Álex Rovira, experto en desarrollo personal, en el videopódcast Tengo un Plan.
Estilo de vida
Álex Rovira, experto en desarrollo personal, en el videopódcast Tengo un Plan.
Durante siglos, los seres humanos han tratado de descifrar el enigma de la felicidad y cómo alcanzarla. En la Antigua Grecia, pensadores como Platón y Aristóteles la situaron en el ámbito de las ideas, la virtud y la buena vida. Para ellos, ser feliz no era una emoción pasajera, sino el resultado de una existencia ordenada por la razón, el conocimiento y la ética.
Con el paso de los siglos y el avance de la psicología, la sociología y las neurociencias, esa visión fue transformándose. Se empezó a entender que la felicidad no dependía únicamente de una perfección moral casi inalcanzable y los estudios comenzaron a mostrar que, más allá del éxito, del dinero o del reconocimiento, el bienestar humano estaba vinculado a factores mucho más cotidianos y cercanos.
En este contexto, muchos expertos, entre ellos Álex Rovira, coinciden en que la clave del bienestar reside en gran medida en nuestro entorno. La calidad de las personas que nos rodean, la forma en que nos vinculamos con ellas y la solidez de las relaciones que sostenemos determinan nuestro equilibrio emocional, hasta el punto de que, según el experto, llegan a explicar el 99% de la felicidad.
Álex Rovira es uno de los referentes más reconocidos en el ámbito del desarrollo personal, la psicología positiva y el liderazgo. Su éxito llegó con la publicación de La buena suerte en 2004, un libro que vendió más de cuatro millones de ejemplares y que marcó el eje de su pensamiento posterior, centrado en el valor de las relaciones y la construcción de una vida con sentido.
Este pensamiento es el que le ha hecho ser protagonista del videopódcast Tengo un Plan en varias ocasiones, la última hace apenas dos meses. En una charla junto a Juan Domínguez y Sergio Beguería, el experto explicó la importancia de elegir bien a las personas que entran en nuestra vida.
Para Rovira, la felicidad no se encuentra en una soledad idealizada ni en una autosuficiencia emocional, sino en la buena compañía, en relaciones basadas en el respeto, el cuidado mutuo y el crecimiento compartido.
Vivir rodeado de personas tóxicas, indiferentes o destructivas termina erosionando cualquier intento de bienestar, mientras que un entorno afectivo sano actúa como un verdadero amortiguador frente a las dificultades de la vida.
Desde esta perspectiva, el amor ocupa un lugar central, pero no entendido como una emoción romántica superficial, sino como un acto consciente de servicio, conexión y respeto. "Estamos aquí para aprender a amar y para amar aprender", apunta con frecuencia el experto.
Amar, en su visión, implica comprometerse con el crecimiento propio y del otro, acompañar, cuidar y construir vínculos que nos ayuden a desplegar lo mejor de nosotros mismos. No se trata de relaciones perfectas, sino de relaciones honestas, donde exista un propósito compartido y una voluntad real de evolución.
Álex Rovira en el videopódcast 'Tengo un plan'
Según Rovira, casi toda la felicidad que experimentamos —hasta un 99%— viene configurada "por tu pareja y por los cinco buenos amigos (más/menos) que de verdad tendrás en la vida". El resto, aunque importante, tiene un impacto mucho menor en nuestro bienestar profundo.
En este punto, el autor propone incorporar a nuestra vida "un poco de Epicuro", es decir, la capacidad de disfrutar, de alimentar al niño interior que necesita ilusión, placer, celebración y encuentros con amigos.
Además de esta capacidad de integrar nuestro niño interior, el experto en desarrollo también defiende la importancia de una espiritualidad práctica, orientada a la sanación interior, a soltar emociones reprimidas, heridas del pasado o traumas que ocupan un espacio que no deberían. Crear ese espacio interior es, para él, una condición necesaria para que la felicidad pueda emerger.
Rovira también alerta sobre la trampa de la ambición desmedida y el materialismo. El progreso económico y el éxito profesional son legítimos y positivos, pero cuando la vida se centra exclusivamente en competir, acumular y aparentar, se corre el riesgo de desconectarse de la vocación más profunda.
En esos casos, explica, el personaje termina devorando a la persona, y el individuo acaba viviendo exiliado de sí mismo, con una sensación de vacío que ningún logro externo podrá compensar.
Finalmente, Rovira reivindica el sentido del humor como una dimensión esencial de la felicidad y de la consciencia. Reír, hacer reír y saber relativizar la realidad actúan como antídotos contra la negatividad cotidiana y ayudan a descomprimir la tensión de la vida.
En su visión, incluso el humor tiene una dimensión espiritual, porque eleva, conecta y humaniza. Hacer feliz a otro, aunque sea por un instante, es también una forma de amar y de dar sentido a la propia existencia.
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