Señora poniendo al día sus cuentas bancarias.

Señora poniendo al día sus cuentas bancarias. iStock

Estilo de vida

Ana (87), jubilada: "Trabajé toda mi vida en un despacho de abogados y ahora no cobro nada de pensión"

No se trata de un testimonio aislado, sino de uno más de todas las personas que no tienen regulada su vida laboral en España.

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En España hay, actualmente, un total de 9,3 millones de pensionistas, siendo 6,4 millones de ellos, pensionistas por jubilación, según datos publicados por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones.

Ana forma parte de esa parte de la población que disfruta del tiempo propio de la vejez, pero con un detalle muy a tener en cuenta. Tiene 87 años y no recibe ningún tipo de pensión.

Con un tono de voz calmado y una claridad que impresiona cuando habla de su vida, esta señora pasó décadas entre expedientes, clientes y jornadas interminables en un despacho de abogados.

Sin embargo, al llegar a la edad de jubilación, se encontró con una realidad que hoy sorprende y preocupa a muchas mujeres de su generación: no recibe ni un céntimo de pensión propia.

"Yo soy jubilada, pero jubilada por la edad que tengo, porque de pensión no cobro nada de nada. Mi marido es el que lleva las cosas y él sí cobra, pero yo no", cuenta.

Sin derechos reconocidos

El testimonio de Ana abre una ventana a una problemática silenciada, las miles de mujeres españolas que trabajaron toda su vida sin cotizar de forma independiente y que, al llegar a la vejez, dependen por completo de la pensión o los ahorros de su pareja.

Ana trabajó junto a su marido en un despacho de abogados. Pero aquella labor, aunque real y constante, nunca se tradujo en una cotización propia ni en derechos reconocidos a una jubilación.

"Pues porque nunca he ido a que me la rogaran, a que me la dieran", admite, con esa sinceridad desarmarte de quien sabe que su historia refleja un descuido común en generaciones pasadas.

No es la única. Las mujeres trabajaban, pero su labor quedaba invisibilizada a ojos de la Seguridad Social y la consecuencia es depender económicamente de la pensión de su marido.

Dependencia económica

Pese a no recibir pensión propia, Ana asegura que vive bien gracias a la previsión de su marido. "Sí, sí, vivo bien, no tengo ningún problema. Nadie me ha dicho que no la pidiera. Solo que mi marido se ha ocupado de que en casa no falte nada", explica.

Reconoce que nunca ha manejado dinero directamente: "Si quiero, voy al banco y saco con mi tarjeta, porque somos matrimonio y es de los dos. Pero no me gusta sacar, me gusta meter", dice, medio en broma, medio en serio.

Su tranquilidad personal no oculta una realidad más amplia: si no fuera por el colchón económico de su marido, su situación sería crítica.

'La vida está muy cara'

Aunque Ana vive con cierta estabilidad, es consciente de lo que significa llegar a la vejez sin ingresos propios. Su reflexión se dirige a todas aquellas personas que no han tenido la misma suerte de contar con un cónyuge que asegurara el futuro económico.

"La vida la veo cara para gente que tiene que buscarse la vida sola, sin nadie que le aporte nada. Creo que está muy caro todo y no sé cómo pueden salir adelante. Si tienen hijos, padres mayores, bueno, si tienen pensión, pues bueno… esto se debía mirar", sentencia.

Ana (87), jubilada: "Trabajé toda mi vida en un despacho de abogados y ahora no cobro ni un céntimo de pensión"

Sus palabras conectan con un debate social candente: la feminización de la pobreza en la vejez que Ana ha sabido expresar a la perfección a una reportera de Noticias Trabajo

Según datos oficiales, las mujeres mayores de 65 años tienen pensiones un 30% más bajas que los hombres, y miles directamente no reciben ninguna. A pesar de todo, Ana mantiene un tono optimista y quiere lanzar un mensaje a las nuevas generaciones.

"A los jóvenes les diría que estudien mucho. Que con el estudio y una carrera en condiciones mirarán por ellos y mirarán también por sus abuelos, sus padres, su propio matrimonio".

Sin una carrera consolidada y sin cotizaciones propias, la independencia económica puede quedar en el aire. Y ella no quiere que los jóvenes repitan esa historia.