Imagen de archivo de una mujer planificando un viaje.

Imagen de archivo de una mujer planificando un viaje. iStock

Estilo de vida

La ley del tiempo perdido, ¿Cómo aprovechar al máximo un destino?

Con una organización previa se disfruta plenamente de las tres etapas del viaje y, con la ayuda de una buena libreta, se ayuda a recordarlo.

28 enero, 2024 02:21

Se dice que un viaje se vive tres veces: cuando se idea, cuando se pisa y cuando se recuerda. Imaginarse un destino y proyectar el sueño hacia él avispa los sentidos y abre las perspectivas.

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Cuando el viaje se cumple y muta de pasado a presente, en cada pestañeo nacen nuevos horizontes, nuevas fantasías y nuevos retos que convierten al viajero de forma irremediable en una persona resolutiva, aumentando, de esta manera, la autoestima y lanzando adrenalina como si tuviera entre las manos una manguera de fuegos artificiales.

Apuntando recuerdos

Finalmente, el recuerdo es la constancia de la vivencia, la experiencia y el crecimiento personal y a él se acude a través de las fotos, las narraciones y los apuntes. El escritor Javier Reverte acompañaba cada uno de sus viajes con un cuaderno donde registraba el balance del día anotando los datos menos importantes como, por ejemplo, los restaurantes donde comía, las calles que pisaba o las anécdotas con los lugareños que lo habían ayudado durante la jornada.

También lo utilizaba para recordar las impresiones que había sentido durante su jornada viajera. Y esta es, quizá, la parte más importante del aprendizaje viajero. Cuando el escritor viajó tras los pasos de Ulises y recaló en Grecia, escribió: “Aquella primera jornada de mi viaje, ya en el mar y acodado en la baranda de babor del barco, sin luz alguna en el ancho espacio que daba al frente y con la sensación de transitar en la nada, el tiempo parecía no existir. Nunca existe, en verdad, cuando el mar nos traga en la negra noche”.

La organización previa

Lo que más puede ayudar al viajero a aprovechar al máximo su tiempo es la organización, aunque luego se deje tiempo en el destino para la improvisación. Con una organización previa se disfruta plenamente de las tres etapas del viaje y, con la ayuda de una buena libreta, se ayuda a recordarlo.

Este paso que muchos viajeros delegan por considerarlo el más tedioso, sin embargo, es el que marca la casilla de salida y establece el primer contacto con la ciudad elegida. Para disfrutar del proceso de preparación es aconsejable investigar sobre la infraestructura de la ciudad, el clima del destino, los lugares donde que se quieran visitar y las zonas más apropiadas para ubicar la “sede” (el hotel o el apartamento). Para ello, una de las herramientas que más se consulta antes, durante y después del viaje es el mapa, ya sea interactivo o en papel.

Los mapas físicos recuerdan a los grandes viajeros, a Heródoto, Magallanes o Vasco de Gama. Trotamundos que escribieron los planos de las cosmovisiones utilizando las leyendas de los lugares visitados para crear historias que, en el futuro, tendrían un valor incalculable.

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Los influencers del pasado carecían de una información fidedigna a la que asirse, no disponían patrones o guías de viaje que consultar y tampoco se servían de ejemplos de predecesores con los que comparar sus pasos así que, toda salida terrestre o naval, se convertía en una aventura.

Heródoto, uno de los padres del viaje

Heródoto no perdió el tiempo y, gracias a sus nueve tomos registrados bajo el título Historias, se convirtió en el primer narrador del mundo occidental. En sus textos describió minuciosamente el curso de las Guerras Médicas, aquellas en las que Grecia se enfrentó al Imperio persa en el año 449 a.C y que terminaron con la victoria de los griegos.

Lo peculiar y llamativo de su relato, incluso en la actualidad, es que el escritor realizó los viajes de los que habla en su obra, recalando en Egipto durante cuatro meses y desplazándose hasta Fenicia y Mesopotamia para recoger información, muchas veces relatando aquello que había visto con sus propios ojos, otras lo que le contaron los habitantes de a pie y otras muchas recopilando tradiciones orales de sacerdotes o estudiosos. “Mi deber es informar de todo lo que se dice, pero no estoy obligado a creerlo”.

Todos los viajes de Heródoto estuvieron inspirados por el deseo de aumentar sus conocimientos y saciar sus ansiar de saber, acicates constantes de su pensamiento escrito. Fue un hombre observador, curioso y siempre dispuesto a escuchar, cualidades que combinaba con una gran formación enciclopédica y erudita.

Magallanes y Vasco de Gama, los pioneros de la navegación

Fernando de Magallanes dirigió la primera expedición que logró circunnavegar el globo terráqueo desde el año 1519 al año 1522. Con el descubrimiento del conocido Estrecho de Magallanes, ubicado al sur de la Patagonia, el marinero consiguió encontrar una ruta hasta Asia navegando desde Europa por el oeste y, este resultado, marcó un hito en la historia.

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Magallanes fue el pionero de la navegación y realizó la primera expedición que dio la vuelta al mundo en un viaje considerado como la “mayor ruta jamás realizada”. Años después le seguiría el portugués Vasco de Gama, que llegó a la India bordeando la costa africana y trazó la ruta de las especias.

La lectura como pilar

Sin los libros escritos por estos primeros exploradores hoy no habría constancia de sus hechos ni tampoco se conocerían las rutas que abrirían nuevos caminos. En la actualidad, consultar la literatura del lugar al que se viaja es otro de los pilares para disfrutar con eficacia antes, durante y después del viaje.

Pero acudir a la literatura viajera no es lo mismo que leerse una guía de viajes. Aunque una guía dé soporte durante el recorrido, si se cae en la tentación de seguir a rajatabla todos los consejos e indicaciones de otra persona, se tiende a abandonar el propio espíritu viajero y ¿acaso un viaje no es sinónimo de descubrimiento? ¿Acaso no viajamos para conocer sabores nuevos, personas diferentes y lugares únicos sin tener que compararlos con los ya descritos?

De vez en cuando hay que orientar los caprichos en función del viento que sople y dejar que los deseos se acoplen según los obstáculos que surjan. Un viaje por la literatura nunca tiene fin, es como un viaje hacia la eternidad y una búsqueda incansable de las historias del país.

Para ir a Nápoles, el viajero tiene que conocer la historia personal y literaria de Roberto Saviano; para recorrer Sicilia, es de obligada lectura la novela El gatopardo, de Lampedusa; o para perderse por los canales de Venecia, no hay nada como los libros de Dona Leon y las descripciones de la vida veneciana a través del comisario Brunetti.

El mejor de los viajes siempre es el próximo

Una vez en el destino, la mejor manera de aprovechar el tiempo es utilizando toda la información que se ha recogido en el proceso de organización para ponerla en práctica. Es mucho más fácil caminar por una ciudad que se ha referenciado en la mente que aterrizar en lugar completamente desconocido.

Un proverbio árabe afirma que el sentido común es el mejor compañero para viajar; un compañero al que se le podría unir la intuición como el mejor de los complementos. Fusionar ambas indicaciones es encontrar el éxito en un lugar desconocido.

Eso sí, para lo que no existe solución es para los pensamientos que aparecen cuando se acerca el final de la aventura y el viajero ha experimentado mil y una sensaciones. Cuando se dispone a replegar las velas para regresar al punto de partida solo se puede recordar de forma interminable la aventura y pensar que, por muy fantástico que haya sido el viaje, el siguiente será mucho mejor.