico, aniñatado, frágil, patético, adorable, divertido... tan insoportable como carismático) es abandonado por su bellísima novia (Amaia Salamanca) y se ve teniendo un lío con una señora madura (Isabelle Renauld) durante un congreso de Arquitectura en Bruselas.
¡Ah, todo lo que eso desencadena...!
La mujer le lleva veinte años al muchacho roto. Me recordó a aquel poema hermoso: "Yo era un árbol muy viejo / y él un hombre muy joven / y una vez le sostuve en su derrota".
Ella hace siglos que no tiene sexo: se olvidó de eso, y también de su variante sofisticada, es decir, del amor.
Él no se adapta a la modernidad y sus gilipolleces.
Así que sus soledades deciden hacerse compañía. Y lo hacen frente al machismo del protagonista y frente al machismo del mundo, frente a los deseos torcidos, frente a las búsquedas y a las huidas... frente a las tesis sobre la belleza y el paso del tiempo y los relojes de arena volcados.
Sabemos pocas cosas de la vida, pero algunas son importantes: como que los jardines sirven para que los enamorados se besen.
Dice David Trueba que el progreso es un utensilio de cocina: hemos creado tantos cachivaches que solucionan nuestros problemas culinarios... Son perfectos. Cucharas, tenedores, batidoras. ¡Máquinas de café! Pero no sabemos cómo resolver los viejos dolores de siempre: estamos parados en un episodio infinito que no resuelve nuestra soledad, nuestra incomunicación, nuestro pánico a no saber amar ni ser amados. En esto no cabe la tecnología.
Pero no somos una pobre gente. Tenemos la poesía. Y las películas. Y el humor. Habrá que seguir jugando.
La escritora Mariana Enríquez decía el otro día en El País: “La imagen actual del terror es una mujer vieja”. ¿Estás de acuerdo?
No demasiado. Entiendo que tradicionalmente la bruja de Hansel y Gretel ha sido el terror. Pero ésta es una visión desde el machismo, claro. Yo siempre he tenido la sensación de que la mujer adulta es, quizá, el modelo de calma más sofisticado que hay.
Cuéntame.
Sí, lo pienso desde joven. El hombre, aun viejo, sigue teniendo una especie de deuda con la demostración de su virilidad y de su atractivo, pero la mujer adopta una posición de autoconocimiento, de calma, de paz. Siempre están en conferencias, en charlas. En conciertos. Tienen curiosidad y conexión con el mundo real. Los hombres están encerrados en su propia satisfacción, en la partida de no sé qué con los amigotes. Creen que nadie les puede enseñar nada, que no hay interés en el mundo contemporáneo, que ellos ya lo han hecho todo.
Es curioso. Yo también lo veo así. En los protagonistas de tu película, entiendo perfectamente qué ve Miguel (David Verdaguer) en Olga (Isabelle Renauld), pero no qué ve ella en él.
(Ríe). A ella le divierte alguien tan febril y tan lleno de incongruencias. En el fondo es el encuentro entre dos soledades. La de él es accidental, es inesperada, y se suma a una situación profesional en deslice, pero la de ella es una soledad asumida que al mismo tiempo tiene algo de amargura. Ella ha cerrado un capítulo de la vida y con él, la posibilidad de que le pasen cosas…
Trueba nos recibe por Canillejas, su barrio.
Pero la presencia de él activa algo. Enciende el motor.
¡Sí! Eso creo. Y al final de la película se miran y se dicen “¿y ahora… qué hacemos?”.
¡Me mola mucho esa frase, para todo! La vida empieza después de esa frase.
Esa frase es movilizadora. No me gusta la idea de la estabilidad a costa de la renuncia, eso es amargo. Uno no puede dejar de estar apasionado por lo que pueda pasar mañana. Él representa la aventura, el desorden, la risa… la actividad que ella había abandonado. Su vida era bastante para adentro. Era poco excitante.
"La mujer madura es el modelo de calma más sofisticado que hay: el hombre, aun viejo, quiere demostrar su virilidad”
Amaia Salamanca representa aquí a la mujer joven, bella (bellísima, de belleza grecolatina), fría, y una colosal acompañante, pero sin mucha agencia ni poderío por sí misma. ¿Qué busca el hombre medio en las mujeres? ¿Algo más parecido al papel de Amaia aquí, una acompañante?
Es posible. Los hombres están muy preocupados por el qué dirán: qué dirán sobre mí, cómo seré mirado. Eso hace que el protagonista se sienta avergonzado de estar con una mujer mayor, por ejemplo, cuando le miran por la calle. Y por ese mismo qué dirán es por lo que está con Marta (aquí Amaia Salamanca) al comienzo de la película. Muchos hombres necesitan acompañarse por una mujer que puedan exhibir, de la que puedan presumir, aunque no tengan una relación feliz ni sana: es como presumir de un coche o de un estatus.
El valor de tu pareja habla directamente de tu valor.
Sí, pero es curioso: a las mujeres se las juzga mucho más por el hombre con el que salen. Una mujer puede perder todo su atractivo cuando te presenta a su pareja y ves que el tío es un cretino. Si ella te había parecido interesante, de repente, piensas “pues no será tan interesante si sale con este imbécil” (ríe).
Pero esta dictadura física que hay sobre las mujeres hace que aunque un hombre esté con una mujer sin ningún interés, si es muy guapa, eso concita inmediatamente la admiración de los otros hombres sobre él.
“La belleza suprema es comprender lo que somos”, dices en la película. ¿Dónde encuentras tú la belleza, David? ¿Cuándo te sientes guapo?
Oh, no, nunca. La sensación de sentirme guapo no la conozco. He sentido que le atraigo a alguien en algún momento concreto, o he notado que alguien ha querido estar conmigo o se ha sentido a gusto… pero no más. La belleza yo la encuentro en la observación, en una armonía natural, en algo que está en paz con el tiempo y con las cosas. Para mí la gente más atractiva es la gente que no envidia y que no ambiciona cosas que no son necesarias. ¡Ese saber estar… esa calma…! Esa paz a la hora de consumir etapas de la vida.
Trueba teoriza con Magas sobre hombres y mujeres, sobre afecto y sexo.
Ah, esto me recuerda al típico hombre que tiene 60 años y va de surfero o de skater…
Las mujeres a menudo asumen mejor la edad que tienen, los hombres juegan a engañar al calendario haciendo como que corren los cien metros. De todos modos, hay que aclarar que belleza y juventud no son sinónimos. La juventud es un valor objetivo que comprende unas edades y un estado físico, pero la belleza no se circunscribe ahí: hay gente mayor muy bella y gente joven nada bella.
"Muchos hombres necesitan una mujer que exhibir, como quien presume de un coche"
“Cuando la conocí, ella estaba tan triste que hacerla reír me daba más placer que hacerle el amor”. Eso es bellísimo. ¿Qué te ha dado placer a ti de las mujeres que has amado? ¿Cuáles han sido tus puntos de fascinación?
Cada experiencia amorosa es distinta. El amor, al final, es una mirada sobre ti mismo: aprecias a una persona que te está mirando y te potencia con su mirada. Te sientes fortalecido por su mirada. Y al revés: algunos hombres se sienten muy disminuidos cuando una mujer les abandona, y eso hace que acumulen rencor contra ellas y a veces, lamentablemente, violencia, porque tienen la sensación de que desvalorizaron su autoestima. Es puro egocentrismo.
O sea, que no podemos aprender nada del amor: sólo podemos estrellarnos de nuevo, como si fuera la primera vez.
Eso creo. La convivencia es un periódico que se edita cada día.
Pienso en eso que dicen de que con el tiempo te vuelves de derechas. ¿Pasa lo mismo con el amor? ¿Nos hacemos más individualistas, nos conformamos más, ya no tenemos fuerzas de cambiar el mundo y aceptamos lo que hay…? ¿Dejamos de hablar del mundo que quisiéramos que fuera para hablar del mundo que irremediablemente es?
Ojo, o no. Puede que no. Puede que nos convirtamos en personas más generosas con el paso del tiempo, puede que entendamos más que nadie es perfecto, ni siquiera nosotros, y que si estamos con alguien es porque nos gusta fortalecerle o hacerle sentir nuestro amor y compañía. Quizá de jóvenes somos más ególatras y más sensuales, y quizá lo veamos todo más regido por el placer. Pero con el tiempo aprendes a ofrecer tu compañerismo… y a no avanzar más hacia la soledad y el individualismo.
Trueba habla sobre las soledades que deciden hacerse compañía en 'Siempre es invierno'.
¿Qué hay de la relación del hombre con su pene? En la película hace bromas sobre él, cuenta alguna historia sórdida de su adolescencia y a veces se habla de él en tercera persona.
(Ríe) Los hombres arrastramos una educación penosa sobre nuestra sexualidad. Estamos muy solos de adolescentes con todo esto. Y cuando arrancas el mundo de las relaciones afectivas… te tienes que reeducar, porque dentro sólo tienes basura.
Las mujeres no hacemos bromas sobre nuestra vagina a ese nivel, no hablamos de ella como de una marioneta o algo aparte.
Es verdad, es que el hombre tiene la idea del pene como un tirano… como alguien que les arrastra…
"El amor es una mirada hacia ti mismo: aprecias a una persona que te está mirando y te potencia con su mirada, te fortalece"
¡Como un capitán!
(Ríe) Sí. El hombre siente que el pene actúa un poco autónomamente, separado de nuestro cerebro, disociado totalmente. Montaigne tiene un ensayo muy bonito sobre la independencia del pene. Hace cosas que tú no controlas. Hay otras partes del cuerpo que también se comportan de otra manera, pero es habitual ver a hombres totalmente arrastrados… lo vemos en la política y en los negocios… gente que destruye su reputación por el deseo más primario. Mira lo que decía Pla en su Cuaderno gris. Que en su adolescencia y en su juventud iba por la calle y sentía que la presencia de su pene era tan obvia que era como si los demás le miraran y llevase una barra de pan debajo del brazo.
Atentos a cómo hablan los hombres de las mujeres cuando no están delante. El protagonista le dice a su amigo: “Follé. Me zumbé a una vieja”.
Sí, se trata de turbar al espectador. Es su momento Judas. Ese momento negación.
Trueba habla en la película de todas las veces que hemos sido personas-tirita o personas-trampolín.
Una piensa: pero coño, ¿quién te obligó a acostarte con ella para humillarla así en tu relato?
Claro, es que habitualmente los hombres hacen eso. Por eso esta frase nos muestra a los personajes en su complejidad y en su contradicción. Tendemos a idealizar a los personajes, pero cuando nadie nos ve… somos horribles, un poco horribles todos, o al menos lo somos con nuestros amigos íntimos, y hablamos de manera diferente. No hay más que ver cuando un juez ordena escuchas. Ves a gente que aparentemente era educadísima diciendo cosas totalmente escandalosas.
¿Has sido más veces hombre-tirita u hombre-trampolín?
He intentado no ser hombre-herida. He intentado tener muy presente en mi vida el no hacer daño a las personas con las que he estado, a mis relaciones de cierta duración, y he procurado que su recuerdo de mí sea agradable: me gusta poder encontrarme con estas personas, me gusta no tener que esconderme de nadie y que les agrade haber vivido contigo algún tiempo. Si no se consigue eso, me produce una enorme pena.
“Sé que piensa que mi mujer es muy joven. Considéreme un vampiro”. El intercambio habitual ha sido juventud y belleza de la mujer por seguridad y dinero del hombre. Pero, ¿y si las mujeres empezásemos a tener el mismo dinero que los hombres? ¿Esto se podría subvertir?
Esto es muy interesante. Mira, yo he visto los últimos seis o siete documentales sobre mujeres de éxito en el mundo de la música. Taylor Swift, Aitana, cosas de estas. Y ves que la mujer no tiene claro todavía cuál es el rol de una mujer exitosa, poderosa y rica. Esa mujer no se sacia con acostarse con un hombre cada noche, como pasaba en el arquetipo del rockstar masculino como Mick Jagger, o como Julio Iglesias o Sabina.
En el caso de ellas vemos muchas reflexiones en la soledad del hotel, y dicen que les cuesta encontrar a alguien que las acompañe, que nadie las valora por lo que realmente son… o sea, hay que conformar un nuevo discurso. Le pasa también a Rosalía, lo dice en sus últimas entrevistas: las relaciones que he tenido no la han colmado, y eso provoca la sensación de: joder, si tengo talento, belleza, dinero… qué pasa…
David Trueba sostiene que hace falta un nuevo relato del liderazgo femenino.
Claro, es que es precisamente por eso por lo que les cuesta tener una pareja hombre. Porque ellas tienen esos atributos y ellos quieren, paradójicamente, ponerse la medalla de que han estado con ellas, pero no quieren estar con ellas, porque no quieren tener que enfrentarse a estar con ellas todos los días, a convivir con su protagonismo.
Eso es. Se ven limitados por ellas cuando brillan.
Será porque quien paga manda, y ellos aún quieren mandar…
El hombre a la sombra de una mujer genial tiene que tener mucha autoestima.
¿Por qué cuando Marujita Díaz estaba con un chico joven y guapo era ella quien parecía la tonta y cuando una mujer joven y guapa está con un hombre con dinero… también parece ella la tonta? Dinio parecía un listillo, un buscavidas. Pero las ‘mujeres-objeto’ parecen las utilizadas.
Claro, todo dependerá de si te han esquilmado las cuentas corrientes y eres presa o no de un timo. Pero tienes razón. Esto ha pasado ochenta mil veces con hombres y nadie ha dicho nada, ha pasado hasta con Premios Nobel… han estado con mujeres guapas interesadas en su dinero y nadie dice que hayan sido tontos. El rey emérito es igual a Marujita Díaz, pero somos tan machistas que de ella nos burlamos pero de él decimos que se lo pasó bien, que merecieron la pena esos millones de dólares que dilapidó por Corinna…
"Muchos hombres no escuchan a las mujeres porque no soportan oír en voz alta: ’Jamás he tenido un orgasmo contigo’"
¿Qué es lo que los hombres aún no han entendido del placer de las mujeres?
Hemos entendido el 1%. Lo que está cambiando al menos es que algunos hombres por primera vez en siglos las están escuchando. Pero muchos aún no quieren, no quieren oír en voz alta “jamás he tenido un orgasmo”, o “ahora tengo la menopausia”, no quieren escuchar la verdad. Prefieren quedarse con la caricatura femenina que les ofrece el porno.
Pequeño test final. Escritora favorita.
George Eliot. Una superdotada capaz de hacer obras maestras de la literatura en un tiempo donde las mujeres tenían dificultades para tener carrera propia.
Actriz.
Ingrid Bergman.
Cantante o músico.
Joni Mitchell.
Personaje histórico femenino favorito.
Simone Weil.
Personaje de ficción femenino favorito.
Me gusta mucho la ascensorista Fran Kubelick en El apartamento.
Mito erótico.
Estaba enamorado de la Nastassja Kinski de ‘Corazonada’.