Mujer minera en un túnel de la mina.

Mujer minera en un túnel de la mina.

Estilo de vida

Sigrid, minera, alto y claro sobre las mujeres en la mina: "Me dijeron que trabajara mi marido y me quedara en casa"

Durante años, la minería en España fue territorio exclusivo de hombres. Hasta que mujeres como Sigrid Pulgar decidieron cambiar las reglas desde dentro.

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La minería ha sido históricamente un pilar clave en el desarrollo económico y social de España y especialmente en Asturias, donde su huella sigue presente en el paisaje, en la cultura y en la memoria colectiva.

Aunque el carbón ha ido perdiendo protagonismo con el cierre de muchas minas, su historia guarda un capítulo más desconocido y profundamente inspirador: el de las mujeres que lograron romper barreras en un sector que había sido ideado para los hombres.

Durante mucho tiempo, ellas podían aspirar únicamente a tareas fuera del pozo, apartadas del núcleo duro del interior de la mina, un territorio vedado a las mujeres, por aquel entonces. Pero la perseverancia pudo más.

Una sentencia del Tribunal Supremo abrió finalmente una puerta que había estado cerrada durante décadas: la del derecho de las mujeres a trabajar bajo tierra, con las mismas condiciones que sus compañeros. Esa conquista tuvo nombre propio: Conchita Rodríguez, la primera minera de interior en España. Su lucha marcó un antes y un después. Gracias a ella, otras mujeres pudieron seguir ese camino.

Una de ellas es Sigrid Pulgar Hidalgo, quien empezó su carrera en 2003 en el Pozo Santiago de Aller como ayudante minera, maquinista de tracción y también en el departamento de seguridad.

"Entré a la mina por preferencia absoluta porque se mató mi padre en un accidente en el Pozo. Yo tenía derecho preferente por ser la primogénita de mi padre y por ser mujer, no me llamaron para entrar y llamaron a mis hermanos mellizos, a los que yo llevo cinco años", relata en una entrevista del periódico asturiano La Nueva España.

Sin embargo su determinación marcó poco tiempo después su entrada en el mundo minero: "El primer día pensé 'voy para el infierno'. Mi madre llorando, la gente diciéndome dónde vas tú, ten cuidado que eres súper despistada, que te vas a hacer daño...". Sin embargo, ese primer día "fue una experiencia súper guapa", recuerda.

Un primer día en el que comprobó con sus propias manos la dureza física de la mina: "Era un pozo vertical, estaban a medida de los hombres porque yo y otras mujeres teníamos que andar a saltos porque nuestras piernas eran un poco más cortas que el que había hecho los cuadros de la mina", asegura.

"Una mujer tenía que demostrar siempre más"

Un entorno que no estaba pensado para las mujeres y en el que tampoco lo estaban algunas de las mentalidades que Sigrid llegó a encontrarse en la mina: "Una mujer tenía que demostrar siempre más que un hombre: si trabajaba, cómo trabajaba y lo que trabajaba. Siempre teníamos que demostrar más".

De hecho, recuerda que los comentarios machistas formaron parte también de esos comienzos: "Me llegaron a decir que mejor hubiera entrado mi marido y tú te hubieras quedado en casa con los niños. Estás quitando el puesto de trabajo a un hombre que de verdad lo necesita...".

Pero incluso en ese entorno exigente y marcado por la brecha de género, hubo compañerismo del de verdad, que es lo que esta minera se lleva consigo: "De diez que había machistas, había cien que no lo eran y que lo veían muy bien, que te cuidaban, que te decían ten cuidado aquí, ponte conmigo... Para mí la palabra compañerismo va con la mina", confiesa.

Su historia es símbolo de una generación de mujeres que no se conformaron con lo que la sociedad les había reservado. Mujeres mineras que con su trabajo bajo tierra, han ayudado a que la igualdad empezara, por fin, a ver la luz en la minería.