Una limpiadora de hotel en su trabajo.

Una limpiadora de hotel en su trabajo. iStock

Estilo de vida

Yolanda (56), limpiadora de hotel con 30 habitaciones al día por 1,5 € cada una: "No llegamos a la jubilación"

Las vacaciones de verano son una de las temporadas más duras para las camareras de piso, las cuales denuncian condiciones laborales precarias.

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Para la gran mayoría de los españoles, agosto es sinónimo de vacaciones, ocio, playa y tiempo libre. Para otros, se convierte en el mes más duro de todo el año. Las camareras de piso, mujeres la inmensa mayoría de ellas, sostienen la "cara limpia" del turismo español y, sin embargo, trabajan en condiciones que rozan lo lamentable.

Sin apenas descansos, con lesiones crónicas y con sueldos que no reflejan el esfuerzo físico que implica limpiar hasta 30 habitaciones al día. Yolanda García, una de estas trabajadoras, lo resume sin rodeos en una entrevista: "Este trabajo, tal y como está planteado, es lesivo. A los diez años, la mayoría estamos de baja o ya tenemos dolencias crónicas".

Desde 2016, Las Kellys se han organizado en asociaciones y, desde 2018, en sindicato. Están presentes en varias comunidades autónomas y han logrado poner sobre la mesa un debate que antes nadie quería escuchar.

Pero sus reivindicaciones aún no se han traducido en leyes efectivas. La "Ley Kelly", que busca prohibir la externalización, reconocer enfermedades profesionales y garantizar derechos laborales básicos, sigue pendiente de aprobación.

García es la portavoz de Las Kellys en Benidorm, una de las zonas más turísticas del país, que lleva años alzando la voz por sus compañeras. Este agosto, denuncia una vez más la precariedad que viven las trabajadoras de hotel, especialmente en destinos de playa.

Todo en seis horas

En la Comunidad Valenciana, las camareras de piso afrontan una media de 20 a 25 habitaciones diarias, aunque hay quienes llegan a las 30. La jornada laboral figura como de ocho horas, pero la realidad es otra.

"No podemos entrar a las habitaciones hasta las 9 de la mañana, así que realmente solo tenemos seis horas para hacerlas todas", explica Yolanda. A eso hay que sumar la presión constante por parte de la dirección del hotel, los controles de tiempo y la imposibilidad de tomar descansos.

Todo esto genera una carga física insoportable: "Las dolencias más comunes son de espalda, manos y hombros. Forzamos el cuerpo durante horas. Y, lo más grave, sin que se reconozca nuestra profesión como un trabajo penoso", insiste.

Un trabajo invisible

Agosto no solo implica trabajo extremo para ellas. También lo es de renuncias personales.
"En agosto no tenemos vacaciones, porque estamos para atender a todas las personas que quieren ser atendidas en su descanso", dice Yolanda.

Y lo hacen mientras encadenan turnos, sufren bajas físicas y se sienten absolutamente desprotegidas. Al final del verano, muchas compañeras acaban en urgencias, con lesiones o de baja médica. Algunas no se recuperan del todo.

"Trabajamos hasta que el cuerpo dice basta. Y cuando eso pasa, el sistema no nos protege, nos empuja a la jubilación por incapacidad o directamente nos deja tiradas", lamenta.

El de camarera de piso es un trabajo invisible pero imprescindible. El turismo no funciona sin ellas. Pero rara vez se les reconoce su valor. "Limpiar una habitación no es pasar la mopa y cambiar las sábanas. Es agacharse, cargar peso, desinfectar, correr… Y repetir eso hasta 25 o 30 veces al día", recuerda la trabajadora.

Muchas veces, su sueldo se calcula por habitación, y no por jornada completa. En algunos casos, se paga entre 1 y 1,50 euros por habitación, como han denunciado Las Kellys en otras regiones. El resultado son jornadas agotadoras por sueldos que apenas superan los 800 euros mensuales. Todo en uno de los sectores que más riqueza genera en el país.

La ciencia las respalda

Uno de los principales reclamos del colectivo es que se realicen estudios ergonómicos y psicosociales para evaluar la carga real del trabajo. "No todas las camareras tenemos el mismo ritmo. No es justo medirnos por igual. Algunas tienen lesiones previas, otras son mayores, y todas arrastramos años de sobrecarga", subraya Yolanda.

La falta de estos estudios hace que no se reconozcan las condiciones específicas de su trabajo, ni se ajusten las cargas ni se implementen mejoras. Por eso, desde Las Kellys piden al Gobierno, a la patronal y a los sindicatos que declaren oficialmente el trabajo de camarera de piso como "trabajo penoso".

"Ninguna llega en condiciones a los 67 años", denuncia Yolanda. La mayoría se jubila antes, pero no por decisión propia, sino porque el cuerpo no da más. Algunas lo hacen con operaciones de espalda, de muñeca, de hombros. Otras por incapacidad reconocida, y muchas otras sin ningún tipo de cobertura.