Alejandra Vallejo-Nagera

Alejandra Vallejo-Nagera Esteban Palazuelos

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La psicóloga Alejandra Vallejo-Nágera: “Está claro cuál es el antídoto contra los efectos de las redes”

La psicóloga, escritora y profesora universitaria conversa con magasIN acerca de las diversas adicciones y de cómo lograr superarlas.

11 agosto, 2023 02:08

“Nací en Madrid”, explica a magasIN la psicóloga y profesora universitaria Alejandra Vallejo-Nágera, “pero tengo un cincuenta por ciento de sangre del Extremo Oriente. Aunque soy española, y estoy muy orgullosa de serlo, también soy muy oriental, y tengo un espíritu de contemplación que quizá no es tan habitual en nuestra cultura".

Y añade: "Yo era desde pequeña una niña observadora, introvertida, siempre me estaba fijando en el colegio en ese otro niño que no encajaba, para arrimarme y acompañarle. Y he hecho de aquello una profesión, también sesgada por la ocupación de mi padre, evidentemente, que era director de los hospitales mentales de Madrid, los llamados ‘manicomios’, pero que pasaba mucho tiempo en casa y todo su mundo me interesaba”.

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Conferenciante y colaboradora de diferentes medios de comunicación e instituciones, es parte del innovador programa MBSR (Mindfulness Based Stress Reduction) de la UMASS de Boston. Explica cómo estudió psicología por motivación propia y encontró su orientación “cuando aún era una rama de Filosofía y letras, aunque luego se independizó… pero durante muchos años no quise vivir de las rentas de un apellido, quise labrarme un futuro propio, con lo cual me formé en algo que no existía en España, el neuromarketing, antes llamado psicología del consumidor, con la idea de dedicarme a otra cosa y con los años he ido acercándome a lo que realmente quería: ayudar a las personas a paliar el sufrimiento humano”.

Ha publicado una veintena de libros…

Sí, he publicado muchos libros y me ha gustado escribir siempre, precisar con el lenguaje, describir aquello que estaba haciendo y lo que sucedía. Desde siempre se me ha dado bien utilizar palabras, desde pequeña escribo. Hasta les vendía a mis padres un periódico que hacía con el resumen de las noticias del día.   

Afirma que no siempre escribir es un placer…

Escribo para disfrutar, pero no siempre disfruto escribiendo. Es un trabajo muy exigente, no es nada fácil, pero como soy una persona paciente, me gusta estar en casa, concentrarme y pensar. En la escritura he encontrado una manera de hacer eso. 

¿Es lo suyo, el sufrimiento humano?

Es lo mío. De lo anterior que hice profesionalmente, mientras trabajé en multinacionales, fue quizá por asegurarme de que yo valía por mí misma, pero al final volví a las raíces.   

¿Cuál diría que es nuestro gran mal actual?

Actualmente hay un mal grande, que es la prisa, que nos lleva a no concentrarnos, a no poder escuchar adecuadamente, eso bloquea el aprendizaje. Cuando la persona está aprendiendo con agrado, eso funciona, la letra con sangre nunca entra. Lo que sana mucho es recuperar los rituales, no es que quiera decir que tiempos pasados sean mejores, pero… cuando éramos jóvenes, por ejemplo, nuestros padres con generosidad nos llevaban a veranear al mismo sitio, y allí éramos felices, casi todas las personas en terapia mencionan eso como recuerdos más agradables, recuerdan los rituales de la Navidad en la casa de sus abuelos, la pandilla de verano,…   

Siempre quiso ayudar a las personas a paliar el sufrimiento…

El sufrimiento humano en efecto, ha sido mi propósito de vida. El sentido de mi vida es intentar sufrir lo menos posible yo misma, dentro de una medida coherente, sin buscar el placer por el placer. Y entendiendo que se puede quizá no ayudar a los demás, pero sí acompañar a los que necesitan ayuda o no saben adónde tirar en su encrucijada, o están muertos de miedo, acompañarles hacia un lugar más luminoso.

Ahí es donde intervenimos los terapeutas. Siempre me ha gustado la terapia breve, el no generar dependencia, sino hacer entender al paciente que sabe lo que tiene que hacer, ya sea para dejar de comer dulce o para querer mejor a su pareja. ¿Por qué no quiere hacerlo? Indagamos en las razones y beneficios. Con esta terapia, la cognitivo-conductual, la persona conoce y comprende, y puede modificar su conducta, y no se queda anclada en las excusas…

Afirma que vivimos en una sociedad narcisista…

Estamos en un momento en que, al autoexplotar nuestra imagen, nos creemos realizados, nos mostramos para que nos vean personas que son afines a nosotros y nos lo indiquen. Realmente es la primera vez en la historia en la que podemos soñar que somos mejores de lo que somos y obtener una respuesta rápida. Sesgamos la realidad. Continuamente las personas que utilizan las redes sociales confunden aspectos en los que son mejorables; la gran medicina, el gran antídoto para esto está claro que es el autoconocimiento: reconocer tus luces y sombras. Y eso requiere tiempo y esfuerzo.

¿Se refiere a descartar el autoengaño?

Entre otras cosas, porque yo puedo considerar que una de mis virtudes es la perseverancia, pero si en realidad también es tozudez, para las personas que conviven conmigo puede ser muy desequilibrante, porque si no ceso nunca, eso neurotiza el ambiente.

Con la tendencia actual de 5-7 horas al día mirando las redes sociales, en las que solo se nos da información halagadora de nuestra persona, eso se puede volver adictivo y separarnos de la realidad. Todos tenemos partes en las que debemos mejorar, y tenemos que identificarlas, porque la redes están hechas para lo contrario, y de eso puede producir adicción, un enganche.

¿Ha identificado tipos de sufrimiento en su experiencia?

El sufrimiento humano tiene tres pilares fundamentales: primero, los temas afectivos, porque sufrimos mucho cuando no nos sentimos amados o no podemos amar.

Segundo, la seguridad personal, cuando las personas no se sienten seguras (y aquí estarían ubicados los traumas, que se adquieren normalmente en la infancia, y que, cuando mínimamente sentimos que nuestra integridad está afectada, o cuando como niño has tenido sensación de peligro inminente); una parte de nosotros nos impide contar a los demás cómo nos sentimos, y podemos tener la sensación de que hemos superado algo, cuando solo lo hemos tapado y aflorará de nuevo.

El tercero sería la sensación de valía personal, la autoestima está relacionada con ser útil para algo y para alguien, cuando te sientes inútil, pierdes el propósito vital. Si no sabes adónde vas, si sientes que no tienes valor para afrontar lo que te viene, con dignidad y con miedo, pero sabiendo que al final habrá un aprendizaje de ello… si no tienes esto, es fácil entrar en consumos anestesiantes, de alcohol o drogas o de experiencias una tras otra para no pensar y no sentirte inútil. Si no me encuentro bien, pero me distraigo o anestesio con estas adicciones.   

¿Todas las adicciones se parecen?   

Sí. Tienen un objetivo y solo uno, aportar placer. Fumas porque te gusta. Bebes porque te gusta. Estaría bueno. Producen placer pero cada vez más efímero y la necesidad de consumo aumenta con el tiempo, quitando a la persona de otras cosas que la benefician, producen placer y quitan al mismo tiempo la ansiedad. Hay muchos anestesiantes: las redes, la comida, la bebida, sirven para estar en continua fuga de atención y eso no te permite contemplar, sosegarte, tranquilizarte.

¿Eso afecta más a las nuevas generaciones?

A todas. Yo tengo más de medio siglo de edad pero también hay mucha adicción al móvil en mi generación, hay una confusión enorme porque se cree que son paliativos contra la soledad, cuando es todo lo contrario.

Si te vinculas a relaciones que son irreales, que son virtuales, te vas haciendo adicto a una parte de ti, al avatar que has construido para que otros lo vean, y te pierdes de quien eres realmente. A lo mejor no estás sola, pero te sientes sola, y en redes obtiene esa retribución por una imagen ficticia actualizada diariamente de ti misma, lo cual te aísla de los que realmente están contigo alrededor, que te piden que cambies partes de tu conducta o te cuestionan, pero online todo es más fácil. Y ahí empieza el problema. Cuando la familia lo avisa, se queja, de que alguien pasa demasiado tiempo y ese alguien se rebota contra eso, se enfada, pelea, o se justifica…   

¿Cuál sería la forma de ayudar a alguien con estos problemas?

Toda acción adictiva empieza con una negación, que llega a engañar a la persona. Eso necesita terapia. Cuando una adicción se ha instalado, es necesaria, yo no recomiendo que sea atendida por un solo profesional, sino multidisciplinarmente, incluyendo a un psiquiatra, a un psicólogo, y terapia grupal.

¿Y cómo evitamos caer de un inicio en las adicciones?   

Insisto, conociéndonos. Esto es algo que a la gente le da miedo. Yo organizo talleres de fin de semana de autoconocimiento y mucha gente me dice ‘qué miedo, no quiero remover mi pasado, no quiero entrar ahí’… y yo respondo ‘naciste contigo y morirás contigo, y ¿eres la única persona a la que no quieres conocer bien?’. A veces hay personas que están engachadas a su avatar ficticio y no quieren prescindir de él, algo increíble.     

¿Qué consejo específico daría a padres y madres?

Respecto a los adolescentes, de nada sirve lo que les contemos algo si luego los padres tenemos el móvil a todas horas en la mano y sobre la mesa durante la cena.

Hay que ser coherente, si queremos que tengan salud mental tenemos que intentar tenerla nosotros. Y volver a los rituales, no entrar en la trepidación de planes, tomarse las cosas con calma, ayudarles a que entiendan que no es malo aburrirse, porque se estimula la creatividad.

No hay que entrar en una vorágine de planes a más excitantes cada cual, lo cual no permite el sosiego, la observación y el aprendizaje, que siempre es lento. Los padres que sanan, sanan a sus hijos y a los hijos de sus hijos.   

¿Qué piensa de la AI desde un punto de vista de la psicología?

La AI ha venido para quedarse y tenemos que aprender a utilizarla bien. No hay que demonizarla. Pero el aprendizaje de una vivencia puede ser más lento que la velocidad a la que nos tiene hipotecado el cerebro sobre lo que ocurre. No se trata de lo que la AI es capaz de hacer, sino para qué la necesitamos y cómo la vamos a usar. Distinguir qué sí, que no, y que nunca. Eso es así para todas las nuevas tecnologías que vayan llegando.