La abogada que ha logrado la condena a España por el caso Losantos

La abogada que ha logrado la condena a España por el caso Losantos Moeh Atitar

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Cristina Peña, 50 años por el derecho a informar: “Al inicio, no me daba cuenta de que era tan valiente”

La abogada comenzó a los 24 años combatiendo la censura de Franco y se ha convertido en un referente en la defensa de la libertad de prensa.

22 febrero, 2022 02:38

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Una conversación con Cristina Peña se podría asemejar a una confluencia de dos ríos: la historia del periodismo y del derecho español discurren por la charla, cada una de ellas con sus temperaturas y colores cambiantes. “Llevo 50 años defendiendo el derecho a la información”, espeta, y tras esa afirmación explica a magasIN algunos de los episodios más impactantes su estimulante biografía y, como ocurre con los ríos, esta confluencia regala unas imágenes históricamente espectaculares.

Madrileña, licenciada en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, “en mi familia había algunos abogados por parte de mis tíos, y ellos me introdujeron en conversaciones sobre el Derecho, pero muy generales. Hice el curso de práctica jurídica cuando terminé la carrera y abrí mi despacho en mi domicilio porque en aquella época no podía abrirlo en otro sitio. Era un piso grande y bonito, allí podía tener un despacho y salón de visitas”.

Poco a poco, desde 1973, este domicilio fue llenándose de carpetas, de nuevo personal. “Se convirtió en un despacho totalmente, así que dejé de vivir ahí: a los tres o cuatro años de tenerlo abierto, me mudé de domicilio cuando mis hijos aún eran pequeños”. Recuerda cómo su hijo, que ahora es un conocido abogado, “cuando tenía tres o cuatro años se escapaba y se iba a la sala de espera”, explica divertida mientras nos cuenta cómo el chaval preguntaba a la gente sobre sus causas.

Los primeros clientes le llegaron por parte de amigos y familiares, “en aquella época tuvimos que luchar bastante, un cliente era Dios, porque sólo pagar las nóminas te hacía sudar al principio”. Pero pronto, Peña empezó a trabajar para la publicación Pueblo, “aquello me gustó muchísimo. Lo cierto es que yo tenía mucho interés también por el Derecho de Familia, porque había vivido la época en la que las mujeres no tenían ningún derecho, ni siquiera a abrir cuentas corrientes”.

“Cuando empecé a trabajar”, relata, “la sociedad ya estaba empezando a cambiar y las parejas de hecho, las separaciones… todas esas cuestiones comenzaron a interesarme mucho”. Recuerda vívidamente una época en la que “la única posibilidad de divorciarse era pasar por la Iglesia para anular un matrimonio. Me hice abogada de La Rota para llevar nulidades matrimoniales”, recuerda.

Por supuesto, “las sentencias de nulidad tenían efectos civiles… los tribunales eclesiásticos eran muy duros porque la gente tenía que desvelar su intimidad”. Recuerda como curiosidad que en esa época “surgieron tribunales más abiertos en Estados Unidos y en África. En un momento se empezaron a conseguir nulidades, por ejemplo en Nueva York, que luego se ejecutaban en España. Recuerdo que venía todos los meses un obispo de un país africano al Hotel Palace, donde se presentaban nulidades que se concedían y se pasaban a ejecución en los tribunales eclesiásticos de Madrid. Hasta que La Rota anuló muchas de esas sentencias, con el problema de que había gente que ya tenía nuevos matrimonios e hijos, ¿te imaginas?”, comenta irónicamente.

Libertad de expresión 

En un breve recorrido por la historia de la libertad de expresión, Peña señala dos hitos temporales fundamentales: “La Constitución, con su Artículo 20, en el que se reconoce la Libertad de expresión y el año 1982, cuando se aprobó la Ley del Derecho al Honor, que podría ser una cortapisa, pero con condicionamientos, claro está”, matiza.

“Antes incluso de la Constitución”, recuerda Peña, “empecé a trabajar como abogada en medios como Pueblo, donde trabajaba con los periodistas. Luego estuve en otras revistas, Semana, Tribuna y Tiempo, donde llevé muchísimos casos”. Comenta cómo recibió una llamada “de Alfonso de Salas cuando estaban montando El Mundo, así que en cierta manera fui fundadora de este medio, porque estuve ahí en su formación y durante un tiempo”.

"Me hice abogada de La Rota para llevar nulidades matrimoniales"

En este período, la casuística cambió a una marcada por la tensión entre “la libertad de expresión” y “el derecho a la intimidad, al honor y a la propia imagen”. Aquí destacaban, en sus palabras, “el derecho a la información” y “el derecho de rectificación”, que siguen hasta la fecha. Añade cómo “ahora también influye la ley de protección de datos, que puede afectar al derecho a la información también”.

¿Sobre quién y sobre qué puede hablar un periodista?

Siempre que hable con veracidad, sobre todo el mundo. He defendido además que siempre se debe cumplir con los límites al derecho a la información.

¿El concepto de veracidad no resulta ambiguo?

Recuerdo una sentencia hace años sobre el derecho a la información en la que un magistrado del Tribunal Supremo afirmaba que exigir una veracidad exacta a la información sería condenar a la prensa a no existir.

¿Entonces?

La base de la veracidad es la contrastación, que es la base del correcto ejercicio del periodismo y en caso de una demanda será clave.

¿Se considera valiente?

Sí [toma un tiempo para contestar]. Fíjate que ¡estaba yo sola y era una mujer! En el Colegio de Abogados, cuando la toma de posesión mía, fuimos cuatro mujeres las que tomamos posesión… en los tribunales estaba sola muchas veces... Ahora con la distancia pienso que sí que era valiente, en aquel momento no me daba cuenta.

¿Siempre quiso ser abogada?

De siempre, me encantaba el Derecho, y con el tema de injurias y calumnias me apasioné con clientes como Raúl del Pozo, Pérez Reverte, muchos de los afamados periodistas que en su momento estaban en Pueblo colaborando.

Poco interesada a nivel personal en los escarnios públicos, aún en estos días de agitación política, explica que ha tenido multitud de momentos complicados en su carrera. “Tuve un juicio muy problemático por ejemplo sobre los fondos reservados, conseguí ganarlo pero fue un pleito tremendo”. En los periódicos, añade, “he tenido muchos juicios mediáticos porque publicábamos continuamente exclusivas sobre personajes públicos o corrupciones de todo tipo y eran pleitos dificilísimos”. También se refiere a divorcios muy mediáticos como el de Jaime de Marichalar.

"La base de la veracidad es la contrastación, que es la base del correcto ejercicio del periodismo y en caso de una demanda será clave"

¿Qué hace eficaz a un abogado?

Mira, el estudio fundamentalmente, la perseverancia. Y ser capaz de “contemplar” la situación que vas a defender.

¿Qué entiende usted por perseverancia?

Perseverancia es ‘no dejar nada al albur’, estudiar todo, ver todo lo relacionado con la defensa de los intereses que se te encomiendan.

¿Qué diría de las demandas de honor de personajes públicos en la época de las redes sociales?

La clave está en la privacidad. Facebook, por ejemplo, tiene privacidad casi absoluta para las personas que publican ahí todos los detalles de sus cuestiones, con fotos incluso. Yo creo que es verdad que el medio de comunicación no tiene derecho a reproducirlo, pero también es un contrasentido y una cuestión a reflexionar si tienen mucho sentido las demandas por reproducciones de algo que uno ha querido dar a conocer.

¿E Instagram?

No nos damos cuenta, pero lo que colgamos en Instagram puede influir en un pleito e incluso puede llegar a aportarse como prueba. Hay que tener cuidado con lo que publicamos y decimos en las redes sociales porque puede tener repercusiones, pero no solo legales, sino en general.

Admiradora confesa de muchos periodistas, entre ellos “sin duda, Pedro J. Ramírez”, Peña explica que no cambiaría nada de su pasado, “lo dejaría todo igual porque creo que me ha ido muy bien”. Poco defensora de las cuotas, “el feminismo está ahí y tiene todo mi respeto, pero en algunas cosas es cuestionable”, espeta.

Deportista, paseante confesa y una gran aficionada a la ópera capaz de recorrer miles de kilómetros por presenciar un espectáculo. También admiradora del séptimo arte “en sala de cine”, ha vivido realidades que superan la ficción y considera que sus propios éxitos en la defensa de la comunicación y de la legislación han transcurrido de un modo natural, como un doble río de aguas naturalmente confluyentes.

“Estoy encantada de todo lo que he vivido, me doy más cuenta ahora porque cuando lo hacía no pensaba en el momento que era maravilloso, ni que estaba consiguiendo una heroicidad… y ahora digo ¡madre mía!... ¡Cómo he podido hacer todo esto yo solita! Yo sola con una secretaria cuando todo el tema de Vera y Barrionuevo, las dos solas en el despacho… con muchos casos diferentes de corrupciones después, pensando: 'Aquí vienen y nos arman un follón'. Luego, los pleitos de ETA, cuando tuve protección policial… pero no, no cambiaría nada”, concluye tajante y satisfecha.