Victoria I de Inglaterra.

Victoria I de Inglaterra. Getty Images

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Victoria I de Inglaterra, la reina que convirtió la monarquía en marca personal y sentó las bases del fenómeno 'influencer'

La monarca británica se erigió como emblema de la sociedad victoriana, dejando una huella indeleble en la moda, las tradiciones e incluso la medicina.

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En un siglo encorsetado por la sombra del poder masculino y el peso de tradiciones inamovibles, Victoria I de Inglaterra no solo se convirtió en la soberana de uno de los imperios más vastos del mundo, sino también en una auténtica creadora de tendencias culturales.

Nacida un 24 de mayo de 1819, su influencia desbordó los límites de la política. Desde el trono británico, la monarca moldeó costumbres, dictó modas y desmanteló tabúes, en una era en la que la imagen aún no se propagaba por pantallas, sino por gestos, símbolos y actitudes.

Más allá del papel de mandataria, se erigió como un fenómeno cultural. Y es que, mucho antes de que el mundo acuñara la palabra influencer, ella ya lo era, sin siquiera proponérselo

Ya desde su coronación, a los 18 años, sus decisiones personales pasaron a convertirse en referentes para la sociedad victoriana… y para el mundo. Cada decisión que tomaba —especialmente sus elecciones sartoriales— era leída, comentada e imitada.

Lo cierto es que la segunda mitad del siglo XIX estuvo marcada por profundas transformaciones. La llegada del ferrocarril, el telégrafo y la electricidad, así como la notable expansión de los medios de comunicación, cambiaron para siempre el paisaje sociocultural de Reino Unido.

Fue entonces, en plena ebullición de la Modernidad, cuando su figura se volvió omnipresente para millones de súbditos. En la corte, su estilo se convirtió en referencia, y fuera de ella, en símbolo a emular. 

Retrato de Victoria I.

Retrato de Victoria I. Getty Images

Ya desde temprana edad, Victoria mostró un profundo interés por la moda. Cuenta la historia que solía acudir a la ópera y al ballet, donde observaba atentamente los vestidos de las artistas para luego reproducirlos en un papel y confeccionar versiones similares para sus muñecas.

Ahora bien, esta afición dio pie a uno de los ademanes más revolucionarios de su vida privada, que fue, curiosamente, una elección estética

El día de su boda con el príncipe Alberto, en 1840, la monarca de 21 años renunció a la toga real y eligió vestirse de blanco, un color que en ese momento no tenía una asociación directa con el matrimonio. Las jóvenes de la época optaban únicamente por vestir su mejor gala, independientemente del color. 

Lo cierto es que Victoria I de Inglaterra quizás no reinventó el vestir, pero su decisión, lejos de ser un simple capricho, dio inicio a una nueva tradición en la moda nupcial, que aún perdura: el vestido de novia blanco como símbolo de pureza y elegancia.

Detrás de la imagen de poder, en suma, Victoria I fue madre de nueve hijos. Pero su relación con la maternidad fue más honesta de lo que dictaban los cánones victorianos. Ella rechazaba la idealización del embarazo y no ocultaba su incomodidad con ese proceso.

Fue pionera en el uso del cloroformo como anestesia durante el parto —disponible desde 1847—, una práctica que, aunque polémica en su momento, abriría camino a una nueva visión sobre el derecho a una atención médica más humana para las mujeres.

Retrato de Victoria I y Alberto con cinco de sus ocho hijos.

Retrato de Victoria I y Alberto con cinco de sus ocho hijos. Getty Images

La reina británica también dejó su impronta en los lugares que transitaba. Su fascinación por Escocia y su decisión de adquirir el castillo de Balmoral en las Highlands no solo consolidaron su amor por el país, sino que lo convirtieron en destino predilecto.

Desde la primera visita real en 1847, su presencia incentivó rutas turísticas e inspiró a las nuevas generaciones de británicos a seguir sus pasos entre las montañas y fortalezas que ella misma eligió como refugio.

Igualmente, su impacto se sintió en el ámbito doméstico y en las celebraciones familiares. Aunque el árbol de Navidad ya había sido levemente introducido en la nación por la reina Carlota —de origen alemán y abuela de Victoria—, sería ella, junto con Alberto, quien popularizaría la imagen del abeto decorado.

Unas imágenes difundidas por el Illustrated London News, donde se avistaban las tradiciones navideñas de la familia real, revolucionaron la forma de festejar la época en hogares de todo el país.

Ahora bien, estas fiestas decembrinas no fueron el único escenario de influencia de Victoria I. También el luto se convirtió, bajo su reinado, en un poderoso código sociocultural

Tras la muerte de su esposo en 1861, Victoria encarnó el duelo como nunca antes se había hecho. Vestida de negro por el resto de su vida, aislada durante años, su actitud interpuso nuevas normas sobre cómo debía vivirse la pérdida, cincelando para siempre el alma de toda una época.

Bautizada como “la primera monarca mediática” por el historiador Plunkett, Victoria I de Inglaterra no fue una revolucionaria en el sentido clásico, no empuñó banderas ni lideró revueltas, pero desde el recogimiento del trono fue moldeando, casi sin alardes, los hábitos que hoy damos por sentados. 

Sin redes, sin altavoces digitales, sin hashtags, logró convertirse en una influencer accidental, guiando con su presencia los patrones de una nueva era visual.

Y quizás ese sea su legado más profundo: enseñar que el poder no reside solo en los grandes actos, sino también en lo íntimo, en lo recóndito, en lo cotidiano. Porque, a veces, transformar el mundo comienza con el sencillo y genuino gesto de enfundarse un vestido blanco.