Juana Smith a los 17 años.

Juana Smith a los 17 años. Wikimedia Commons

Magas-Mujeres en la Historia

Juana, la extremeña 'adoptada' por el Ejército inglés: combatió en España y Waterloo a Napoleón

Tras el asedio de Badajoz en 1812 se casó con Harry Smith, un destacado soldado británico al que acompañaría en todas sus acciones bélicas.

29 octubre, 2020 00:41

Noticias relacionadas

El asedio de Badajoz, entre marzo y abril de 1812, fue uno de los enfrentamientos más sangrientos de la Guerra de la Independencia. Los ingleses, apoyados por los resistentes españoles y que pese a todo lograrían tomar la plaza, sufrieron unas 2.200 bajas entre muertos, heridos y desaparecidos. Fue una acción equiparable a cualquier ataque de infantería de la Gran Guerra que, lamentablemente, se acompañó de "uno de los hechos más deshonrosos en los anales del Ejército británico", en palabras del maestro de la historia militar Max Hastings.

El autor de Guerreros. Retratos desde el campo de batalla, editado ahora en castellano por Desperta Ferro, recuerda que los soldados de Wellington, enloquecidos por las pérdidas registradas y entregados a "una orgía de embriaguez, robos y violaciones", saquearon durante dos días la ciudad extremeña. Sus aliados, los españoles, sufrieron tanto o más como los derrotados franceses. Sin embargo, aquella aciaga jornada significó el embrión de una historia de amor (y supervivencia) inverosímil.

En la mañana siguiente al asedio definitivo, dos mujeres locales se acercaron desesperadas hasta los integrantes del 95º regimiento de Rifles. Su casa había sido desvalijada y la sangre todavía se deslizaba por sus cuellos: las tropas británicas les habían arrancado los pendientes. Eran dos hermanas; la más joven, de catorce años, se llamaba Juana María de los Dolores de León. "¡Estaba junto a un ángel! Jamás había visto antes un ser más etéreamente. ¡No he conocido nunca uno más adorable!", exclamó uno de los oficiales.

Recreación del asedio de Badajoz.

Recreación del asedio de Badajoz. Wikimedia Commons

Otro soldado que estuvo más avispado, de nombre Harry Smith, también se quedó prendado de Juana y logró llevarla al altar a los pocos días. El comandante en jefe Wellington debía aprobar el enlace, y no encontró reparos para rechazar la unión entre un protestante convencido y una católica movida, probablemente, por la desesperación y la necesidad de arrimarse a un protector en época tan incierta. Sería un matrimonio realmente exitoso, capaz de esquivar todas las encrucijadas de la guerra desde las campañas en la Península Ibérica hasta la célebre batalla de Waterloo.

"Los meses de penurias forjaron entre Juana y Harry Smith unos lazos de cariño, respeto muto y pasión que permanecerían incólumes a lo largo de casi medio siglo", explica Max Hastings, cuyo libro recoge las extraordinarias historias de quince guerreros, con sus hazañas e imperfecciones, para indagar en lo más íntimo de la experiencia bélica. Uno de estos fascinantes relatos es el de Smith —que a lo largo de su vida estuvo expuesto al fuego enemigo en unas trescientas ocasiones, apenas siendo herido de gravedad— y su esposa. "Pocas parejas han conseguido tal armonía y entendimiento mutuos en tiempos de paz; tal vez ninguna en tiempos de guerra", sentencia el historiador.

Desde la retaguardia

Juana siguió la estela del Ejército británico hasta el desenlace de la Guerra de la Independencia y los conflictos napoleónicos. En la batalla de Vitoria, en junio de 1813, se desplazó desde la retaguardia hasta la línea del frente al tener noticias de que unos soldados habían visto caer al caballo de su marido. "Gracias a Dios que no estás muerto, sino solo malherido!", exclamó al encontrarlo tras varias horas. "Gracias a Dios que ni lo uno ni lo otro", gruñó Harry.

"Siempre que el ejército estaba en presencia del enemigo, Juana sufría ataques de ansiedad pensando en la suerte que le esperaba a su marido. Antes de cada batalla se despedían uno del otro con tanto cariño y seriedad como si lo estuvieran haciendo para siempre", relata Hastings. Una noche de noviembre de 1813, antes de la batalla del río Nivelle, la mujer tuvo una profecía: "Tú o tu caballo moriréis mañana". Y, por fortuna, se cumplió la parte menos importante: el animal fue abatido de un disparo.

Juana, que se había educado en un convento, logró adaptarse sorprendentemente bien a la vida de campaña de unos extranjeros con los que no compartía ni idioma, en la que la compañía femenina brillaba por su ausencia. "Era infatigable visitando a los enfermos y a los heridos, cabalgando para llegar a los hospitales a través de campos yermos en los que pululaban destacamentos de dragones franceses", destaca Hastings. Incluso en una ocasión, con solo 16 años, recorrió casi cincuenta kilómetros para devolver a una viuda una pieza de la vajilla de boda que no utilizaba desde la muerte de su esposo y que habían saqueado las tropas inglesas.

Retrato de Harry Smith.

Retrato de Harry Smith. Wikimedia Commons

El matrimonio se separaría durante algún tiempo después de la guerra en España. Harry Smith fue enviado a participar en una desastrosa campaña en América, aunque lograría regresar con la reputación intacta. Cuando desembarcó en Bristol, Napoleón Bonaparte había vuelto a asentarse en París. La guerra contra Francia no había terminado. Con la graduación de comandante, el inglés se desplazó con su Brigada de Rifles hasta el campo de batalla de Waterloo, donde se iba a registrar la definitiva caída del corso.

Viviendo el tremendo choque entre ambos ejércitos desde la incertidumbre de la retaguardia, como en tantas otras ocasiones, Juana partió a las tres de la madrugada del 20 de junio de 1815 a lomos de su caballo hacia el escenario de los combates. Allí unos soldados le informaron de que su marido había muerto, pero se trataba en realidad de un tal Charles Smyth. Al amanecer del día 21, dio al fin con el campamento de Harry y "pronto, gracias a Dios, pude hundirme en sus brazos".

Harry Smith participó durante las siguientes décadas en otras guerras como la que enfrentó a británicos y mahratas en la India o contra los xosha en Sudáfrica; también en las guerras sij, firmando su mayor triunfo en la batalla de Aliwal (1846). Murió arruinado en 1860, doce años antes que Juana, quien se encargaría de mantener viva la llama de este extraordinario soldado. Un matrimonio exitoso —a pesar de no haber logrado descendencia—; un romance bélico increíble surgido en medio de una terrorífica rapiña.